El 9 de noviembre de 1938 ocurrió la primera gran matanza organizada por los nazis contra los judíos, conocida como la "Noche de los Cristales Rotos" (Kristallnacht), durante la que unas miles de sinagogas, comercios y viviendas de judíos fueron dañadas o destruidas. Unos 90 judíos murieron y otros 30.000 fueron detenidos y después internados en campos de concentración, donde durante los años siguientes fueron eliminados seis millones de personas.
La noche del 9 de noviembre, Josef Goebbels, ministro de Propaganda nazi, se encontraba reunido la cervecería de Munich para conmemorar un nuevo aniversario del frustrado Putsch (golpe de 1923) con miembros de la dirigencia nazi cuando le llegó la noticia de la muerte de Ernst von Rath, diplomático miembro del partido nazi. Dos días antes, Von Rath había sido atacado a tiros por Herschel Grynszspan, un joven judío alemán refugiado que quería vengar la expulsión de su familia de Alemania junto con otros 15.000 judíos polacos ante la indiferencia del mundo.
Para la cúpula nazi, la muerte de Von Rath sería la excusa ideal para acelerar la soñada exclusión de la comunidad judía, considerada culpable de los problemas económicos. Para ello se habían preparado fervientemente: a lo largo del verano anterior se realizaron trabajos de ampliación en los campos de concentración de Buchenwald, Sachsenhausen y Dachau -donde hasta entonces sólo se habían recibido presos políticos- y se dio la orden de confeccionar miles de uniformes con estrellas de David como insignia.
“A lo largo de 1938, dentro del partido nazi había malestar puesto que muchos consideraban que la política contra los judíos no era lo suficientemente drástica”, explicó el historiador Armin Fuhrer. “¡Los judíos tienen que ser y serán eliminados! Ésta es nuestra creencia sagrada”, declaraba Robert Ley, jefe del nacionalsocialista Frente de los Trabajadores Alemanes.
La tesis central de Fuhrer, autor de un nuevo libro sobre la Kristallnacht, es que el médico personal de Hitler, que asumió el tratamiento del diplomático después del atentado, dejó morir a Von Rath por orden superior para tener un mártir que invocar.
Según Armin Furher, el atentado era la oportunidad perfecta para invocar un mártir e impulsar un pogromo contra los judíos. Apenas informado de la muerte de Von Rath, Goebbels leyó una violenta arenga antisemita en la que animó a la militancia nazi a tomar represalia contra los judíos, pero con discreción.
Deseaba que todo fuera visto en el extranjero como una “manifestación espontánea” de ira popular contra el asesinato de un miembro del gobierno. Una hora más tarde se informó la organización del pogromo a las Waffen SS -policía de elite encargada del arresto de judíos- y a la policía, que recibió orden de mantenerse totalmente al margen.
La operación se realizó en dos partes: primero pequeños escuadrones de nazis rompieron las ventanas de prominentes negocios judíos. “Se deben seleccionar a los judíos más adinerados”, era la orden expresa. Luego todos los negocios fueron marcados con signos especiales, con el fin de facilitar la destrucción posterior, y cerca del mediodía los escuadrones originales fueron complementados por otros grupos que entraban en los negocios.
“Todo lo que se pueda contar sobre ello es inofensivo comparado a lo que en realidad ha ocurrido”, dijo entonces una mujer judía, cuyas evocaciones guarda ahora como documentos históricos la Oficina Central de Información Judía. Otro testigo de Düsseldorf contó cómo los judíos fueron “sacados y arrastrados de sus camas en pijamas y camisones de dormir” y forzados “a caminar descalzos sobre los cristales rotos”. Más de 400 personas fueron baleadas o asesinadas a golpes, mientras otros (familias enteras) se suicidaron antes de que las SS llegaran a su domicilio.
Charlotte Knobloch, presidenta del Consejo Alemán de Judíos, superviviente del terror nazi, recordó a la cadena Deutsche Welle haber sufrido en carne propia la infame Kristallnacht: iba de la mano de su padre el 9 de noviembre de 1938 cuando vio que un automóvil los esperaba a la puerta de la casa del familiar a donde se dirigían. Al abrirse la puerta de la casa, el tío -con manchas - de sangre en la cabeza- fue metido a golpes en el vehículo. Charlotte fue rápidamente evacuada de la ciudad.
Aproximadamente 1.570 sinagogas (prácticamente todas las que había en Alemania), muchos cementerios judíos, más de 7.000 tiendas y 29 almacenes judíos fueron incendiados y destruidos en Alemania, y posteriormente se obligó a los judíos, a los que la ley prohibía pedir indemnizaciones a sus aseguradoras, a pagar una multa de mil millones de marcos por los daños producidos.
Unos 30.000 fueron arrestados esa noche y a lo largo del día siguiente en una jornada que marcó el inicio de la maniobra de persecución y aislamiento de los judíos y el primer paso hacia el Holocausto. Muchos de los judíos que pudieron permitírselo buscaron la forma de emigrar y otros buscaron desesperadamente asilo en las embajadas extranjeras, aunque muchos no lo obtuvieron. La inmensa mayoría pereció en campos de exterminio, la “solución final”.
(*) Especial para Perfil.com. Twitter: @DariusBaires