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ANALISIS

Giordano: "El Estado no necesita un ajuste, si no un ordenamiento"

El ministro de Finanzas de Córdoba, junto a los economistas Jorge Colina y Carlos Seggiaro, proponen líneas de acción para ordenar los desequilibrios en la administración del Estado en el libro ‘Una vacuna contra la decadencia’.

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ORDENADO. Para Giordano y sus colegas es vital avanzar en el ordenamiento del Estado, más allá de la discusión sobre si debe ser más chico o más grande. | Federico Rodríguez

En los últimos 60 años de historia, período del que hay estadísticas y por el que transitaron dictaduras, gobiernos democráticos y visiones ideológicas diferentes, hay una línea transversal: el Estado funcionó mal siempre. Es posible concluir que sí hubo una ‘política de Estado’: el sostenimiento del desorden del sector público. Y cualquier plan de crecimiento y desarrollo que se enuncie requiere de un Estado capaz de gestionarlo.

Ese es uno de los ejes centrales que recomienda el libro ‘Una vacuna contra la decadencia. Cuestionando consensos en torno al funcionamiento del Estado’, y que tiene como autores a los economistas Osvaldo Giordano (hoy ministro de Finanzas de Córdoba), Jorge Colina (consultor, titular de Idesa) y Carlos Seggiaro (consultor de empresas). Desde distintas visiones y recorridos plantean que en la Argentina el problema principal no es la inexistencia de políticas de Estado, sino que estas son equivocadas. Y avanzan sobre algunas reformas de fondo para intentar frenar el proceso de decadencia. 

En diálogo con PERFIL CÓRDOBA, Giordano amplía algunos de los conceptos volcados en el trabajo y que mantienen la intención de ser tenidos en cuenta por el poder político. 

“Está instalado que el problema de Argentina es la grieta, esto de que hay dos modelos, ninguno logra imponerse, pero ambos logran bloquear al otro, con los cual estamos estancados. Argentina tiene muchos problemas y muchos potenciales, pero uno de los centrales es el mal funcionamiento del Estado y cuando uno mira no hay dos visiones distintas, sino una continuidad de lo que irónicamente son políticas de Estado: en los últimos 60 años hay una política de Estado en descuidar el funcionamiento del Estado. Pasó con todos. Probamos de todo y cuando uno mira cómo estos gobiernos administraron el Estado encuentra muchas coincidencias. Básicamente, dos: siempre gastar más de lo que se tuvo. Eso es sistemático. Y asociado a eso, una gran despreocupación con la calidad de la gestión, qué hacemos con los recursos públicos. Todos con sus obvios matices, hicieron lo mismo, descuidar el funcionamiento del Estado, tanto en lo financiero como en la gestión”, plantea.

“El Estado actual funciona bajo una lógica propia y le lleva poco el apunte al plan que pueda tener un gobierno. Hay que cambiar cosas para que el Estado funcione y después ver si es con políticas de derecha o de izquierda. Ese es un problema de segundo orden. En un inventario lo más acotado posible aparecen lo previsional, lo tributario, la organización del Estado y el régimen federal. Hemos sostenido por mucho tiempo políticas equivocadas y no las hemos cuestionado. Puede estar Alberto, Cristina o Milei, si no cambiamos esas políticas equivocadas el destino es el fracaso. Es políticamente incorrecto, pero hay que hacerlo”, remarca. 

—¿Cuál es la política económica más cara que se ha sostenido?
—No me animo a decir un orden de magnitud. Sí que hay cosas que van a llevar más tiempo a resolver que otras. El previsional es un tema que va a llevar más tiempo, pero hay que empezar a resolverlo. El Estado no necesita un ajuste, sino un ordenamiento. En el previsional se ve claro. Un ajuste es tocar la movilidad, que la inflación licúe la jubilación, con eso bajo el gasto y zafo. Ahora, eso implica juicios a futuro, con lo que estás subiendo el gasto. No arreglás nada. Y ahí vemos una política de Estado. Lo hizo Macri, Cristina y ahora lo está haciendo Alberto. Pero si uno toma la decisión de respetar la movilidad, pero elimina los regímenes especiales, aunque sea gradualmente, y ver la administración de las pensiones… Hay que hacer un ordenamiento previsional. Ordenar es solvencia en el largo plazo y calidad, ajustar es otra cosa. Otro eje es simplificar el sistema tributario. No se pueden tener tres impuestos sobre lo mismo. Hay un costo burocrático muy grande que hay que pagar. 

