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CóRDOBA
PANORAMA INTERNACIONAL

Un recién nacido con agenda cargada

Desde sus primeras horas, 2021 plantea desafíos globales. Prolonga inequidades y conflictos irresueltos, acentúa incógnitas y esperanzas y repite dilemas con actores conocidos e ignotos. Un mundo agitado, en un escenario de pandemia que no ha terminado, a pesar de las vacunas.

3-1-2021-Trump Biden
. | CEDOC PERFIL

Por más que en momentos sensibles y difíciles como los que dejó 2020 los humanos tratemos de aferrarnos a la idea casi mágica de que las cosas pueden cambiar y las dificultades o sinsabores que atravesamos quedar atrás por el simple hecho de arrancar la última hoja de un calendario hostil, o por inaugurar ese nuevo almanaque impoluto, la historia no es una sucesión de fotogramas independientes, ni se trata de la sumatoria de compartimentos estancos.

Y así como sería un error fatal creer que la pandemia del Covid-19 llegó a su fin o está totalmente controlada por la aparición de vacunas de diverso origen, resultaría ingenuo pensar que 2021 resolverá per se procesos en pleno desarrollo, o cuyo final está aún por escribirse por actores que no necesariamente representan un tiempo “nuevo”.

Este enero que amanece, por ejemplo, marcará en su día 20 el adiós del actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, aunque su salida – enmarcada en la feroz resistencia del magnate a dejar el poder que este miércoles inscribirá su último capítulo en el Congreso– podría parecerse más a un desalojo que a una transición democrática.

De cualquier modo, ni el récord obtenido el 3 de noviembre por el demócrata Joe Biden –con 81.283.485 sufragios o el 51,4 por ciento de los votos emitidos en una elección que contó con la participación del 66,7 por ciento de los estadounidenses–, ni el beneplácito con que buena parte del mundo recibió la noticia de la derrota del republicano, pueden hacer soslayar que el gobernante saliente cosechó 74.223.744 apoyos, que lo convirtieron en el segundo candidato más votado en la historia de su país.

Un capital electoral y político de quien alegó un fraude que nunca pudo probar y asumió conductas de rico caprichoso, que solo está dispuesto a aceptar las reglas del juego si él sale victorioso. Un empresario exitoso que supo explotar el fastidio contra el establishment político y que sumó entre sus seguidores a no pocos fanáticos, radicalizados abroquelados en una derecha obtusa y negacionista que trascendió las fronteras norteamericanas. Al escribirse estas líneas, el Estados Unidos al que Trump prometió hace cuatro años “hacer grande de nuevo”, cuenta casi 350 mil muertos, 20 millones de contagiados y hospitales otra vez colapsados por una enfermedad a la que él subestimó.

Claro que el cambio de nombres y partidos en Washington no significa necesariamente un mundo mejor, pero la derrota de Trump y su “estilo” fueron una noticia más que relevante desde lo simbólico a nivel global.

Aniversarios como recordatorio. Para Biden la historia tampoco se inaugura dentro de 17 días. Miembro por décadas de las esferas de poder político como senador por Delaware o vicepresidente de Barack Obama durante ocho años, existen antecedentes que una serie de aniversarios se encargarán de traer al presente.

El 14 de enero se cumplirán 10 años de la dimisión de Zine el Abidine Ben Alí, el autócrata que gobernaba Túnez, en medio de las revueltas iniciadas 10 días antes por la muerte de Mohamed Bouazizi, un joven vendedor de frutas que se inmoló tras ser despojado de su mercadería por la violenta policía del régimen. Fue el hito inicial de lo que se conoció como Primavera Árabe.

Con el tiempo, y a medida que las revueltas se esparcían por el norte de África y algunas porciones de Asia, quedaría claro que algunas manifestaciones no fueron ni tan espontáneas ni encarnaban nuevas eras, sino más bien el rediseño de un tablero complejo donde la mano de Estados Unidos y sus aliados de la Otan movían sus fichas.

