Él era un hombre excesivo en todo. Cuando llegó a Argentina se subió a un Rolls-Royce y fue con sus guardaespaldas y ayudantes a depositar 1.000 lingotes de 12,4 kilos cada uno, del más puro de los oros, en el Banco Central, como para ir entrando en tema. Compró mansiones en Mar del Plata, Bariloche, en la zona del Llao Llao y con costa al lago Nahuel Huapi, en la avenida Alvear, en Barrio Norte de Buenos Aires y estancias en diferentes provincias. Fue en 1938, cuando el nazismo amenazaba Europa. Es que Fritz Mandl era el fabricante de armas más famoso del mundo y tenía 25.000 empleados en su fábrica, cerca de Viena. Era austriaco, como Hitler, pero no era un criminal demente. Si bien fue, en un principio, amigo de Hitler, con los años su relación se hizo más lejana, sobre todo después de un incidente personal que tuvo con su mano derecha, el ministro Hermann Göering.
Cuando los alemanes tomaron su empresa y apresaron a su padre, que era de origen judío, él desde el exterior debió pedir ayuda a un excliente y amigo de Italia a quien le vendió las armas con que ese país invadió Etiopia. Era Benito Mussolini, Il Duce, esa especie de Hitler de outlet, un tirano de segunda selección. Y fue él quien logró que los nazis le devolvieran todo.
Mandl había estado casado con Hedy Lamarr, una famosa actriz que protagonizó el primer desnudo completo en la historia del cine. Y que también fuera pionera en fingir un orgasmo en una película, mucho tiempo antes de que lo hiciera Meg Ryan, en ‘Cuando Harry conoció a Sally’, más de 50 años más tarde.
Hedy terminó escapando del magnate, de sus celos enfermizos y de sus guardaespaldas, a través de la ventana de un baño de un restaurante hasta una estación de trenes. Por ferrocarril llegó a Francia y viajó por barco a los Estados Unidos. Durante el viaje conoció al director de la Metro Goldwin Mayer. Y así comenzó una carrera en Hollywood que la haría famosa en el mundo entero. Filmó películas como Sansón y Dalila, rechazó el primer papel de Casablanca y era la actriz del momento. Fue la autora de la frase “es fácil ser mujer glamourosa. Solo tienes que quedarte en silencio, parecer una tonta y sonreír de vez en cuando”. Era, por supuesto, una ironía. Porque, además, Hedy Lamarr tenía una inteligencia extraordinaria, era una verdadera superdotada. A tal punto que, basándose en lo aprendido en la fábrica de su exesposo, creó un sistema de comunicación codificada que, esto se le reconoce actualmente en el mundo científico, permitió el desarrollo del actual wifi y del sistema GPS. Hoy en día, en Austria, el Día del Inventor se festeja en su honor.
Mientras tanto, Mandl intentó asociarse a Fabricaciones Militares, la empresa nacional de armas de Argentina para empezar a producirlas. No pudo. Durante 35 años él vivió en esa propiedad, que había pertenecido al doctor Vasallo, un famoso médico de Rosario y que tenía 17 hectáreas del más verde y frondoso de los parques. Por sus 18 habitaciones con baño privado pasaron nobles europeos, hombres de negocios discretos y mujeres vistosas.
Cuando en 1973 creyó que la ola de secuestros extorsivos, que en esa época asolaban el país, podía alcanzarlo, sobre todo viviendo en un lugar tan aislado, se volvió a vivir sus últimos años en Europa. Allí falleció en 1977.
Su hijo argentino, Alejandro, prestó el castillo a su amigo Hugo Anzorreguy, el director de la Side –la ex-Secretaría de Inteligencia– a cambio de que lo mantuviera y pagara los impuestos. Y por eso pasaron por allí presidentes y personajes muy poderosos. Misterios sobre misterios, todavía guardando sus secretos, el Castillo de Mandl se mantiene intacto. Y es, actualmente un hotel. Queda al este de La Cumbre, esa localidad que se llama así por ser la más alta de ese ramal del ferrocarril (1.141 metros sobre el nivel del mar) que comunicaba, eficazmente, hace 100 años, toda la provincia de Córdoba.
H. Lanvers, autor de cinco novelas históricas bestsellers llamadas saga África.