El martes lo veía a Alfredo Casero en su arenga frente al Congreso y me imaginaba una batalla de gallos, como las que hacen los raperos, entre el ex Cha Cha Cha por la oposición y Dady Brieva por el oficialismo. Así, cara a cara, chiste por chiste, a ver cuál de los dos es más gracioso, que por eso son tan populares, por su capacidad para hacernos reír. Pero no: resulta que han relegado a un segundo plano su sentido del humor para bajar línea, con lo que no queda claro si están hablando en broma, si están opinando en serio o si la política ya se ha transformado en algo tan absurdo que por eso son los cómicos los que han ocupado el rol de voceros.
En su conjunto, esa sesión de Diputados fue un sketch desopilante: los que en un principio no querían dar quórum estuvieron presentes, los que intentaban garantizar la sesión asistieron de manera remota y los medios de comunicación que debían informar sobre el asunto estaban en Barcelona, atentos a las negociaciones del padre de Leo Messi con los directivos del club del que su hijo pretendía irse. Los televidentes hacían zapping entre la performance de Juan Carlos Batman, el stand up de Sergio Massa y la película muda de Jorge Messi, quien esquivaba los micrófonos con gambetas aprendidas de su vástago.
Ante el récord de contagios, algunos de mis clientes que ocupan cargos de gobierno volvieron a recurrir a mis servicios para que los aconsejara sobre qué decir cuando un movilero les pregunta su opinión sobre el tema. “A esto hay que analizarlo día a día”, “debemos ser muy cautelosos al dar una opinión” y “estamos consultando a los especialistas”, fueron algunas de las frases que les sugerí aprenderse de memoria y que se aplican tanto para la pandemia como para la crisis económica, el conflicto de intereses entre Estados Unidos y China, el regreso de Mirtha Legrand a la televisión o la necesidad de que a los jóvenes se les exija saber leer y escribir antes de otorgarles el título de influencers.
Y ahora que la mayoría de las entrevistas son por Zoom y se puede tener un machete, a muchos los he puesto a copiar aforismos de José Narosky, que siempre son útiles para salir del paso. Por ejemplo, cuando los interroguen sobre si en el futuro van a ser candidatos a cierto cargo, pueden decir: “Todos caminaron, pero pocos dejaron huellas”. En cuanto a si están pensando tender lazos con otros sectores partidarios, bien podrían sentenciar: “Tantos siglos de civilización y no aprendimos a abrazarnos”. Y al final de cualquier declaración, es infalible cerrar con: “Mi mayor ilusión es seguir teniendo ilusiones”.
Yo sé que quizás es muy prematuro para el training preelectoral, pero si a los equipos de fútbol les han permitido entrenarse, no veo por qué a los dirigentes se les prohibiría ensayar discursos ante un espejo. En algunos casos, ni siquiera les haría falta la burbuja, porque llevan años viviendo dentro de una de ellas. Además, lo sucedido con el plantel de Boca Juniors ha demostrado que ese sistema es poco efectivo, excepto que se llegue a probar que los contagios fueron provocados por los hinchas de River, como venganza por aquel sonado episodio del gas pimienta en los octavos de final de la Copa Libertadores de 2015.
En Córdoba, mientras tanto, se gestionó que llegara desde el Ejecutivo nacional la autorización para las reuniones familiares. Un funcionario del área de salud de la provincia me confesó que estaba desorientado. “Hace unos meses nos dejaron que las familias se pudieran juntar en una casa. Después, resulta que sólo podían juntarse en restaurantes. Ya empezamos a creer que para que te permitieran ver a tu hermano ibas a tener que invitarlo a subir al gusano loco del Parque Sarmiento y hablar con él separados dos asientos de por medio”, se sinceró este médico, al que siempre se lo ve de barbijo celeste. “En barrio Jardín, si alguien tiene más de 34 grados ya hay que hisoparlo”, bromeó como para no olvidar aquellas viejas rivalidades que a esta altura de los acontecimientos nos parecen piezas de museo.