Días atrás, mientras analizaban en el estudio de ESPN el encuentro entre Tigres y Veracruz, el periodista Alejandro Fantino calificó ese partido de fútbol como “nietzscheano”. Sin haberlo visto, se puede inferir de sus palabras un carácter majestuoso en el choque entre dos estilos deportivos: uno “apolíneo” y otro “dionisiaco”, en los términos propuestos por el filósofo alemán en El nacimiento de la tragedia. A 175 años del nacimiento del hombre que filosofaba a martillazos, la sombra de Friedrich Nietzsche, o más bien el fulgor de sus ideas sobre el conocimiento, el poder y la moral, “baila” entre nosotros, como le hubiera gustado metaforizar. Se publican estudios sobre su obra, que supo conocer un destino errático y una serie de interpretaciones tendenciosas; se celebran encuentros internacionales, como el que tuvo lugar semanas atrás en Madrid, organizado por la Red Iberoamericana de Estudios Nietzscheanos (y en el que participó la destacada investigadora argentina Mónica Cragnolini); se brindan talleres privados y, como quedó claro con el aporte de Fantino, se invoca su nombre para explicar el alcance de una fuerza revolucionaria que, como los grandes acontecimientos históricos, avanza a pasos de paloma. Es la fuerza de un pensamiento único, que en el siglo XX alumbró la obra de artistas, filósofos, activistas y teólogos.
Un filósofo en el escenario del presente. “La vigencia de Nietzsche no sólo se debe a las extensiones de los conceptos de voluntad de poder y nihilismo como claves para comprender las derivas políticas, sociales, culturales y tecnológicas del mundo contemporáneo sino también a su enorme influencia –dice el escritor y docente Rubén Ríos–. Filósofos como Martin Heidegger, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Michel Onfray o Judith Butler, por nombrar a algunos de los más conocidos, muestran una relación muy estrecha con el pensamiento nietzscheano”. Heidegger, que lo consideró clave para su crítica del pensamiento metafísico occidental; Foucault, que adoptó el concepto nietzscheano de “genealogía”, y Deleuze, que le dedicó varios libros en reconocimiento por la noción dinámica de devenir, son tres de los herederos del filósofo alemán. “Por otra parte, al menos a partir de la segunda mitad del siglo XX, Nietzsche comienza a configurarse como uno de los pensadores más notables y decisivos de la historia de la filosofía occidental –agrega Ríos–. En realidad, su obra implica uno de los grandes giros filosóficos que aún se encuentran en curso. Posiblemente, además, se mantiene en vigencia porque muchas de sus advertencias y caracterizaciones sobre la modernidad van adquiriendo cada vez más referencias empíricas muy claras”.
La crítica de la política como instrumento de un programa moderno, de consecuencias imprevistas; la suspicacia ante el concepto de verdad y su gesto vital de estar contra la corriente (lo que lo llevó a asumir posiciones que hoy se considerarían reaccionarias) sitúan a Nietzsche como un pensador moderno. Pero para el filósofo argentino radicado en España Nicolás González Varela, la consagración de Nietzsche como un filósofo de la modernidad constituye una paradoja. “Nietzsche fue en realidad (y esta sí es su grandeza) el filósofo más genial de la antimodernidad. No hay más que leerlo”, declaró en una entrevista. González Varela considera al autor de El anticristo más un escritor que un filósofo, e imagina que el propio Nietzsche se hubiera escandalizado ante la consagración institucional de su figura, producto de lecturas erradas, si no interesadas. “La expurgación de Nietzsche de todo nexo con la historia real o la subestimación del contexto en sus lecturas no es más que posmodernismo hermenéutico”, afirma González Varela.
