“Te apuesto lo que quieras a que la oposición se divide”, me había anticipado un operador de Hacemos por Córdoba en los días previos a que se tratara en la Unicameral el proyecto para regular el juego online. Menos mal que no le acepté el convite, porque si no a esta altura debería estar honrando esa deuda. Después de la sesión, Darío Capitani amenazó con llevar a la justicia a Luis Juez. El propio Juez calificó como “una locura” las declaraciones de Mauricio Macri y el radicalismo suspendió la afiliación de Orlando Arduh. No se sabe aún cuáles serán las consecuencias de la flamante ley entre la población, pero para Juntos por el Cambio ha sido como la caída de un meteorito más grande que el presupuesto de la película “No mires hacia arriba”.
Mientras afuera la temperatura rondaba los 40 grados, la Legislatura llegaba a su punto de ebullición y quienes se oponían a la nueva normativa estaban más calientes que leche hervida. “No va más”, habría dicho Oscar González, a cargo de la presidencia del cuerpo, al momento de cerrar el debate, en tanto desde Encuentro Vecinal se promovía rezar una cadena de oración para condenar la iniciativa, y hasta se llegó a mencionar la probable llegada del padre Damien Karras para exorcizar el recinto. “Con esto, hasta las mascotas van a volverse adictas al juego. Mi gato ya organiza partidas de pase inglés en el tejado, de las que participan ratones, lechuzas y comadrejas”, habría alegado un representante opositor en su discurso.
Como entrenamiento para lo que vendrá, la legisladora oficialista Milena Rosso fue escrachada jugando al Candy Crush mientras se estaba sesionando, si bien me comentaron que no sería la única. Según versiones confiables, un compañero de bancada de Rosso que habría pedido permiso para ir al baño, en realidad habría salido a la calle a cazar pokemones. “Acá hay corrupción. Todo encaja como las piezas de un Tetris”, habría denunciado un radical histórico, que a propósito de lo sucedido recordó la Ley Bodega, la Ley Banelco y el diputrucho que en 1992 se sentó en una banca del Congreso, votó una ley y por poco no reclama después una jubilación de privilegio.
En fin, cada uno se las arregla como puede para pasar a la historia. Tal es el caso del diputado provincial santafesino que no pudo estar en el debate del presupuesto porque había partido rumbo a las Islas Maldivas junto a su novia. Quizás la misión del justicialista Luis Rubeo en aquel exótico paraíso era averiguar cómo hacen en las playas del Océano Índico para combatir las palometas que tanto peligro entrañan para los bañistas en las costas del Paraná. Pero lo cierto es que su ausencia impidió que se aprobara en Santa Fe la ley de leyes, y el gobernador Omar Perotti lo debe estar puteando en todos los idiomas, incluido el sánscrito.
Así fue como el 2021 se despidió con un notorio incremento de los contagios de Covid, de la cotización del dólar, del valor del peaje, del precio de la nafta, de la sensación térmica y del número de borrachos que intentan abrir la sidra poniéndose la botella entre las piernas y se pegan un corchazo que deriva en una vasectomía espontánea. La mayoría de nosotros posteamos en las redes sociales las fotos de nuestras reuniones familiares, excepto el exministro de Trabajo bonaerense Marcelo Villegas, quien habría aducido que no sale beneficiado en las fotografías cuando le toman el perfil derecho.
Por suerte, ya estamos en 2022, un año en el que, como todos hemos expresado en nuestros deseos del brindis, se acabará la pandemia, se frenará la inflación y Lionel Messi se consagrará al fin Campeón del Mundo, si es que antes no se esguinza tratando de bailar “El bombón asesino” con Antonela Roccuzzo. Tal vez extrañemos las elecciones, que suelen desatar una lluvia de promesas como el ferrourbano o los viajes a la estratósfera. Pero al menos sabremos que, aunque más no sea por unos meses, van a decirnos la verdad: que el FMI le agregó más agujeritos al cinturón del ajuste y que el único “efecto derrame” que puede llegar a afectarnos, es el de alguna copa sobre el mantel de la abuela.
(*) Sommelier de la política