Perfil
CóRDOBA
FEMINIZACIÓN DE LA POBREZA

Mercado laboral: las mujeres, cada vez más pobres y vulnerables

Los números dan cuenta de que la pobreza afecta aún más a las mujeres. Vulnerabilidad, dependencia y trabajo no pago como ejes de un fenómeno en crecimiento. Algunas de las causas y consecuencias de la brecha y las diversas formas de participación de las mujeres en el mercado laboral, en crisis. También, experiencias autogestivas, comunitarias y emprendedoras como otras formas de organizar el trabajo.

29-01-2023-feminizacion-pobreza-29-01-2023-perfil-cordoba
UNA DE LAS CAUSAS. Para Bustos Moreschi, de Fundeps, “es la gran carga de trabajos de cuidados no remunerados, lo que limita la participación de las mujeres más pobres en el mercado laboral remunerado”. | Cedoc Perfil

A pedido de PERFIL CÓRDOBA, el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), analizó los datos de las tasas de pobreza en la Provincia de Córdoba, dado el actual contexto de crisis y la emergencia de la feminización de la pobreza, sobre todo tras la pandemia. En ese sentido, al considerar la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, concluyen que la Provincia de Córdoba, en relación con el promedio nacional, exhibe tasas de pobrezas mayores, tanto en personas como en hogares.

Vulnerabilidad, dependencia y trabajo no pago. 

El mismo Instituto advierte en el informe que si bien no hay “diferencias en las tasas de pobreza por sexo, al analizar los ingresos de hombres y mujeres, y su aporte a la economía del hogar, se observan diferencias importantes”. Sin embargo, advierten: “Del total de los ingresos de los hogares, los hombres son los que realizan más aportes, los cuales están conformados en mayor porcentaje por ingresos laborales. En el caso de las mujeres dependen, además de los ingresos de los hombres, de ingresos no laborales, como por ejemplo de ayudas sociales, lo cual las coloca en una posición de gran vulnerabilidad al no conseguir ingresos por sus propios medios en el mercado laboral”, aportan. Al respecto, consultada por este medio, Cecilia Bustos Moreschi, coordinadora del equipo de Géneros y Diversidad Sexual de Fundeps, agrega que además de los aportes monetarios y no monetarios, es necesario agregar una variable “altamente feminizada” que no aparece en las estadísticas: el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.

En 2020, la Dirección de Economía, Igualdad y Género presentó el informe ‘Los cuidados, un sector económico estratégico. Medición del aporte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado al Producto Interno Bruto’. Midieron que los cuidados representan un 16% del PIB, aportando que son tareas que en su mayoría efectúan las mujeres de manera gratuita. Para Bustos Moreschi, “es la gran carga de trabajos de cuidados no remunerados, lo que limita la participación de las mujeres más pobres en el mercado laboral remunerado”.

“Ellas carecen de recursos suficientes (dinero, tiempo y suficiente cobertura por parte del Estado) para resolver sus necesidades de cuidado y disponer de tiempo para estudiar, trabajar y para el ocio. En ese panorama, si recurren al mercado laboral remunerado, lo hacen en condiciones desventajosas y deben ingresar a empleos más flexibles que les permitan conciliar con sus responsabilidades de cuidado, peor remunerados y carentes de derechos. Es un círculo vicioso que incrementa las brechas y acelera los procesos de feminización de la pobreza”, aporta la coordinadora de proyectos sobre violencia mediática y simbólica, Economía Feminista y Género e Instituciones Financieras Internacionales de la Fundación.

Por su parte, Victoria Lescurat, contadora pública, integrante del Espacio de Economía Feminista de Córdoba (EEF Córdoba), agrega los últimos datos publicados sobre tareas de cuidado en Córdoba de 2021: “El 76,3% del tiempo total ocupado en tareas de cuidado no remuneradas en la provincia es sostenido por mujeres, mientras que los hombres solo aportan un 23,7%”.

Para la contadora, “Que sea ‘no remunerado’ es el dato relevante: “Ese trabajo, porque es trabajo, sostiene de manera invisible el resto del sistema económico capitalista. Siguiendo los datos de Idesa, cualquier recorte en las políticas de ayudas sociales golpeará primero y principalmente a las mujeres. Será un recorte a su independencia económica y las expondrá a más situaciones de violencias económicas, que es algo que se observa en los territorios”, deduce. 

—¿Cuáles son las causas de la brecha? 

—Lescurat: Una de las principales causas es la “pobreza de tiempo” que aqueja especialmente a las mujeres en situaciones económicas vulnerables, al sostener ellas las tareas de cuidado en sus hogares, pero también, en gran medida, en épocas de crisis, en sus comunidades y barrios. Esta “pobreza de tiempo” todavía está pendiente de ser estudiada a nivel nación y provincia. Otra causa, es la diferencia de accesos al mercado laboral. Pero, una vez que una mujer entra en el mercado laboral formal, se encontrará, por si fuera poco, con otra brecha más, que es la salarial entre géneros. En Córdoba es de un 29,6% en el caso de las ocupaciones principales. Pero esto podría ser mucho más alarmante en el caso de las personas en situación de pobreza, porque los datos del estudio de Idesa apuntan a que los ingresos laborales de los hombres son, en promedio, un 33,5% ma

—¿Qué acciones podrían desarrollar los Estados para disminuir la brecha? 

