CULTURA
Aniversario

90 años de Juan Gelman

Galardonado con el prestigioso Premio Cervantes, fue uno de los poetas más importantes de habla hispana. Murió en México, en 2014.

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Juan Gelman nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930. | CEDOC

En los poemas dedicados a su hijo secuestrado y asesinado durante la dictadura militar, escritos en el exilio en Roma, Juan Gelman se preguntaba: “¿te rejunto otra vez? /¿te apeno el habla? / ¿te duelo el nunca? / ¿más? /¿o nunca más me mirará hermoseando tu hermosura? /¿descansás de tu piel? /¿desquerés mucho?”. Hoy, a noventa años del nacimiento del escritor, el murmullo cadencioso de su poesía sigue hermoseando la lengua que él supo amar, transformar y convertir, como hacen los grandes poetas, en una lengua en el interior del lenguaje.

Contra la deshumanización. Oriundo de Villa Crespo, hijo de inmigrantes judíos ucranianos (a cuyo universo volvió en Dibaxu con poemas escritos en sefardí), hincha de Atlanta, traductor, militante político, nómade a la fuerza y periodista, Gelman fue, ante todo, un poeta.

“Creo en la poesía –dijo-. El único tema de la poesía es la poesía misma, por eso puede hablar de todo”. Y así es como en su obra la religión, el poder, el erotismo, la infancia, el tango, la memoria y la muerte de los otros se alternan como figuras móviles de un viaje que terminó en 2014 en Ciudad de México, a los 83 años. En 2007 había recibido el Premio Cervantes, reconocimiento máximo en lengua española a un escritor. En su ovacionado discurso recordó: “Santa Teresa y San Juan de la Cruz tuvieron para mí un significado muy particular en el exilio al que me condenó la dictadura militar argentina. Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo mismo sentía, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui expulsado para mí. Y cuánta compañía de imposible me brindaron”. Su obra también brinda compañía, además de oficiar como estímulo para escribir a lo largo de los años.

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Su primer libro, Violín y otras cuestiones, se publicó en 1957, y recibió elogios de Raúl González Tuñón por su poética coloquial y de temática porteña. Fue el inicio de una producción incesante. Un año antes de su muerte, en 2013, dio a conocer un libro tan comprometido como original, Hoy, que reúne trescientos textos poéticos y en prosa, concisos, evocativos, casi siempre con una dedicatoria al pie, creando un entorno de correspondencias y efectos más allá de la lectura. “Dios se fue al vacío que dejó su muerte. La sombra traga los regresos y los favores del amor en cualquier calle se abandonan. La vida se pareció a la vida alguna vez / ya la mentira ni siquiera vuela. Hay que barrer el mundo en sucio estado / otra vez ponen huevos de serpiente / viejos” (dedicado a José Nun).

Como escribió el crítico Jorge Monteleone, “la lengua Gelman jamás dejó de expandirse y puso su palabra en los vacíos de ser hasta el fin”. Entre aquel libro de 1957 y el de 2013, publicó obras maestras como Cólera buey, Carta a mi madre y De atrásalante en su porfía. Para el escritor mexicano Carlos Monsiváis, pese la desesperanza y la rabia, la poesía de Gelman estaba en contra de la deshumanización. 

Una poesía que no se desgasta

“Fue un encuentro clave para mí: una escritura jugada, gozosa en su manejo de la materia verbal y muy viva, con respiración propia, una actitud abierta a la contradictoria vida concreta, amorosa, hacia las debilidades de lo humano y, sobre todo, una habilidad para extraer riqueza y gracia de nuestra manera de hablar, en la que vi abierta la vía para acceder a mi propia voz –dice el poeta Daniel Freidemberg-. La posición ideológica también, pero nunca estuve de acuerdo con los que reducen a Gelman a la figura del ‘poeta militante’. Lo que ahora más me impresiona, sin embargo, es que, cuanto más la vuelvo a leer, más admiración me produce esa poesía: no hay desgaste, el ‘esto ya lo vi’ se deshace ante la constatación de lo que veo que se despliega ahí, en las palabras y en su torno, como quien lo descubre aunque lo haya visto cien veces”.

Freidemberg destaca en especial el valor de los últimos libros de Gelman, donde el poeta “va concentrándose en hacer hablar a lo indecible desde los primeros poemas del exilio y, más aun, desde su encuentro con los místicos, en Citas y comentarios”. En ese libro, el motivo de la posesión por la pérdida desemboca en un éxtasis de sentidos, siempre modulados por una sintaxis quebrada y dulce. “Me gusta adentrarme en ese misterio que nunca termina, ponerme en juego en los interrogantes que me abre”, concluye Freidemberg. La experiencia de cada lector se enriquece con las preguntas (que a veces no son otra cosa que respuestas desnudas, vestidas de interrogantes) de la poesía de Gelman.  

Dos poemas de Gelman:

Comentario XXIII

      (san juan de la cruz)

 

esta herida con vos/o llaga/luz

como criatura vulnerada o

pena de vos que vivemuere

hasta que la matás haciéndola,

 

dicha de vos cielando furias/paladar

al que mi lengua está pegada

como lengua de vos/o tierra donde

crecés como dulzura/vos

 

que me empezaste y quiero que me acabes

en la mitad de vos/país/amparo

por donde toda la vida va/ temblor

que me temblás en vos/claro fuego

(De Citas y comentarios -1982)

 

 

Opinión

Los poemas escritos en

estado de frialdad tienen

una ventaja: están escritos

en estado de frialdad. El odio

del vecino no entra ahí, ni el vecino

atado a su odio y

se puede alabar las bellezas del paisaje.

Alabar es una palabra rara, lleva

del ala al bar donde

el estaño está mudo.

Los poemas sin sangre

tienen una ventaja:

no tienen sangre, ni

sacudones mortales o inmortales, ni

la imperfección, la suciedad

de todos. Eso cae y nada

perturba a la tierra.

A los poetas que practican esa visión y

sin duda escriben hermosos poemas,

habría que levantarles una estatua

ciega que no se vea.

Es bello su no estar.

Todo está bien afuera

de todo lo que está mal, intocado y

lejos de la escritura, lejos,

en un canto bajito.

(De País que fue será - 2004)