Esta semana me llegó el rumor de que Marcelo Tinelli podría fogonear la realización de sesiones presenciales en las cámaras del Congreso, tal como insiste la oposición. Por curiosidad, le pregunté a un conocido que trabaja en la productora LaFlia si era cierta esta versión y obtuve una respuesta por demás convincente. “Si siguen sesionando de modo virtual, Marcelo tiene que dar de baja el especial de humor que tiene previsto para el 25 de octubre. Ni Yayo, ni Listorti ni Pachu Peña juntos podrían ser más graciosos que algunos diputados o senadores. Es más, si uno de esos cómicos se hubiera atrevido a hacer lo de Ameri, le levantan el programa. ¡Eso es competencia desleal!”, se quejó mi amigo, antes de volver a ponerse tapones en los oídos para soportar la grabación de “Cantando por un sueño”.
Si el absurdo se restringiera a los recintos legislativos, vaya y pase, pero todos los poderes del estado parecen responder a aquellos viejos guiones de los hermanos Sofovich, en los que los personajes entraban, hacían su gracia y se esfumaban antes de que aparecieran otros. En el sketch del voto contra Venezuela en la ONU, por ejemplo, salió a escena Alicia Castro para enunciar una furibunda crítica al oficialismo… del que ella formaba parte. Todavía no se había retirado cuando hizo su ingreso Patricia Bullrich para felicitar al gobierno… que la tiene como opositora. Sólo faltaba el remate de Minguito diciendo “segual” para asistir a un refrito de “Operación Ja-Já”.
Sin embargo, mientras sus respectivas alas duras los instan a la pelea, la moderación del presidente Alberto Fernández y del jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta lleva a muchos a hacer comparaciones mucho más actuales con la serie “Borgen”. En mi opinión, no sería pertinente buscar similitudes entre la producción de Dinamarca y la realidad argentina: sólo en Escandinavia tendría chances de llegar al poder un partido que se llama “Moderado”. Con lo bien que funciona la grieta por acá, un candidato de ese signo político perdería por paliza contra los que representaran a alianzas como el Frente Más Peronista que el Papa o la Unión Gorilizante Republicana.
Dentro del PJ, las conversaciones de estos días giran en torno a cómo se celebrará el 75° aniversario del 17 de Octubre, que paradójicamente es recordado como el Día de la Lealtad, justo en este momento en que en el partido nadie confía en nadie. Luego de que se desechara la propuesta de festejar mediante un Zoom con dirigentes que tengan los pies metidos dentro de una palangana, a alguien se le ocurrió realizar una concentración multitudinaria de avatares utilizando la última versión del juego de los Sims. Hasta habría un grupo de programadores diseñando la reproducción virtual del Tula tocando el bombo, pero aún no existiría consenso para llevar adelante esta iniciativa.
En lo económico, ya ni el arribo de una misión del FMI para respaldar las medidas oficiales logra contener la escalada del dólar. Se dice que algunos funcionarios de la cartera de Economía, a través de los emisarios del organismo internacional que estuvieron de visita, habrían enviado una solicitud a Kristalina Gueorguieva, la titular del fondo, para que invierta en un plazo fijo en pesos en un banco argentino como manifestación de su apoyo, a lo que ella habría respondido telefónicamente con una frase en búlgaro en la que los traductores creyeron escuchar algo así como “no como vidrio”.
Y en Córdoba, en medio del aumento de los contagios por coronavirus, los incendios y la gente que padece ataques de bostezos tras ver el partido de la Selección contra Ecuador, la fulgurante reaparición de Rubén Daniele en una asamblea del Suoem puso en alerta al Palacio 6 de Julio. El veterano sindicalista dijo que el intendente Martín Llaryora no es peronista y lo acusó de ser “peor que Kammerath”, quien justamente fue elegido en 1999 con el respaldo del PJ. Pese al exabrupto, pocos se atreven a desafiar a Daniele en su conocimiento sobre gobernantes cordobeses. Su trayectoria se remonta a un pasado tan remoto, que hay quienes aseguran que ya había tratado de “gorila liberal” a Jerónimo Luis de Cabrera y que también calificó de “pelele” y “sátrapa” a José María Paz.
