En medio de las incipientes campañas electorales en la provincia y en la ciudad de Córdoba, se produjeron algunos hechos que pueden generar confusión en el electorado al momento de definir su voto. Es obvio, y cada vez más notorio, que el ciudadano define a qué candidato votar sobre el filo de la elección. De todos modos, y aunque falta un tiempo para la fecha de los comicios (el provincial está fijado para el 25 de junio y el de Capital sería a fines de julio), ya aparecieron algunos elementos turbios que son propios de las llamadas campañas sucias.
En ese sentido, el consultor y docente Mario Riorda diferencia las campañas negativas de las sucias. A las primera las considera “democráticas y válidas”, porque tratan de contrastar virtudes propias y defectos de los rivales en lo que hace a las acciones o futuras acciones gubernamentales en caso de triunfar en las urnas. “La campaña sucia se basa en calumnias y no tiene nada que ver con la democracia, más bien todo lo contrario”, remarca.
La campaña negativa tiene una estrategia y se caracteriza por la picardía, mientras que la otra se basa en el cinismo, según la opinión de Riorda. Evidentemente, la confusión y la desinformación –que se materializan con las fake news– se convierten en presupuestos básicos para el desarrollo de las campañas sucias.
En los últimos años, se registraron numerosos ejemplos de campaña sucia en Córdoba. Citaremos sólo dos: el primero es de 2003, en el marco de la campaña para intendente de Córdoba. Manos supuestamente anónimas difundieron un folleto en el que se decía que Luis Juez tenía una hija extramatrimonial, cosa que el propio dirigente del Frente Cívico reconoció como información verídica. Aunque resulte obvio recordarlo, eso no constituye delito y ni siquiera es un hecho que sea merecedor de un reproche ético. El objetivo era dañar su credibilidad y denunciar una suerte de doble moral. Sin embargo, el actual senador, en esa elección, arrasó en las urnas.
El segundo caso tiene como destinatario al gobernador Juan Schiaretti. Hace unos años se difundió que su estado de salud le impediría ejercer la función pública, lo cual no es así, tal como quedó demostrado. Luego del acto electoral, se esparció el rumor nuevamente y Schiaretti se vio obligado a difundir una foto desde el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, así probó que no estaba convaleciente.
La ciudadanía no escuchó este ‘trascendido’. Schiaretti está en el tramo final de su tercer período y su gestión y persona tiene una valoración positiva que lo llevan a superar el 60 por ciento. ¿Fue la oposición o la interna peronista la que intentó desestabilizar a Schiaretti? De momento, no se pueden arriesgar respuestas.
La negra de la polémica. El analista de medios Norman Berra coincide con Riorda pero agrega un nuevo tipo de proceso: lo que llama campaña negra. A través de esta subespecie que el especialista considera válida y legal, se pueden armar comités para investigar al adversario en las urnas. Es posible obtener informaciones sobre presuntas adicciones, conductas desarrolladas en el ámbito privado o recabar datos sobre el patrimonio de un candidato. Se trata de una estrategia polémica; hay que analizar las herramientas utilizadas para conseguir los datos y, en segundo lugar, porque no es seguro que algunos comportamientos en la vida privada puedan tener impacto en el desempeño de ese candidato.
A la hora de darle justificativo y afirmar qué es legal, Berra manifiesta que la campaña negra puede revelar el estado de fragilidad de un aspirante a un cargo electivo y convertirlo en un dirigente al que lo presionen de distintas maneras.
Asimismo, considera la existencia de la campaña sucia, a la que vincula con métodos ilegales, y que considera perjudicial. De todos modos, admite que se utiliza mucho porque suele dar réditos a quien la ejecuta.
Por su parte, los consultores Paola Zuban y Roberto Schreiner priorizan en sus discursos el enfoque ético. “Todas las campañas electorales son, al menos, adversariales, porque lejos de plantear ideas y debates, tratan de diferenciarse del otro. Existen varios elementos distintos en las campañas electorales actuales”, reflexiona Zuban.
Y le da valor a la acción de las redes sociales, a través de las cuales la persona se comunica con sus pares: si el mensaje viene de un familiar, de un colega o de un amigo, uno tiende a creerlo, aunque sea una noticia falsa (fake news).
A su vez, Schreiner tiene su posición sobre el tema: “La campaña sucia es una herramienta que usan algunos candidatos para desprestigiar al otro. Esto sucede cuando se carece de ideas, planes y, en definitiva, de honestidad. Es muy feo trabajar en esto porque se denigra al otro. En ese desprestigio, involucran no sólo al rival sino a su familia y a su entorno. Pareciera que rige un ‘todo vale’ que siempre es muy perjudicial”.