—¿Alcanza con eliminar los regímenes especiales?
—En lo previsional no vamos a tener una solución en el corto plazo. Pero los regímenes especiales mueven el amperímetro. Aun así es plata. Otro punto es que ya hay 20% de las personas que tienen múltiple beneficio, la jubilación y la pensión. La pensión se inventó hace más de un siglo, cuando la mujer no trabajaba y no había prestación para la vejez. Hoy eso se volvió un incordio administrarlo. No hay una sola receta, hay que estudiarlo y debatirlo. Hoy la edad es de 65 años y la mayoría se jubila antes. Un gran cambio sería que se respete esa edad de jubilación. 

—¿Qué rol tiene el proceso inflacionario en la decadencia argentina?
—Esta política de Estado de tener un desequilibrio permanente matemáticamente te lleva a que la corrijas con inflación o deuda. Exceso de emisión para cubrir el déficit que lleva a la inflación o exceso de deuda que te lleva al default. No sirve de nada enojarse contra el aumento de precios. Si vos tenés 60 años en los cuales gastaste más de lo que tenés, agotaste el endeudamiento y te viste forzado a emitir mucho más de lo que la gente necesitaba, vas a tener inflación. No hay instrumentos que compensen semejantes desequilibrios. Esto no se arregla con un ministro de Economía mágico que revise el déficit con ajustes. El arreglo es el ordenamiento. El ordenamiento tributario es muy necesario y relativamente rápido, podés bajar la presión tributaria y burocrática y lograr mejoras de ingreso. Y vinculado a eso está el ordenamiento federal. La coparticipación es una trampa. Hoy tenemos un grupo de provincias, siete, que son las que ponen más de lo que sacan. Y hay otros que reciben más de lo que ponen: Caba y las del norte. Entonces las provincias ricas ponen para los aún más ricos, como Caba, y para los pobres, para empobrecerlos más porque reciben cuanto más pobres tienen. Nosotros planteamos volver a la Constitución y que cada provincia se financie con lo que recauda y se generen fondos de convergencia para asistir a los distritos más pobres. Los números dan. Hay que salir del esquema perverso de subsidiar la riqueza de Caba o el empobrecimiento de los más pobres. 

—Ustedes plantean que la izquierda debería alzar la bandera del ordenamiento para alcanzar cambios de políticas públicas.
—Lo dice Carlos Seggiaro que tiene una visión de izquierda. Un Estado financieramente débil, con déficit, es un Estado que no tiene suficiente poder como para imponer cosas y está supeditado a que lo financien. Una familia endeudada está a merced de los bancos, de un prestamista o un usurero. Si yo quiero un Estado que transforme la realidad, que sea capaz de mejorar la distribución del ingreso, las banderas del progresismo, se requiere un Estado solvente y que tenga capacidad de gestión. Es más una necesidad de un gobierno progresista que de uno liberal. Hay que salir de la lógica de la grieta sobre si la discusión es más o menos Estado. La discusión es mejor Estado. Si vos no mejoras el funcionamiento del Estado da lo mismo. 

—¿Con el dato de la inflación de marzo está claro que estamos en un nuevo nivel del proceso inflacionario, con el daño social que genera? Hoy ya estamos viendo familias que deciden si comen o no. ¿Qué podemos esperar?
—Es muy triste ver un país con la potencialidad de Argentina que fracase sistemáticamente al punto de ver que la gente se quiere ir del país. Pero si no entramos de lleno en el ordenamiento del Estado, vamos a fracasar siempre. Ojalá que el gobierno dé los paliativos para que la situación no escale, pero lo central es el ordenamiento del Estado. Hoy la situación social es muy dramática, qué aspiración puede tener alguien más allá de comer. La agenda es súper complicada, pero no hay salvación, no hay una medida mágica o un régimen monetario, todo lo que los economistas vendemos muy bien. Este Estado, así como funciona, impide cualquier plan de desarrollo.

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