Profesor de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, Diego Singer coordina desde hace más de diez años cursos para todo público. Su página de Facebook Taller de Filosofía es muy visitada por colegas y aficionados al arte del pensamiento. Para Singer, Nietzsche fue capaz de vislumbrar, hacia fines del siglo XIX, una cantidad de problemas que hoy son centrales para pensar el presente. “Las lecturas más apresuradas leen la famosa afirmación nietzscheana de la muerte de Dios como un ataque a la vida religiosa –señala–. Nada más errado; se trataba de un diagnóstico, de una constatación: ya no podemos vivir amparados en un fundamento último. Y uno de los peligros mayores de esta situación, advertía, es que nos entreguemos a la uniformidad de la sociedad de mercado, a una existencia utilitaria que nos hace creer que somos libres”. En opinión de Singer, Nietzsche advirtió sobre dos formas de huir de la vida. “La primera es renunciar a ella en búsqueda de un ideal metafísico, de una falsa profundidad que en última instancia no existe, como proponen algunas religiones. La segunda es la de nuestra época: vivir en el entretenimiento, en la velocidad como única lógica de escape, no poder crear genuinamente nuevas formas de vida porque el ruido de la hipercomunicación nos aturde”. El propio Nietzsche pedía siempre más y más plazos para crear una obra fuera de lo común.
“Nietzsche sigue vigente por su estilo, la profundidad de su pensamiento y su actitud crítica y desafiante –sintetiza Esteban Ierardo, filósofo, ensayista y docente–. Su estilo es el de un pensador-artista, que funde ideas con imágenes. Su pensar sorprende por su reelaboración de la idea antigua del eterno retorno, por su declaración de la muerte de Dios, que consiste en el valor de matar al dios judeo-cristiano para crear nuevos dioses; o por su ideal del superhombre, aquel que crea nuevos valores y se enfrenta con audacia y riesgo a lo nuevo y desconocido”. Ierardo recuerda que Nietzsche se abocó a una tarea de desmitificación y combate contra los ídolos de su época mediante un retorno a la Grecia clásica. “Dionisos simboliza la vida desbordante y cambiante, la pasión, lo sensual, lo abismal e inagotable. Apolo es el límite, el orden, la armonía, lo racional. Lo dionisiaco será la bandera continua de la filosofía nietzscheana: la apuesta a la vida abrazada en toda su sensualidad y contradicciones, en toda su intensidad creadora y renovación. Por eso, en su ‘crítica a martillazos’, Nietzsche ataca el racionalismo abstracto que nos encierra en el intelecto y nos separa del cuerpo y la tierra; o siempre se ensaña con el cristianismo que reemplaza este mundo por un más allá”, dice. Asociado a lo sublime y lo monstruoso, así como también a una búsqueda de “concentración fuerte de las palabras”, Nietzsche sigue representando el deseo de contemplar nuevos horizontes, cada vez más amplios, en las esferas del pensamiento.
Ideologías intempestivas. Virginia Cano es doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, activista lesbiana y feminista y, además, autora de una introducción al pensamiento nietzscheano. En Nietzsche, publicado por Galerna en la colección que dirige Lucas Soares, la autora profundiza en la obra del autor de Ecce homo con eje en las revueltas que causaron, y todavía inspiran, sus ideas. “Nietzsche es, como a él le gustaba definirse, un pensador inactual, intempestivo, es decir, un filósofo que ha pensado en y contra su propia época, pero también a favor de una época venidera; por lo que podemos imaginar que nosotrxs somos parte de esos tiempos por venir que él proyectaba”, conjetura Cano. Para ella, los textos, las ideas y, en especial, sus dudas corrosivas continúan interpelando el presente. “Quizás su desafío más inquietante, y su mayor actualidad, resida en señalar el carácter interesado de todo pensamiento, eso que denominó la ‘voluntad de poder’ que se esconde en toda filosofía, y que se emparenta con su crítica a la idea de una verdad única, ahistórica y universal”, agrega.
“No hay hechos, sino interpretaciones”, escribió Nietzsche en uno de sus aforismos más célebres. “Pensar en la voluntad de poder que se esconde en toda máscara, en toda filosofía, en toda producción conceptual, no solo nos exhorta a abandonar una visión inocente de nuestras producciones teóricas para asumir eso que ahora denominamos, siguiendo la tradición teórica feminista, un pensamiento situado; también nos predispone a asumir la eficacia productiva de nuestras ficciones teóricas y sueños epistemológicos”. Como el propio Nietzsche escribió en La genealogía de la moral, en una de sus reflexiones más irreductibles: “¿Qué sentido tendría todo nuestro ser si no fuera el de que en nosotros aquella voluntad de verdad ha adquirido conciencia de sí misma como problema?”. Ante el espejo, Nietzsche ve las amenazas que encierra un pensamiento único.
