En las páginas de El Entenado, la novela que Juan José Saer escribe a fines de los años 70 y publica en 1983, hay además de la recreación ficcional del viaje del grumete con la expedición de Solís al Río de la Plata, un tratado sobre la identidad y sobre todo, una puesta a punto del concepto de lo latinoamericano que tanto interesaba a su autor. Porque para Saer, dicho de manera muy rápida y general, la nueva narrativa latinoamericana de los años 60 fue más un problema para su trabajo literario que una moda o caravana a la que subirse en esos tiempos frenéticos de explosiones de escritores estrellas. Sus especulaciones filosóficas a la orilla del río eran más vacío que espacio de maravilla y abarrotado de selva y alucinaciones. En esa nouvelle, sobre todo, arregla cuentas con el boom y la obra de teatro que escribe el entenado a su regreso es la prueba de ello. Una desopilante sucesión de hechos exagerados sobre el espacio de lo real maravilloso latinoamericano que entretiene a un público europeo que es el espectador privilegiado sin cuestionamientos.
Por lo tanto, ser latinoamericano en esos años fue muchas cosas al mismo tiempo. ¿Qué significó, por ejemplo, en los años 60, cuando la literatura y las artes plásticas parecían haberse puesto de acuerdo en que latinoamericano era casi por totalidad una mezcla de realismo mágico con discurso indirecto libre y la presencia de los subalternos, el término más usado era “los otros”, que debería ocupar el centro del cuadro y el volumen de la escultura? En ese momento, ante un discurso bastante homogéneo que necesitaba un poco de Caribe y algo de selva amazónica, algunos escritores y artistas sintieron que no estaban en onda.
"This Must Be the Place: Latin American Artists in New York, 1965-1975", la muestra curada por Aimé Iglesias Lukin en Americans Society en Manhattan, problematiza esta relación agregando un nuevo componente: el lugar. Porque la hipótesis que sostiene a este conjunto de 41 artistas individuales y colectivos, con sus obras y sus prácticas experimentales es la incidencia de la ciudad de Nueva York. No sólo para el desarrollo creativo de cada uno de ellos sino para fortalecer el espacio cultural. Un tejido que entrecruzó la escena neoyorkina de manera sigilosa, disruptiva y desde esta mirada, esencial.
“Este debe ser el lugar” es la traducción del título de la exhibición y también, el nombre de la canción del grupo Talking Head que también a comienzos de los 80 postulaba que el hogar es donde quiere estar y que adivina, debe ser divertido. En ese deseo de espacio y tiempo fuera de tiempo, como un himno al amor y a la libertad, sin las seguridades aparentes de una nación o una lengua, los trabajos del brasileño Hélio Oiticica, Alfredo Greco, Marta Minujín, Eduardo Costa, Leandro Katz, la chilena Sylvia Palacios o el dominicano Freddy Rodríguez, entre otros tantos, cumplen a su manera el sueño americano. Reformulando el tan conocido “hacerse a sí mismo” por el “hacerse latinoamericano” para encontrar en una comunidad imaginaria un modo de expresión que mantenga alerta las tensiones políticas, sociales y culturales.
Entre la realidad y la utopía (topos imaginario), por la emancipación y el deseo, para la lucha y la liberación, el sesgo prospectivo que autoriza a traducir esa fórmula que se condensa en el título, además, como este debería ser el lugar. Porque si no lo es, lo inventamos. O lo leemos en la cita de El entenado: “En esos tiempos, como desde hacía unos veinte años se había descubierto que se podía llegar a ellas por el poniente, la moda eran las Indias; de allá volvían los barcos cargados de especias o maltrechos y andrajosos, después de haber derivado por mares desconocidos; en los puertos no se hablaba de otra cosa y el tema daba a veces un aire demencial a las miradas y a las conversaciones. Lo desconocido es una abstracción; lo conocido, un desierto; pero lo conocido a medias, lo vislumbrado, es el lugar perfecto para hacer ondular deseo y alucinación.”
Ficha de la muestra
La exposición estará acompañada de dos publicaciones: una guía ilustrada de la exposición con un texto curatorial junto con la lista completa de obras y un libro independiente que destaca las voces de los artistas y los documentos de esa época que se publicará en enero 2022, para la inauguración de la segunda parte.
La Sociedad de las Américas, establecida en 1965 y dedicada a la educación, el debate y el diálogo en las Américas, también llevará a cabo una serie de programas públicos, presenciales y virtuales, que acompañarán la exposición, incluyendo foros de discusión, presentaciones y visitas gratuitas a la galería.