Frente al escenario electoral de este año, esa es la amenaza. Oficialistas y opositores exhibieron algunas conductas típicas de quienes están detrás de las campañas sucias, una estrategia que –además de lo que opinaron los consultores– puede decirse que su objetivo central es desacreditar al rival con vehemencia y sin medir ningún tipo de consecuencias. Sería bueno que unos y otros celebraran un acuerdo para impedir que se pegue ‘por debajo del cinturón’, como se dice en la jerga boxística. Este tipo de acuerdos hay que cumplirlos, no basta únicamente con debatirlos y suscribirlos. La política y el país necesitan otra cosa.
Uno por uno, lo que analizan los especialistas:
Debate imprescindible
Enumero un listado de consecuencias de las acciones negras de la desinformación, cuyas implicancias son tan grandes que la democracia no puede eludir este debate:
a- Desde la filosofía democrática pone en juego a la libertad (de elegir). Tergiversa la información disponible para tomar una decisión óptima.
b- Trastoca la representación política. Pérdida de chances y alteración de la competitividad, daño de reputaciones públicas y corrupción (por el financiamiento).
c- Hay autoritarismo porque se intenta silenciar/tapar el disenso desde una concepción fascista con un núcleo argumental mítico e irreal
d- Genera tendencias artificiales gregarias y conductas tribales que encuadran y modelan el debate público desde la más pura artificialidad, pero con una violencia y expresiones racistas, sexistas y estereotipantes cada día más exacerbadas y humillantes.
e- Deslegitima el sistema democrático porque mucho de fake news va directamente a socavar la institucionalidad democrática”.
Mario Riorda
Politólogo, consultor político
El hostigamiento como meta
“Todas las campañas electorales son, al menos, adversariales, porque lejos de plantear ideas y debates, tratan de diferenciarse del otro. Existen varios elementos distintos en las campañas electorales actuales.
Por un lado existe una ausencia total de diálogo y un espacio que se llena con hostigamientos, con ataques.
Por otro lado, existe una necesidad de diferenciarse del otro. Se tensiona al electorado para definirse, en beneficio propio. Y para ello hay que convencer al ciudadano que yo soy el bueno y el otro es el malo. Se destaca la identidad propia con un ataque hacia el adversario que hoy está trascendiendo lo políticamente correcto.
Otra cuestión muy importante es el rol que desempeñan las redes sociales. La falta de confianza en la dirigencia política conduce a depositar la credibilidad en nuestros pares, en personas de la misma condición”.
Paola Zuban
Politóloga, titular de Zuban, Córdoba y Asociados
Instalar la sospecha
“Yo distinguiría la campaña sucia de otros conceptos, como la campaña negativa que es una herramienta legítima a través de la cual un partido o un candidato puede atacar las contradicciones de su rival, mostrar cambios de posición bruscos, inconsistencia de argumentos.
Está también la campaña negra que avanza un paso sobre la anterior y aquí hay un comité específico viendo antecedentes de los rivales o de un rival en particular. Se analiza su historial financiero, si tiene problemas, por ejemplo, con el abuso de sustancias. Se podría decir que es legítimo en la medida que la vida privada de una persona que se candidatea para un cargo público no es del todo privada o queda sometida al escrutinio de la opinión. Si una persona en esta situación llega a un cargo público, podría ser pasible de una extorsión. Sigue siendo una herramienta legítima si lo que se publica es verdadero o verosímil.
La campaña sucia es una especie más degradada de las anteriores y lo reservaría para los casos en los que la comunicación se usa para instalar un estado de sospecha, sin que tenga un viso que lo justifique. O cuando se miente o cuando se usan las fake news.
Se usa la campaña sucia porque funciona, pero esto lleva a una consideración ética”.
Norman Berra
Analista de opinión pública
Sólo importa desprestigiar
“La campaña sucia es una herramienta que usan algunos candidatos para desprestigiar al otro. Esto sucede generalmente cuando se carece de ideas, planes y, en definitiva, de honestidad. Es muy feo trabajar en esto porque se denigra al otro. En ese desprestigio, involucran no sólo al rival sino a su familia y a su entorno. Pareciera que rige un todo vale que siempre es muy perjudicial. Cuando desaparece la idea original de ser funcionario por vocación y solamente hay una meta: ganar y terminan siendo ventajistas. Me parece que una campaña sucia destruye alguna posibilidad de tener alguna idea mucho más clara de lo que hay que hacer con relación al objetivo de esta gente que es simplemente ganar, no importa a costa de qué”.
Roberto Schcreiner
Consultor político