CULTURA
teatro pandÉmico

El futuro es hoy: robots y el miedo a la extinción

“Ven conmigo si quieres vivir”, dijo hace unos días Arnold Schwarzenegger al vacunarse contra el Covid-19. La frase de Terminator promovía la vacunación mientras ocurre la verdadera llegada de los robots.

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Presagios. El modelo de robot Sophia se fabricará a gran escala. La ficción hecha ciencia: Metrópolis de Fritz Lang, Yo, robot de Asimov y Blade Runner 2049 de Villeneuve. | cedoc

En nuestro teatro pandémico, a la manera grecolatina, llega el robot como un dios para cambiar el rumbo del relato: Deus ex machina. Pero tal arribo incentiva la memoria y desata una madeja de dudas. El caso es que Hanson Robotics, empresa de Taiwán, acaba de anunciar que a mitad de año comenzará la entrega comercial de cuatro tipos de robots, entre ellos Sophia, modelo hiperrealista que desde hace 5 años promociona el negocio. La producción será escalar para satisfacer a empresas e individuos; en rubros atención al público, sanidad, alimentación, o compañía para personas en soledad o discapacitados. Los riesgos del confinamiento aceleraron la demanda, o sea, en la tragedia se gestó una oportunidad.

La misma tiene a un presentador humano (así parece), el Dr. Hanson, al que se le adjudica la publicación de un ensayo titulado Ingresando en la era de los sistemas inteligentes vivos y la sociedad androide. El texto y sus declaraciones mediáticas, exponen un futuro donde, por la exigencia de los usuarios, los robots incrementarán su inteligencia artificial (IA) al punto de que podrán votar, casarse con humanos, ser propietarios, así como reclamar derechos a la existencia y libertad. Arriesgó una fecha, 2045. Y esto tiene varios antecedentes en la historia cultural humana.

De manera arbitraria, como esta anunciación, el inicio robótico en el cine ocurre con el androide metálico de formas femeninas del empresario Rotwang en Metrópolis (1927), de Fritz Lang. El mecanismo revestido con carne reemplazará a María, la protagonista. Un detalle: Sophie habita en las redes sociales. Una foto reciente la muestra con otros robots precarios, bello su rostro (blanco, de unos 30 años, como la enfermera que pide silencio cruzando el índice sobre los labios), al fondo un cuadro donde se lee “feminist”. ¿Madre María, Shiva o una bruja perseguida por La Inquisición? Esta apropiación de lo femenino plantea un debate.

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A esto sigue cierta enumeración. La inteligencia artificial Hal, que toma conciencia de sí y asesina a casi toda la tripulación, en 2001 Odisea del Espacio (1968) de Stanley Kubrick (sobre novela y guión de Arthur C. Clarke). El robot Ash, que privilegia al cigoto extraterrestre sin importar los viajeros, en Alien, el octavo pasajero (1979) de Rildley Scott. En el plano bélico: Terminator (1982) de James Cameron, con el asesino robot de piel sintética enviado desde el futuro por la corporación Skynet; Robocop (1987) de Paul Verhoeven, con un híbrido o cyborg, condicionado por cancelación de la memoria, bajo la corporación OCP; Chappie (2015) de Neill Blomkamp, donde una banda de marginales reeduca al robot policial sustraído a la corporación Tetravaal. Aquí se afirma el ente “corporación” detrás de la máquina, siniestro detalle que trata un género, el cyberpunk.

Un antecedente literario respecto a la relación con los entes artificiales es el de Isaac Asimov en Yo Robot, libro de relatos llevado al cine por Alex Proyas en 2004. Allí Will Smith (quien participó en un video promocional de Sophie), enfrenta un golpe de estado de máquinas que desconocen las tres leyes de la robótica, a saber: 1) un robot no hará daño a un ser humano ni permitirá, por inacción, que alguno sufra daño; 2) un robot debe cumplir las órdenes de los humanos, a excepción de las que entren en conflicto con la primera ley, 3) un robot debe proteger su existencia en la medida en que esto no entre en conflicto con la primera o segunda ley. A estos principios ni aluden las empresas del rubro agrupadas en IFR (International Federation of Robotics, https://ifr.org).

Otros referentes: Blade Runner (1982) de Ridley Scott, sobre novela de Philip K. Dick, y su secuela, Blade Runner 2049 (2017) de Denis Villeneuve, donde Joi (Ana de Armas), es la novia holográfica con IA “afectiva” de K, cazador de réplicas, a su vez él mismo una de diseño más avanzado que sirve en la policía de Los Ángeles. Dúctil, Joi aparece leyendo Pálido Fuego de Nabokov en su modo “esposa intelectual”. Aquí pasamos de la corporación Tyrrell a la de Wallace, psicópata humano y mixto, actualización del Hal de 2001. 

Pero la llegada de Sophia no proviene de la fantasía. Existe una sociedad donde robots y humanos conviven desde hace años, y se describe en el libro de Julián Varsavsky, Japón desde una cápsula (Adriana Hidalgo, 2019). Islas que fueron escenario del Apocalipsis para iniciar la Era de la Energía Nuclear, de allí surgió el monstruo mutante Godzilla. ¿Qué tipo de aberración surgirá de esta relación entre seres y entidades mecánicas autónomas? ¿O será la destrucción definitiva de nuestra especie?.