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ARISTAS Y ANTECEDENTES DEL ENCUENTRO

Francisco con Guzmán, mucho más que un gesto del Papa argentino

El Papa Francisco recibió al ministro de Economía el miércoles pasado en la biblioteca privada del segundo piso del Vaticano. Un recorrido por las circunstancias históricas y las características del presente.

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REUNIÓN. El ministro y el pontífice abordaron la situación de la deuda que debe afrontar el país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y con el Club de París. | CEDOC PERFIL

Solo a una pandemia que se ha llevado la vida de 60 mil argentinos y a una gestión sanitaria metida, también, en la discusión de la encarnizada grieta nacional, puede atribuirse que la reunión del Papa Francisco con el ministro de Economía de la Nación, Martín Guzmán, haya pasado casi desapercibida en la agenda mediática.

El pontífice argentino recibió al jefe de la cartera económica el miércoles pasado, por unos 45 minutos, en la biblioteca privada del segundo piso del Palacio Apostólico, donde se llevan a cabo las visitas a las que el Papa y el Vaticano quieren darles visibilidad pública, sean o no de carácter oficial.

En general, los medios catalogaron el encuentro como “un gesto importante” del Papa en apoyo del reclamo que el Gobierno argentino le está haciendo al Fondo Monetario Internacional (FMI), en busca de plazos más extensos para el pago de la deuda de 45 mil millones de dólares que ese organismo le concedió al país durante los últimos meses de la gestión de Mauricio Macri.

Pero no faltó, entre los analistas de la agrietada realidad argentina, alguno que atribuyó el gesto del jefe de la Iglesia a su presunta “afinidad peronista”, una fórmula que muchas veces se utiliza para simplificar la ponderación de un hecho que, como el de la visita de Guzmán, tiene muchas más aristas, antecedentes y proyecciones, que la evidente buena voluntad del argentino que hoy ocupa un lugar central en la discusión de los grandes temas mundiales.

Dos circunstancias. En este orden, quien reduzca la motivación de la última visita de Guzmán al Vaticano (la tercera en los últimos tres años) solo a un guiño del actual Pontífice, está ignorando por lo menos dos circunstancias que exceden largamente la necesidad de apoyo coyuntural que necesita y busca por Europa el ministro de Economía de Alberto Fernández, para la negociación con el FMI y con el Club de París.

La primera de estas circunstancias es histórica: el reclamo que la Iglesia le formula de manera permanente al sistema financiero internacional, prácticamente desde finales del siglo 19 y con más ahínco desde el pontificado de Pablo VI (1963-1978) hasta el presente, con el objetivo de que las relaciones políticas y económicas entre los países que más tienen y los que menos tienen se rijan por el “principio de subsidiariedad”.

Se trata, para decirlo de manera sencilla, del principio por el cual la Iglesia entiende que el que está en una mejor posición (se trate de un Estado, de una ONG, de cualquier grupo humano) tiene la obligación moral de ayudar (“subsidiar”) al que está en una posición menor. La formulación técnica de la “subsidiariedad” se encuentra en el Compendio de la Doctrina Social donde se dice que “conforme a este principio, todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una actitud de ayuda («subsidium», en latín) —por tanto de apoyo, promoción, desarrollo— respecto a las menores”.

Que lo que está en juego es mucho más que un simple gesto del Papa para con su propio país necesitado, lo ponen en evidencia las miles de intervenciones de casi todos los antecesores de Bergoglio en la Cátedra de San Pedro, ninguno de ellos nacido en nuestro país. Más o menos conservadores o progresistas, desde León XIII los pontífices siempre han intervenido ante circunstancias que agravaron la situación económica mundial y multiplicaron la pobreza y la desigualdad. Basta citar como antecedente la encíclica Quadragesimo anno, publicada por Pío XI en 1931, para reclamar reformas al sistema financiero responsable del derrumbe de Wall Street en 1929, y de la crisis global de los años siguientes.

Pero hay otra circunstancia que sí está más vinculada con el presente y con el primer pontificado jesuita y latinoamericano. Es el agravamiento de la desigualdad o de la brecha que separa a los ricos de los pobres, fenómeno que, para el Papa argentino, hace aún más necesario un cambio de paradigma, de estructuras y de métodos en el sistema financiero internacional. Lo que Francisco ve en el rumbo de la economía mundial de los últimos años, sobre la base de estudios de prestigiosos economistas como Jeffrey Sachs y Joseph Stiglitz, es que la riqueza está cada vez más concentrada, cada vez menos personas tienen más y cada vez más personas tienen menos.

Es la consecuencia, dice el Papa, de un mundo que se rige por las leyes de unleyes de un mercado deshumanizado e inmoral. Y esto ha sido agravado por la pandemia del coronavirus, durante la cual no solo se ha dado el fenómeno de que pocas empresas y personas han multiplicado sus riquezas mientras que la gran mayoría se ha empobrecido; la peor manifestación de la falta de solidaridad y de la no aplicación del principio de “subsidiariedad” es lo que ha sucedido con las vacunas, acaparadas por los países más ricos y poderosos, con hasta nueve dosis por habitante, y escasas o inexistentes en los estados menos desarrollados.

Tras más de un siglo de prédica social por parte de la Iglesia, en el entorno religioso de Francisco creen que algo está cambiando. “Creemos en los milagros”, dijo —medio en gracia, medio en serio— un laico que ha investigado en la “economía de comunión”, una propuesta humanista de las finanzas que surgió de un movimiento católico ecuménico y que es mirada con buenos ojos por algunas personalidades con responsabilidad en organismos internacionales.

Las recientes manifestaciones de Kristalina Georgieva, titular del FMI, y del secretario General de las Naciones Unidas, António Guterrez, sugiriendo medidas fiscales en orden a la redistribuciónredistribución de los ingresos, parecen alimentar aquella fe.

La carta  

El 8 de abril, seis días antes de recibir al ministro de Economía argentino, Martín Guzmán, se difundió una carta abierta enviada por el papa Francisco a los participantes de las Reuniones de Primavera del Grupo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. En esa misiva, el pontífice argentino pidió que se analice la implementación de un “plan global” para afrontar la post pandemiapospandemia y el acceso universal a vacunas, salud, educación y empleo; un plan que incluya, además, una reducción de la carga de la deuda externa de las naciones más pobres.

Entre otras inquietudes sociales, el Papa llamó la atención sobre la noción de “recuperación económica” la cual, escribió, “no puede contentarse con una vuelta a un modelo de vida económica y social desigual e insostenible, en el que una ínfima minoría de la población mundial posee la mitad de toda la riqueza”. A esto, Bergoglio agregó: “La pandemia nos ha recordado una vez más que nadie se salva solo.  Si queremos salir de esta situación como un mundo mejor, más humano y solidario, hay que idear formas nuevas y creativas de participación social, política y económica, sensibles a la voz de los pobres y comprometidas con su inclusión en la construcción de nuestro futuro común”.