Si usted fue adolescente a fines de los 60 habrá crecido en esa guerra musical sin fronteras entre los fans de The Beatles y los Rolling Stones. Si los 70 no lo sorprendieron bailando con Liliana Caldini la música de Donald, habrá sido escuchando Mamma mía o soñando con conocer el Mediterráneo de la mano de Joan Manuel Serrat.
Poco importa si los 80 lo encontraron usando hombreras o tarareando con John Travolta, Bee Gees, Soda Stereo o Los Abuelos de la Nada.
Sí, poco importa, porque cualquiera que haya sido la década en la que atravesó la adolescencia, la música que acompañó esos años misteriosamente lo acompañará toda la vida.
¿Y por qué será así? ¿Porque la música de antes era mejor que la de ahora? Claro que no; todas las épocas dieron compositores magníficos y temas pegadizos. Sin embargo, en nuestro interior, esas músicas que escuchábamos cuando luchábamos contra el acné están indeleblemente asociadas a recuerdos imborrables.
No por nada el programa británico Desert Island Discs lidera la taquilla radial de la BBC desde enero de 1942 llevando invitados famosos para hacerles siempre la misma pregunta: “¿cuáles son los ocho temas que se llevaría a una isla desierta?”. Y por allí pasaron Yoko Ono, Martina Navratilova, Judi Dench, Daniel Barenboim, David Beckham y centenas de personalidades que, frente al micrófono, contaron en primera persona experiencias traumáticas, reencuentros, anécdotas desconocidas e incluso canturrearon su tema favorito de la juventud.
Y qué decir de James Corden que, cual taxista, maneja y maneja mientras sus pasajeros famosos le abren el corazón, escurren lágrimas y, desde luego, cantan.
Una fórmula exitosa que Jey Mammón transita también en la televisión argentina, dejando claro que está dispuesto a hacer “cantar” –en todo sentido- a cada una de las figuras que convoca para que lo acompañen junto a su piano.
¿Nos quedamos en el tiempo?
¿Por qué estamos tan obsesionados con las melodías que escoltaron nuestra juventud? ¿Nos quedamos en el tiempo? Por primera vez, la ciencia se tomó en serio esta pregunta y da una respuesta.
La investigadora Kelly Jakubowski, profesora asistente en la cátedra de Psicología Musical de la Universidad de Durham, condujo una investigación sobre el tema que ya fue publicada en Music and Science.
Para este trabajo se hizo una encuesta on-line para conocer las preferencias musicales de 1.576 franceses residentes en Francia. Luego, entre ellos, convocaron 470 voluntarios que tenían entre 18 y 82 años y les hicieron escuchar algunas canciones organizadas por rangos etarios, entre un total de 118 melodías que habían integrado las listas de los temas más escuchados entre 1950 y 2015.
La investigación se proponía saber si la edad de cada participante era relevante cuando debía responder tres cosas: ¿Le resulta familiar esta canción? ¿Cuánto la asocia con recuerdos autobiográficos?; ¿Cuánto le gusta esta canción?
Los investigadores buscaban saber si escuchar determinados temas del pasado provocaban lo que llamaron “un golpe de reminiscencia musical”.
Un golpe de reminiscencia musical es una melodía que dispara los recuerdos; un fenómeno que terminaría siendo un aliado terapéutico
“Así, descubrimos que la música que estuvo en las listas durante la adolescencia de los participantes no solo fue calificada como más familiar, sino que también se asoció más con recuerdos autobiográficos. Este ‘golpe de reminiscencia’ relacionado con la música alcanzó su punto máximo alrededor de los 14 años: las canciones populares cuando los participantes tenían esta edad evocaban la mayoría de los recuerdos”, detalla Jakubowski.
En su presentación, la investigadora cita trabajos anteriores propios y ajenos, explicando que “la psicología ha demostrado que los recuerdos autobiográficos (experiencias vitales) de ciertos períodos de tiempo se recuerdan mejor que otros. (…) Las personas tienden a evocar sobre todo recuerdos de cuando tenían entre 10 y 30 años. Un fenómeno llamado ‘golpe de reminiscencia’”.
Durante esos veinte años, cada persona atesora minuto a minuto miles de experiencias nuevas que su cerebro codifica en forma profunda y que vuelven a la superficie, cuando se las detona.
“Los cambios biológicos y hormonales también pueden aumentar la efectividad de nuestros recuerdos durante la adolescencia y la juventud”, agrega la especialista, coautora de la investigación junto a Tuomas Eerola, Barbara Tillmann, Fabien Perrin y Lizette Heine.
“Los procesos de memoria autobiográfica juegan un rol en la construcción de la identidad a través de la vida. La música puede ser una pista altamente eficaz en la memoria autobiográfica –en particular los recuerdos emocionales positivos que refieren a temas sociales, más vívida que los recuerdos que disparan otros recursos perceptuales como las caras famosas o las frases”, resume el informe.
Y cita el caso exitoso de enfermos de Alzheimer a quienes se les hizo escuchar música del pasado para recordar cosas: “esto sugiera que los recuerdos que son centrales para el sentido personal de la identidad están a menudo inextricablemente asociados con música. Esto puede deberse, entre otras explicaciones, a la tradición de emparejar la música con experiencias significativas y al consumo creciente y el valor que ocupa la música durante períodos claves de la formación de la identidad en la adolescencia”, concluyen los firmantes.
Aunque no nos hayan gustado todos los tracks que escuchábamos cuando éramos sub-20, sin duda los valoramos personalmente porque acompañaron momentos memorables de ese período: bailes, amistades, reuniones, graduaciones, aventuras escolares, eventos deportivos, enamoramientos, etc
La investigación arrojó también conclusiones tangenciales interesantes. Unos cuantos entrevistados prefirieron algunas canciones independientemente de la edad que tenían cuando estaban en el ranking de las más escuchadas. Una de las favoritas fue la música pop desde finales de los 70 hasta principios de los 80, incluso cuando los participantes aún no habían nacido en esa fecha.
Hotel California (Eagles), I Will Survive (Gloria Gaynor) y Billie Jean (Michael Jackson) fueron ganadoras absolutas.
En definitiva, algunas canciones se convierten en clásicos, llevan a todos a la pista y trascienden los límites generacionales. Y en cualquier época en la que se las escuche, despiertan emociones imborrables que creíamos incluso dormidas.
Tal vez eso explique mi asombro cuando mis hijas escuchan indefinidamente Seminare, Muchacha ojos de papel y –vaya ironía- Memory, en la voz de Barbra Streisand.