Quizá sea pertinente recordar esas injerencias cuando el 15 de febrero próximo se cumplan 10 años del inicio de la guerra en Libia, que culminaría en octubre con la muerte por linchamiento de Muammar Kadhafi, la atomización de un país que tenía índices de desarrollo y estándares de vida muy superiores a los de sus vecinos y donde hoy mandan diferentes bandos con quienes Europa no tiene problemas en negociar el petróleo.

El “regreso al multilateralismo” con que se promociona el arribo al poder de Biden y su vice, Kamala Harris, debería aprender de lecciones como la guerra de Siria, de cuyo inicio se cumplirá una década el 15 de marzo y entre cuyas funestas consecuencias pueden enumerarse más de 500 mil muertos, 5,6 millones de refugiados y 6,5 millones de desplazados internos. En 2021, el presidente sirio, Bachar Al Assad, cumplirá 20 años en el poder.

También este año, más precisamente el 2 de mayo, se cumplirán 10 años de la operación militar en Abottabad, Pakistán, en la que Obama anunció que había sido ultimado el líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden.

Los tiempos de la red del millonario disidente saudí ya habían dado paso en la agenda del terror a un nuevo nombre, el Estado Islámico, de cuya génesis (por acción y omisión) el propio Trump culpó más de una vez a su rival en las elecciones de 2016, la exsecretaria de Estado Hillary Rodham Clinton.

Como se ve en esta historia tan intrincada no conviene otorgar nobeles de la paz o dispensar elogios a cuenta de lo que pueda venir.

Latinoamérica y las urnas. Mientras, en la Latinoamérica movilizada pese al distanciamiento en el 2020, habrá elecciones que marcarán próximos rumbos de una región que brega por menos desigualdad y más derechos. La agenda electoral regional se iniciará el 7 de febrero con comicios presidenciales en Ecuador, donde Andrés Arauz, apadrinado por el expresidente Rafael Correa, es favorito pero no evitaría un ballottage.

El 11 de abril tendrá dos hitos muy importantes: la primera vuelta de las presidenciales en Perú y la elección de la Asamblea Constituyente en Chile. En Perú, la crisis política e institucional se profundizó desde la elección que consagró a Pedro Pablo Kuczynski (o “PPK) por solo un puñado de votos frente a Keiko Fujimori en 2016. A la renuncia de PPK, envuelto en hechos de corrupción que había prometido desterrar, se sumó el cierre del Congreso dispuesto por quien asumió en su lugar, Martín Vizcarra, la destitución de este último por parte del Parlamento; el fugaz mandato de Manuel Merino, y su renuncia y reemplazo por Francisco Sagasti.

Ni Vizcarra, ni Merino ni Sagasti fueron votados para ejercer la presidencia del país por un pueblo que padeció una pandemia que desnudó brechas sociales y que este año buscará recuperar protagonismo sobre los destinos de su país.

Chile, en tanto, tratará de culminar con una Carta Magna democrática las protestas que se iniciaron en noviembre de 2019 y que forzaron al gobierno de Sebastián Piñera a convocar a un referéndum que el 25 de octubre pasado sepultó la Constitución de 1980, resabio de la dictadura de Augusto Pinochet.

De la conformación de la Convención Constituyente dependerá el tono que tendrá el futuro texto legal más importante para los chilenos, quienes el 21 de noviembre volverán a las urnas para elegir presidente y un nuevo Legislativo.

También en noviembre habrá presidenciales en Nicaragua y más cerca, en marzo, en Honduras. Otros países, como México y Argentina, tendrán en este año importantes comicios parlamentarios.

Aunque si de votaciones se trata, las que quizá se roben este año la atención global serán las parlamentarias que Alemania convocó para el 26 de septiembre. Si no ocurren imprevistos, de esas elecciones debería surgir el nombre de quién sucederá como canciller a Angela Merkel, la indiscutida líder de una Europa hoy más atribulada por la segunda ola del Covid que por el largo proceso del Brexit. Este 2021 nació ya cargado. Un incompleto inventario augura emociones fuertes.

Periodista especializado en política internacional