Los exabruptos de Elisa Carrió, no obstante el descontrol que exhiben, han servido para plantear una vez más un juicio crítico sobre la marcha de Cambiemos. Más de una vez he señalado que es una coalición meramente electoral, a veces parlamentaria, pero nunca una alianza de gobierno. Cambiemos ha sido dirigida unipersonalmente desde la Casa Rosada y mi partido, la UCR, nunca fue motivo de consulta, ni se conoce decisión política de ningún tipo en la que haya tenido alguna participación. Entonces, no es casual que la diputada diga que “los radicales harán lo que digamos nosotros”, ¿Macri y Carrió?
Debe advertirse que, en medio de la crisis denominada “aeronáuticamente” como “turbulencia”, se haya anunciado la reinstalación de la Mesa de Cambiemos. Al respecto, si bien han sido convocados algunos dirigentes radicales, es obvio que su participación no fue resuelta ni acordada por ningún órgano partidario. Menos sabemos que hicieron, si es que se han reunido.
La cuestión básica radica en que para el PRO el radicalismo es un socio menor al que apunta a absorberle todas sus acciones y suprimirlo del escenario político del país. Lo grave es que hay dirigentes radicales que están de acuerdo con ese propósito y, por ello, se acurrucan en el calor oficial y mantienen un prudente silencio sobre lo que ocurre en la Argentina, para no espantar al poder.
Sostengo que los radicales debemos hacernos un interrogante clave que es definir si pretendemos que este viejo partido siga existiendo o, por el contrario, declarar que se ha cumplido su ciclo vital y firmar el acta de defunción. Estoy persuadido que la enorme mayoría adhiere a la primera de esas opciones. Pero no porque le otorgue razón a un expresidente del Comité Nacional, hoy intendente de Santa Fe, que se quejaba de los radicales que solo creen en los símbolos y por eso no se sienten cómodos en Cambiemos.
Asevero que esa mayoría a la que aludo tiene puesta su mirada en lo que ocurre en nuestra Patria y, por eso, sufre su realidad, convencida de que la salida de las crisis cíclicas que afrontamos debe buscarse en la revitalización de las ideas, principios y valores del radicalismo, puestas en acto con un sano criterio político que hoy no existe. Por ello afirmo que es preciso llevar adelante una reorientación del gobierno, en el sentido de asumir un plan de acción coherente, posible y creíble. Coherente para que todos empujen para el mismo lado, posible para excluir las ensoñaciones voluntaristas y creíble para que la ciudadanía lo acompañe.
Es preciso asumir que no se trata de disminuir el gasto público, afectando a los jubilados, despidiendo empleados públicos, reduciendo el consumo y, con ello, la actividad del grueso de las pequeñas y medianas empresas, cargando todo el peso de la crisis en los trabajadores. Hace falta lanzar un proyecto tributario que, requiriendo el aporte de los que más posibilidades tienen, se obtengan recursos para una recaudación que financie la acción estatal, promover una fuerte corriente exportadora y relanzar la productividad de todos los sectores de la economía.
Hace falta, de base, un acuerdo político de todos los sectores. Si con esos conceptos se dibuja un programa común con participación radical, Cambiemos puede tener sentido. Si todo sigue siendo soberbia, voluntarismo y decisión unipersonal, será hora de hacer un análisis definitorio.
Jorge Sappia, titular de la Convención Nacional de la UCR.