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Pandemia de coronavirus

Entrevista a Pablo Goldschmidt: "Por un virus se avasallaron los derechos constitucionales"

Desde Francia, el virólogo argentino expresó sus críticas al manejo de la pandemia. “Sufrimos una fuerte restricción democrática”.

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CONTUNDENTE. | Cedoc Perfil

Pablo Goldschmidt es un reconocido virólogo argentino que desde hace poco más de 40 años vive en Francia y es uno de los hombres de ciencia más críticos respecto al manejo de la pandemia de coronavirus en Europa.

Con un currículum que sorprende, Goldschmidt es doctor en farmacología molecular, bioquímico especialista en farmacocinética, psicólogo con orientación clínica y autor del libro La gente y los microbios, seres invisibles con los que convivimos. Además, lleva adelante una noble tarea humanitaria, principalmente en países del continente africano, formando a personal médico.

Desde Mónaco, el especialista atendió a PERFIL CÓRDOBA y brindó su visión respecto lo que se vive en el mundo en torno a la pandemia de Covid19.

—¿Cómo es la situación actual en Europa?

—Se está abriendo la economía. L os restaurantes volvieron a recibir público, pero con normas de distanciamiento muy estrictos y la policía puede hacerte una multa por 135 euros si no las cumplís. Restaurantes que antes tenían 30 cubiertos, ahora tienen ocho. En el transporte también hay muchas restricciones, con asientos en los que no está permitido sentarse para que no haya dos personas juntas. Los colegios están abiertos y tienen protocolos tan estrictos que los padres prefieren que los jóvenes se queden en su casa. Solo un tercio está yendo a la escuela. En vez de haber protegido a la gente mayor y buscar que no se contagien, lo que se hizo fue sacrificar a la generación de los jóvenes estudiantes.

—¿Puede ampliar a qué se refiere sobre este punto?

—La facultad no es una fábrica de títulos. Uno no va por el título. Uno aprende por el contacto con profesores, con compañeros y a través de internet no es una formación completa. La gente estudia por internet, da exámenes por cámara y es mucho lo que se pierde de esta manera.

—¿Cómo evalúa la forma en que Europa enfrentó a la pandemia?

—Hubo mucha gente que falleció, pero no sé si hubo mucha más que la que falleció en 2018. En ese momento hubo muchas muertes por enfermedades respiratorias y muchísimas más en el 2005 y no se cerró ningún país. Hay un problema de evaluación, de análisis y de cómo las autoridades fueron forzadas a tomar decisiones que a lo mejor no hubieran tomado. Esta situación de encierro, de pánico, de pérdida de libertad, que no haya prácticamente cultos abiertos, que tribunales cierre, que la Cámara de Diputados y Senadores cierre y que todo dependa del Ejecutivo. Hubo una fuerte restricción democrática que va mucho más allá del virus y eso es lo que preocupa.

—¿Es algo que sigue ocurriendo?

—Yo estoy a pocos kilómetros de la frontera de Italia, y hasta hace poco no nos dejaban pasar, ahora sí. Si va a Inglaterra lo dejan encerrado dos semanas. Se está manejando todo como si fuera una situación de horror, de terror y no es así. Lo más importante ahora es lo que tiene que ver con la restricción de las libertades. Es la primera enfermedad viral que provoca este tipo de cosas. Desde el 24 de marzo casi no se votan ordenanzas. En Europa limitaron el número de diputados. El parlamento no discute leyes y el parlamento está para eso: para parlamentar, para discutir. Las libertades individuales se cerraron. No hubo libertad de circulación, es anticonstitucional hacerlo en nombre del pánico a un virus, al igual que el cierre de fronteras. No hubo libertad de culto porque no se podía entrar a iglesias, templos o sinagogas. Los barcos no podían entrar a aguas francesas. Es muy complicado.

—¿Fueron medidas exageradas o hubo un intento de avasallar los derechos de las personas?

—El intento no sé cuál es. Yo le hablo de resultados. Hay gente que está esperando un juicio, que están presos y hace cuatro meses que no hay juicios. La presunción de inocencia se acabó. Uno se pregunta: ¿qué paso esta vez? Tampoco sé si utilizar la palabra exagerado. Sí puedo decir que hubo un pánico que no era necesario. Había que cuidar a la gente vulnerable, a la gente mayor, cuidar al personal de salud y ponerse máscaras. La solución no era encerrar a todo el mundo, sino darle máscaras y guantes, pero no los dieron. Entonces, en tres meses se restringió la libertad de tres mil millones de personas y es la primera vez que ocurre. La cuestión social será muy difícil de enfrentar.

—¿La vacuna está cerca?

—No lo sé. Me pongo bastante mal cuando veo que apenas inventan algo hacen conferencia de prensa. No sé si la vacuna es tan necesaria para la población general. Esto no es el drama absoluto. El drama sigue siendo la meningitis que se transmite por la saliva. En América Latina 240 mil personas estuvieron dando vueltas con tuberculosis, escupiendo bacilos de Koch y a ningún periodista o político le interesó. Hay problemas de sarampión y otras enfermedades dando vueltas. ¿Por qué no se desarrollan las vacunas contra el paludismo o contra el dengue? Hay mucha gente incompetente con autoridad de hablar de cualquier cosa y lo único que han hecho es leer diarios. Hay muchos coronavirus, los murciélagos tienen distintas cepas de coronavirus. Se sabe que las enfermedades respiratorias afectan a los más grandes. Se la pasan anunciando falsas promesas de tratamiento que les hace muy mal a la gente y hay que tener mucho cuidado con hacer promesas de este tipo. Yo me pregunto: ¿qué les pasa a los de Ginebra que ocupan todo el espacio con esto?

—¿Usted tiene una respuesta a esa pregunta?

—No, y creo que no es una respuesta sino que deben ser muchas las respuestas.