A través de una historia escuchada de una amiga, la escritora Silvia Plager comenzó a entrelazar los hilos que dieron forma a su última ficción, Pequeña Viena en Shanghai. Se trata de una novela coral e histórica donde los caminos de los protagonistas se cruzan y se bifurcan en un contexto de absoluta desolación, donde el romance y la muerte toman un lugar preponderante. La acción se sitúa durante la Segunda Guerra Mundial y cuenta la vida de la comunidad judía dentro del gueto de Hongkou en Shanghai donde unos 30 mil austríacos se refugiaron para escapar del nazismo. De esta forma recorre los amores, las penurias y el extrañamiento de los miles refugiados a través de la odisea de una familia que decide huir a Oriente para salvar su vida.
- ¿Con qué se va a encontra el lector?
Hice una investigación enorme para crear una ficción dentro de esa tragedia mundial. En China, durante la Segunda Guerra Mundial, hubo un gueto -que en realidad lo llamaban zona de reclusión para apátridas- donde vivieron mas o menos 30 mil judíos refugiados. Llegaron allí gracias a la ayuda de un cónsul chino en Viena, Austria, que era quien les daba las visas para escapar a Shaghai, que era puerto abierto. En un primer momento, convivieron con los chinos más pobres, pero cuando tiene lugar la ocupación japonesa, como Japón era aliado de Alemania, reciben la orden de matarlos. Finalmente, hubo una negociación y fueron enviados a ese gueto ubicado en la zona más pobre y pestilente donde los europeos hicieron una Pequeña Viena. Muchos murieron de hambre, de infecciones, pero también en ese lugar, que parece tan tétrico, florecieron romances entre gente de distintas costumbres. En medio del horror y mientras la matanza era enorme todos ellos logran relacionarse de una manera humana, trayendo algo de luz a su tragedia.
- ¿Cómo llegó a la historia?
Muchas veces los amigos nos cuentan a los escritores cosas que les parecen interesantes para contar. Cosas de su vida, de su infancia, anécdotas.Todos quieren que uno escriba su historia, entonces yo estoy acostumbrada a decir que no. Pero una amiga mía que es médica, acompañó a su marido, también médico, a un Congreso en Shanghai. Le dijeron que en la ciudad había una sinagoga que era un museo. Allí conoció la historia y quedó muy impresionada. Al principio me resistí, pero al tiempo empecé a investigar. Cuando comencé a leer me pareció fascinante. Las costumbres, las comidas, los contrastes. Esa pulsión sexual que existe entre la gente que piensa que va a morir y no le importa si la otra personas es judía, cristiana o lo que sea. Me dio mucho trabajo, pero la escribí con mucho amor.
- ¿Se inspira en su propia vida para escribir sus historias?
Yo encontré similitudes con mi propia vida. Nací en Argentina, pero mi mamá era alemana. Entonces pensaba que podría haber nacido en Shanghai, si mi madre y mi abuela en lugar de venir a Argentina en el año 1929 se iban a China. Me siento muy identificada con los migrantes y cuando veo que estas tragedias siguen ocurriendo siento que el mundo no aprendió nada. Pero este tipo de historias a uno le hacen comprender que aun en los tiempos más oscuros de la humanidad siempre hubo gente noble que se arriesgó por otros.
- ¿Qué lugar tiene la mujer en su obra literaria?
En mis libros la mujer tiene un rol preponderante, pero no desde el feminismo que estamos acostumbrados a ver en estos último años. Sino que me refiero a la fuerza de la mujer que se impone en los lugares más terribles, en las situaciones más espantosas. Imaginate una mujer que queda embarazada y tiene que parir un hijo en medio de la guerra. O que tiene que decidir entregar a su hijo en un gueto para salvarlo de la cámara de gas. Yo hablo de ese mundo, no de una forma panfletaria, sino mostrando las circunstancias que tiene que atravesar la mujer. Hablo a través de la acción de las mujeres en sí. La acción es lo que demuestra, no lo que se declama.