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El humor al poder

Lapso al borde del colapso

22-12-2019-campo
No faltaron los que opinaron en redes sociales que había que frenar el aumento en las retenciones “tomando diuréticos”. | CEDOC PERFIL

Mientras en la provincia todo es calma chicha porque el gobernador Juan Schiaretti transita su tercer mandato no consecutivo (y el PJ tiene más poder que He-Man), en la Nación y en el Municipio se han sucedido en estos días las designaciones y las decisiones, con un vértigo que termina enredando todo.

Así, hubo gente muy desorientada que me comentó que “Alejandro Pont Lezica fue designado director del Centro Cultural San Vicente” y que “Medardo Ligorria juró al frente del Banco Central”. Tampoco faltaron los que opinaron en redes sociales que había que frenar el aumento en las retenciones “tomando diuréticos” y los que promovían la protesta contra un eventual incremento en el boleto arrojando cospeles troquelados a la fuente del perdón.

No sólo en los planteles de gobierno ha habido recambios, sino que también podría comenzar a verificarse idéntico fenómeno en las celdas VIP de las prisiones. Coincidentemente con la asunción de las nuevas autoridades nacionales se produjo la liberación de ciertos presos célebres, en tanto que algunos de los que hasta hace poco estuvieron en la función pública, han quedado en la mira de los jueces y temen ir a la cárcel. Tal vez esto sea producto de la tan mentada puerta giratoria de la justicia, sólo que en este caso salen unos y entran otros, como si se turnaran en el usufructo de las comodidades de esos pabellones.

Y es que la situación en general está al borde del colapso, el fin de año nos agarra a todos cansados y las escobas nuevas se empecinan en demostrar lo bien que barren. Sobre todo, lo bien que barren con la planta política designada por las gestiones anteriores, que parece tener menos futuro que Belgrano si lo llegan a vender a Vegetti.

Algunos excolaboradores de Ramón Mestre se han refugiado en la UNC, otros que tuvieron cargos con Mauricio Macri se refugian como asesores en el Congreso y muchos de los que se dedicaron a la especulación financiera no saben dónde refugiarse, más que nada después de las últimas medidas económicas.

Yo le advertí al equipo encabezado por Martín Guzmán que si se instauraba un “corralito”, el Campo se iba a quejar por la competencia desleal. Y que si se anunciaba un default se corría el riesgo de que Adolfo Rodríguez Saá planteara una demanda por plagio.

Optaron entonces por cobrar una especie de impuesto al dólar, sin tener en cuenta que para los argentinos la moneda estadounidense es un producto de primera necesidad, en especial por su uso como relleno de colchones. Hasta los ambientalistas se prendieron en el reclamo, al exigir que una parte de lo recaudado a través de ese gravamen, se destine a reparar la tala masiva de árboles que ha requerido la confección de los billetes sobre los que duermen tantas personas.

Expliqué a las autoridades monetarias que era inoportuno aplicar esa tasa en este momento, justo cuando los vacacionantes se disponen a viajar a las playas de Uruguay y Brasil para disfrutar del receso veraniego.

“Me gustaría que esos que se quejan me mostraran los pasajes”, ironizó un amigo que ahora trabaja en el ministerio de Economía. “La mayoría de los que dicen que van a Punta, en realidad sólo va hasta la punta de la habitación para robarle wifi al vecino. Y a muchos de los que aducen que ya alquilaron una cabaña cerca del Pan de Azúcar, los vas a encontrar en el balneario La Toma de Cosquín”.

Mientras tanto, a Martín Llaryora le dieron una bienvenida con bombos y platillos. La UTA batió el parche del “incumplimiento de pagos” y anunció que mañana los servicios podrían verse “resentidos”, algo que seguramente generará un resentimiento de igual magnitud entre los usuarios.

Pero el plato fuerte de estos días ha sido la medida de fuerza de los inspectores que realizan control de la vía pública: flamantes funcionarios debieron salir a combatir la venta ambulante, aunque algunos insidiosos señalaron que vieron a uno de ellos negociar la permanencia de un mantero a cambio de un tupper y diez bolsas de consorcio.