Pequeña gran biblioteca nietzscheana. En la Argentina, la editorial Cactus actualiza la influencia del pensamiento de Nietzsche con la traducción de ensayos como Nietzsche, el despierto, de Yannis Constantinidès y Damien MacDonald, donde los autores presentan otra imagen del filósofo iracundo y arrebatado, que terminó sus días en Weimar, en 1900, al cuidado de su hermana (y cuestionada exégeta y editora) luego de haber pasado varias temporadas en clínicas psiquiátricas. En las páginas de ese ensayo recientemente publicado, aparece un Nietzsche asociado al budismo, al que invoca en diferentes tramos de su obra, y se establece un juego de afinidades entre Nietzsche y un maestro budista zen del siglo XIII (Eihei Dogen). En especial, se define una de las ideas claves compartidas por ambos: la reivindicación de la impermanencia de todas las cosas en el devenir, que se extiende luego a la ausencia de temor, a la celebración ante el caos y a la laboriosa destrucción del yo en favor del sí mismo. Con los años, el pensador sumergido en las grandes ideas trágicas que había sido Nietzsche fue liberándose de la pesadez de los sistemas filosóficos y adoptando un estilo de representación afín a su pensamiento libre: el aforismo.
Otra de las novedades de Cactus es Nietzsche, de Gilles Deleuze, filósofo al que se le atribuye el “bautismo institucional” del autor de La gaya ciencia en universidades europeas. Ese libro de 1965, que no debe confundirse con Nietzsche y la filosofía (también de Deleuze, de 1962, publicado por Anagrama), estaba agotado hacía tiempo. Si bien funciona como una introducción a la filosofía nietzscheana, incluye una hermosa semblanza biográfica y una suerte de catálogo con los animales y personajes típicos que recorren la obra de Nietzsche, como la serpiente, el águila, el asno, Zaratustra, Dioniso y Cristo.
El catálogo de Biblos también incluye títulos esenciales para la comprensión de Nietzsche. Uno es un clásico del filósofo italiano Massimo Cacciari, Desde Nietzsche. Tiempo, arte, política, y el estudio de Mónica Cragnolini, Nietzsche, camino y demora, donde la autora examina las tensiones del pensamiento nietzscheano. Cragnolini publicó además Moradas nietzscheanas. Del sí mismo, del otro y del “entre”, en el sello La Cebra. Para el filósofo alemán, la conciencia humana era tan solo “una red de enlace entre hombre y hombre”.
A esta biblioteca nietzscheana se debe sumar el extraordinario Nietzsche. Biografía de un pensamiento (Tusquets), de Rüdiger Safranski, que lee la obra y la vida del filósofo como un continuo de límites indefinidos. “Nietzsche, este Proteo de la filosofía, persigue, en una cacería salvaje y atrevida, un conjunto de temas del que no logra zafarse […]. Como otros antes que él, Nietzsche se ve atrapado en las contradicciones que son tan difíciles de evitar en estos ámbitos. Negó la existencia de la libertad para después invocarla como fuerza creadora; se tomó por tanto la libertad de dilucidar la libertad”, escribe Safranski. El estimulante filósofo italiano Giorgio Colli debe mucho a la literatura nietzscheana. Sus tres libros más destacados, El nacimiento de la filosofía, Filosofía de la expresión y Después de Nietzsche, prosiguen y vivifican el método nietzscheano (si es que hubiera un solo método).
Por último, la editorial española Trotta, en ediciones tan cuidadas como inaccesibles para la mayoría de los lectores argentinos (aunque quizás no para instituciones públicas), ha puesto en circulación la poesía completa de Nietzsche, cuatro tomos de su correspondencia y, además, el primer volumen de El Zaratustra de Nietzsche, de Carl Gustav Jung, donde se lee la obra del filósofo como precursora de una psicología de los arquetipos. En 2020 se publicará en español el segundo tomo de esta obra.