CORONAVIRUS
Pandemia en España

Diario de la peste | Cerrado por Navidad

Nada sabemos del hombre, decía Séneca. Nada sabemos del coronavirus, dice este tiempo que nos toca vivir.

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España supera el millón de casos de coronavirus. | AP

El químico José Luis Jiménez, doctor en ingeniería por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y catedrático de química y medio ambiente en la Universidad de Colorado, ha firmado una carta junto a 239 científicos en las que explican que el mayor riesgo de transmisión del virus es a través de los aerosoles.

Mientras tanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) opina lo contrario: las gotitas que eliminamos al hablar, gritar, cantar o simplemente exhalar el aire, tienen un recorrido corto y de ahí que la distancia sanitaria sea de metro y medio o dos metros, según el criterio de las autoridades de sanidad de cada sitio.

Pero el químico Jiménez sostiene, junto a todos sus colegas, que el aerosol, cuyo tamaño es menor de cien micras o milésimas de milímetro, flota. Queda suspendido en un ambiente sin ventilación y contagia. Dice este científico que "la transmisión por aerosoles es como si todo el mundo exhalara el humo de un cigarrillo y quisiera inhalar la menor cantidad posible del humo de los demás. Todos los que nos rodean, por ejemplo, están respirando humo y deberíamos intentar evitarlo. Y cita el ejemplo de un coro de Washington de 112 integrantes de los cuales, después de un ensayo, 53 se contagiaron". En El País se muestra claramente cómo funciona esto en un salón, un bar y una clase. El gráfico es elocuente: 24 alumnos con un profesor que ha contraído el virus, en dos horas puede contagiar a 12 alumnos; si todos llevan mascarillas, el número de contagios se reduce a 5 alumnos y si se le agrega ventilación constante, solo uno solo se contagia.

 

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Este parece ser el motivo de los brotes. Mientras tanto, en Madrid, la noche del sábado al domingo, con bares y restaurantes cerrados desde la medianoche a las seis de la mañana, la policía intervino en 300 fiestas ilegales y un "macrobotellón" de 300 personas. Se llama "botellón" en la jerga juvenil a una reunión en una plaza, parque o explanada donde se consume el alcohol comprado en tiendas o supermercados. Este es un hábito muy arraigado que con las prohibiciones sanitarias toma un mayor impulso. Pero no solo de jóvenes se trata, a quienes se criminaliza por los contagios. En Chinchón, localidad cercana a Madrid, la Guardia Civil intervino en una fiesta ilegal con 140 personas y detuvo al propietario de la finca, un hombre de 57 años.

En estos días se publicará en España el último libro del filósofo Byung–Chul Han, Caras de la muerte: Investigaciones filosóficas sobre la muerte, quien, en un adelanto del mismo, reflexiona sobre las razones del éxito de los países asiáticos sobre la pandemia ante el fracaso de los europeos. Descarta, de algún modo, a China por tratarse de una dictadura dado que, a través de un totalitarismo digital, los ciudadanos están sometidos a un implacable seguimiento no en manos de las autoridades sanitarias sino policiales. Pero ocurre que en Corea, apunta Han, también: es la policía quien hace el rastreo de contactos se hace con métodos tecnológicos propios de criminalística. En Occidente, sin embargo, siguiendo con su reflexión, a pesar de nuestro parámetro liberal, entregamos impúdicamente nuestra vida hecha datos a las redes sociales poniendo en manos de Facebook o Google toda nuestra intimidad y los algoritmos que escrutan nuestro estado económico para la evaluación de un crédito como FICO en Estados Unidos o Schufa en Alemania no son distintos a los chinos.

 

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Hay un factor cultural, más allá de la vigilancia, un valor cívico y una comprensión de la libertad que se sobrepone al uso egoísta de una terraza rodeada de ocupantes bullangueros, como anoche en mi barrio de Madrid, con pocas mesas libres a pesar del frío. Tal vez querían olvidar que era lunes, sin tener en cuenta que, al mismo tiempo, olvidan al virus. A medianoche todos a casa. Seis horas de tregua.

Este miércoles 27, en el Congreso se debate el nuevo Estado de alarma. El Gobierno pretende decretarlo hasta mayo. La oposición, hasta Navidad. Hay dos modos de leer las intenciones de la Moncloa. Una es que, con semejante margen, puede negociar a la baja un tramo que le evite la renovación quincenal como ocurrió en primavera. La otra razón es que en esa fecha se espera contar con una vacuna. La oposición es directa: no quiere que el país este cerrado en Navidad ni en Semana Santa: la economía y el turismo no lo resisten. Olvidan que aquí, como en muchos otros sitios, todo el año es Navidad.