—Bustos Moreschi: Es clave que se sancione el proyecto de ley ‘Cuidar en igualdad’ que establecería un sistema federal e integral de cuidados. Sin embargo, eso no es suficiente, ya que es necesario que se desarrolle una economía de los cuidados a la par, que haya voluntad política para su implementación y el compromiso del sector privado. Hay que promover cambios en toda la sociedad para erradicar de raíz las desigualdades y el Estado, como garante de derechos, tiene una mayor responsabilidad. 
Por otro lado, es relevante comenzar a incorporar una perspectiva de derechos y de género en la normativa y políticas públicas. No se puede seguir vinculando los derechos sociales a la condición de trabajador formal y en relación de dependencia cuando las tendencias van hacia una mayor precarización del trabajo y a la feminización de este. Un avance es la llamada ‘jubilación de amas de casa’ pero que igual es insuficiente. 

—Lescurat: los estados deben entenderse a sí mismos como parte de verdaderas redes de cuidado. Como un vértice más del llamado “diamante del cuidado” en el que también participan familias, comunidades y, eventualmente, el mercado. Para que todas las partes sostengan una redistribución de los esfuerzos requeridos para cuidar a las personas que lo necesitan. Y que este peso no caiga principalmente en las espaldas de las mujeres, que hoy deben resignar su tiempo y sus ingresos en el proceso. Esto es clave para promover sociedades más igualitarias.  

Acceso desigual, permanencia y ascenso en los espacios laborales.


Otro aspecto relevante mencionado es el acceso desigual al mercado laboral, “promotor de desigualdades”, siguiendo al informe de Idesa: “Tiene como consecuencia que cuando ingresan, encuentran puestos en la informalidad, de menor salario, prestaciones precarias y escasas posibilidades de progreso, como es el trabajo no remunerado, es decir, el trabajo doméstico, de cuidado o de apoyo a otros hogares, lo cual las coloca nuevamente en una posición de vulnerabilidad”.  Y añaden un dato esencial: “Del total de personas pobres, en el caso de las mujeres, un 21,55% se dedican a estas tareas, mientras que, en el caso de los hombres, un 0,87%”.

Para Idesa, estos datos dan cuenta de “una injusticia que tiene como varias implicancias negativas, limitar la capacidad de crecimiento e inducir a la dependencia de la mujer respecto del varón. Pero cuando la falta de oportunidades se concentra entre las mujeres más pobres, se pierde además una alternativa de progreso en función del propio esfuerzo, aumentando la dependencia y el sometimiento al aparato asistencialista”.

En este sentido, cuando se le pregunta a Cecilia Bustos Moreschi cómo ‘juegan’ las leyes de cupo para mujeres y disidencias en la generación de oportunidades, advierte un problema: la permanencia y ascenso en los espacios. “Se mantienen lógicas excluyentes, como por ejemplo, la pervivencia del sesgo androcéntrico en las medidas de conciliación familiar.  La responsabilización de las tareas de cuidado demanda más flexibilidad laboral para quienes las tienen a cargo y que, por lo general, son mujeres e identidades feminizadas. En la medida en la que los espacios de trabajo no reconozcan esto y lo traduzcan a prácticas concretas y en un cambio en su cultura laboral para que piensen en términos de corresponsabilidad, los cupos pueden convertirse en una formalidad destinada a reproducir las desigualdades de género”, señala y agrega: “La implementación de cupos laborales deben acompañarse de políticas y prácticas que apunten a realizar cambios estructurales y transversales y, desde una perspectiva de derechos, transfeminista y de cuidados para la sostenibilidad de la vida. Nuevamente, el compromiso debe ser tanto del Estado como del sector privado”. 


Otras formas

—¿Qué experiencias exitosas por fuera del sector público conoce y cómo deberían ser para ‘igualar la tabla’?
 

—Bustos Moreschi: En el informe “Otras economías. La autogestión desde una perspectiva de la sostenibilidad de la vida” que ejecutamos junto al Espacio de Economía Feminista de Córdoba pudimos acercarnos y conocer experiencias autogestivas, comunitarias y emprendedoras que plantean otras formas de producir, de consumir y de organizar el trabajo. 
En Córdoba, estas experiencias integradas por femineidades e identidades disidentes han tenido una presencia cada vez más visible al calor de los movimientos feministas y procesos relacionados con su organización colectiva. 
Son alternativas que ensayan formas más horizontales, cooperativas, solidarias, democráticas, respetuosas de los tiempos y las necesidades vitales de sus integrantes y de su comunidad. Algunas surgieron por necesidad de trabajo, otras porque notaron que no podían habitar más los espacios laborales tradicionales cuyas dinámicas eran insostenibles y también porque entienden que otra forma de vivir y hacer economía es posible. 
No son utopías, sino experiencias concretas, que las vemos en la Feria Feministas Trabajando, en las ferias agroecológicas, en mercados populares, en organizaciones comunitarias que alimentan, visten y acompañan a poblaciones de mayor vulnerabilidad. 
Su existencia, estrategias y formas de organización, han cobrado una especial importancia en las economías locales, y se presentan como una apuesta fuerte por una economía centrada en la vida. También es menester reconocer que, dada la exclusión de mujeres y personas LGBTIQA+ del mercado laboral formal, son precisamente estas identidades las que recurren a otras formas de organización del trabajo, como es el autogestivo, caracterizado por su feminización, por la informalidad y/o por relaciones laborales precarias que limitan el acceso a derechos y que poco se ajustan a sus necesidades y tipo de organización colectiva y solidaria del trabajo, como es el monotributo y el trabajo autónomo.