En su ciclo de transmisiones a través de la web, método elegido ante las restricciones impuestas para evitar el contagio de coronavirus, el Teatro Colón transmite este domingo 15 de noviembre a las 20 horas una puesta de la ópera Andrea Chénier, realizada durante la temporada 2017. Se trató de una producción propia del teatro y tuvo la dirección musical del maestro Christian Badea al frente de la Orquesta Estable del teatro; dirección de escena de Matías Cambiasso y protagonizada por el tenor José Cura.
Esta obra está basada en la vida del poeta francés André Chénier, quien fue ejecutado durante la Revolución Francesa. Está considerada dentro del estilo “verista”, del que “Cavallería rusticana”, de Pietro Mascagni, fue el puntapié inicial y que el propio Cura protagonizó en 2015 en el Colón. Andrea Chénier fue estrenada en Milán el 28 de marzo de 1896 y es, aún hoy, la ópera más famosa de Umberto Giordano, que la compuso con libreto en italiano de Luigi Illica. Sobre esta puesta, sobre el año que vivimos en peligro y sobre el futuro, PERFIL habló con el protagonista de la puesta, José Cura, desde su casa en Madrid.
- ¿Cómo vivió el año que de la pandemia? ¿Qué tenía planificado hacer y qué tuvo que cambiar? ¿Cómo lo afectaron esos cambios?
- Llevo desde el 13 de marzo en casa pues, uno a uno, se fueron cancelando todos los espectáculos del 2020. Sin embargo, lo que más me preocupa no es el presente, sino el futuro. Tengo la suerte de pertenecer a una generación de artistas que creció y se desarrolló en, literalmente, otro mundo y, aunque todavía mi arco tiene infinidad de flechas, no puedo quejarme de lo que he logrado en estos últimos 30 años. Por lo que, cuando hablo de futuro, no sólo me refiero al mío, sino al de la sociedad toda y al de la familia artística en particular. El COVID-19 no es la causa de lo que está sucediendo en el mundo del espectáculo clásico, sino el “Tiro de gracia” que podría terminar con la larga agonía de una muerte anunciada. Así como hay que diferenciar entre el deporte realizado como “actividad lúdica” y la “industria del deporte”, también hay que diferenciar entre el “hacer música” y la “industria del espectáculo”, el show business. Si muere la industria del deporte, no muere el deporte como tal y lo mismo vale para la música. Esta verdad, casi de perogrullo, no nos parecía tan evidente hasta que el maldito bicho nos abofeteó. Por eso, nos dejamos estar por décadas, sin preocuparnos de ver cómo hacer para que convivan el escenario real, el de las “tablas”, y la creciente influencia del escenario virtual. Consecuencia: nos estamos quedando lenta, pero inexorablemente, sin la industria del espectáculo tal como la conocíamos. Siempre habrá gente que quiera venir a teatro, pero atención: la comodidad de la tecnología ya mató la industria discográfica, y terminará por matar el escenario si el porcentaje de público llegara a ser tan escaso como para no justificar las estructuras. Ahí reside el problema y no en el Covid que, al final, terminará siendo la mejor de las coartadas para quienes necesitan atontarnos: “¡No fuimos nosotros, fue el bicho!”. Hay que reflotar la nave y para eso hay que escoger a la mejor tripulación. ¿Se hará?
-¿Pudo aprovechar para hacer algo creativo? ¿Algo nuevo?
- Para quien es compositor de formación como yo, el confinamiento fue una desgracia con suerte… He escrito el concierto para guitarra y orquesta que tenía en la “punta de la lengua” desde hacía tiempo. Lo llamé “Concierto para un Resurgir”, por motivos obvios. Terminé mi “Te Deum” y ahora estoy abocado a corregir el “Requiem” que escribí en 1985, dedicado a las víctimas de la guerra del Atlántico Sur. En el ínterin, he firmado con la Editorial Doblinger de Austria, por lo que mi música pronto estará disponible.
- ¿Cómo planifica su 2021?
- El 2021 está programado, pero habrá que ver lo que seguirá en pie a medida que se acerquen las fechas. Entre otras cosas, en enero estrenaré el “Te Deum” en Hungría y en marzo el “Concierto para un Resurgir” en Francia. El “Requiem” se estrenará en el 2022 en Budapest, para los 40 años de la guerra. Sueño con poder hacerlo un día en Argentina y, aunque llevo intentándolo ya varios años, no renuncio a lograrlo.
¿Cuándo vuelve a la Argentina?
- Hasta el 2018, cuando todavía vivía mi madre, mi vuelta cada año era obligada y muchas veces coincidió con mi presencia en el Teatro Colón. Lamentablemente, ahora, no puedo aventurar una fecha de regreso. La cosa me entristece no poco.
- ¿Qué recuerda de la puesta de Andrea Chénier en aquel 2017? ¿Qué tuvo de especial para usted?
- Aquello fue épico. Recuerdo la llamada del Teatro a último momento, que me encontró libre porque coincidió con mi cumpleaños y suelo dejarme el período sin ocupar. Recuerdo llegar y preguntar a Matías Cambiasso lo que quería de mí y a él decirme lo más parecido a “en tus manos me encomiendo” que escuché en mi vida. Y es que al pobre le había caído la responsabilidad encima sin esperársela y ahí estaba, espada en mano, peleándola. Entre todos sacamos el espectáculo adelante y, con sus pros y sus contras debido a la emergencia, terminó siendo un éxito con una carga emotiva de las más fuertes que recuerdo, y no he vivido pocas… Para remate, la sala en pie a cantarme el “Feliz cumpleaños”. ¿Qué más pedir?
- A la hora de imaginar su futuro, ¿Qué sueño profesional tiene pendiente?
- Mi sueño es poder poner un día mis muchos años de experiencia como cantante, director musical y de escena, escenógrafo, compositor al servicio de un gran teatro. Como dije, creo que hay una revolución por hacer en el mundo del espectáculo y para ello hace falta gente curtida. He aprendido mucho; sigo aprendiendo tanto. Creo sea hora de poner mi oficio al servicio de una causa plural. Estoy en conversaciones con tres distintas administraciones. Veremos cómo evolucionan.