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El humor al poder

Si no es mejor, que no sea peor

1-12-2019-Concejo
Tal vez uno de los primeros debates en ese recinto esté referido al destino que se le dará al edificio donde funcionaba antes la Legislatura, en Deán Funes y Rivera Indarte. | Fino Pizarro

Vivimos una etapa de transición, en que lo nuevo no termina de asomar y lo viejo no acaba de irse. Es decir, nos quedan por pagar los impuestos del auto que vendimos y ya nos llegan los cedulones del que recién compramos. Vemos que empezó a florecer el limonero, pero todavía quedan limones colgando en la planta. O, para ser más gráficos, es como cuando dejamos un amor para darle paso a otro: nos quejamos de los defectos de nuestra pareja anterior, pero empezamos a descubrir que la flamante también los tiene; ¡y nos entra el pánico de que sean peores!

Si estas cosas ocurren en nuestra vida cotidiana, imagínense lo que le está sucediendo a la clase política, que debe rendir cuentas a los ciudadanos de su desempeño, debe asumir la responsabilidad de administrar el Estado y, sobre todo, debe conseguir que quienes votaron se olviden de las promesas de campaña lo más rápido posible.

Nosotros, sus asesores, tenemos que revisar los libros de historia para explicar que el aumento de la pobreza es consecuencia de un decreto que dictó en 1920 el gobernador de Buenos Aires José Crotto. O respaldar con argumentos convincentes que la alta inflación se debe a la escasez de krill en los mares australes.

En el Ejecutivo nacional, para colmo, las presiones para las futuras autoridades vienen por partida doble. Alberto Fernández debe negociar con Macri, que es a quien va a responsabilizar por el descalabro del país; y con Cristina Fernández, que es a quien Macri culpó por el mismo motivo, y a cuya injerencia en el próximo gobierno se le achacan los problemas que podría llegar a tener el nuevo mandatario ni bien asuma.

A esta altura, resulta más fácil armar un cuadro genealógico de todos los profetas bíblicos, que desentrañar los vericuetos del poder en Argentina. En el palacio municipal cordobés, mientras tanto, el traspaso se recalentó más que una sartén sin aceite.

El equipo de Martín Llaryora abandonó la comisión de transición, aduciendo que la actual gestión retacea datos y blanquea contratados. Por su parte, funcionarios de Mestre argumentan que les entregaron todo, hasta las estadísticas en decilitros del líquido cloacal que circula diariamente por las calles de la ciudad, y el coeficiente intelectual que han desarrollado los semáforos inteligentes.

Con respecto a los contratos, un jefe de área habría dicho: “En un mundo donde todo es blanco o negro, los zorros tienen derecho a dejar de ser grises”. Al mismo tiempo que en el Palacio 6 de Julio se prepara la mudanza, en el Panal toda la atención está puesta en la conformación del gabinete que acompañará a Juan Schiaretti desde el 10 de diciembre.

En los últimos días, por los pasillos de la casa de gobierno han circulado más nombres que en la selección de Scaloni. El hermetismo del gobernador es tan cerrado, que se tapa la boca con la mano cada vez que habla con un colaborador, por las dudas le lean los labios. Y hasta hay quienes sostienen que podría llegar a utilizar un bigote postizo alemán modelo Friedrich Nietzsche para ponerse a cubierto de los fisgones.

En esta semana, me di una vuelta por la inauguración del nuevo palacio legislativo, al que muchos comparan por su forma con los antiguos monitores de computadora. “Ya tenemos la pantalla, ahora nos faltaría que haya PC”, bromeó un dirigente de izquierda, envalentonado por las protestas en Chile y por los sandwichitos que servían los mozos.

Tal vez uno de los primeros debates en ese recinto esté referido al destino que se le dará al edificio donde funcionaba antes la Legislatura, en Deán Funes y Rivera Indarte. Quizás se transforme en un museo o en un centro cultural (de hecho, ayer se escuchó allí un coro que cantó la marcha peronista). Y no faltan los que proponen que se habilite en ese lugar una panadería, en honor a todas las roscas de las que fue testigo.