CULTURA
Apuntes en viaje

Treinta años

La semana que viene se cumplen treinta años del femicidio de María Soledad. En 1990, quizá porque era el último año que pasaría con mi familia, yo había empezado un diario.

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Treinta años. | marta toledo

Aquí donde vivo la conexión de internet es como de 1997. Así que cada vez que intento ver una serie, esta noche misma I May Destroy You, el capítulo avanza de a trancos pequeños, se cuelga hasta la exasperación. Y yo me acuerdo de cuando era chica y no había televisión por cable. En mi pueblo de Entre Ríos sólo lográbamos captar el canal 7, que entonces se llamaba ATC, y el canal 3 de Paysandú. Estábamos más cerca de Uruguay que de Buenos Aires o aún de Paraná, donde había una repetidora de canal 9 y canal 13. La conexión oscilaba de acuerdo al viento y el programa que estábamos viendo se interrumpía abruptamente por ondas, movimientos o directamente una lluvia blanca que cubría la pantalla. Entonces a alguno le tocaba salir al patio y mover la antena. Los que se quedaban adentro, a tiro del televisor, gritaban indicaciones, como en la Búsqueda del Tesoro: frío, tibio, caliente: dale más, un poco, dejala ahí, dejala ahí.

El último verano que pasé en el pueblo, el de 1991, antes de irme a estudiar y a vivir a Paraná, en el canal uruguayo pasaron Twin Peaks. No pude verla porque la daban algún día de la semana a la noche y a la noche el televisor, el único que había en la casa, era propiedad exclusiva de mi padre, sólo se veía lo que a él le interesaba. David Lynch no estaba dentro de sus intereses. Pero, por alguna razón que lo habrá ausentado de la casa algunas de esas noches, un partido de fútbol del campeonato nocturno, alguna ida a pescar con los amigos, alguna recalada en el bar más larga que de costumbre, vaya a saber, vi dos o tres capítulos y retazos de otros en las propagandas. No entendía nada, aún de haberlos visto correlativamente me hubiese resultado difícil. Sin embargo había algo magnético en Laura Palmer, la chica que aparecía muerta; en la apertura de la serie con el cartel de bienvenida al pueblo y esos troncos que entraban y salían de los aserraderos. Ese año habían asesinado a María Soledad Morales, el 8 de septiembre, el mismo día de la Virgen Niña que es la patrona de mi pueblo; un día antes del cumpleaños número 13 de mi hermana. El mismo año que yo terminé el secundario, María Soledad también estaba en quinto año. Imposible no relacionar a la rubia yankie de la serie con la chica catamarqueña de uniforme de colegio religioso. No por parecidas, si no porque las dos habían sido asesinadas.

No podía ver Twin Peaks pero el caso María Soledad, como lo llamaban en la televisión, era un tema diario durante esos meses: las marchas del silencio encabezadas por la monja Pelloni, la intervención del comisario Patti, la caída de la dinastía Saadi… el horror real que los medios transmitían como si fuera un culebrón.

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La semana que viene se cumplen treinta años del femicidio de María Soledad. En 1990, quizá porque era el último año que pasaría con mi familia, yo había empezado un diario. Me recuerdo escribiendo que habían encontrado el cuerpo de una chica de mi edad, en Catamarca; la desazón mientras lo escribía: una chica de 17 años como yo, que planeaba ir a Bariloche de viaje de egresados como iría yo un mes más tarde.

Siento una desazón parecida ahora mientras escribo que pasaron treinta años desde entonces. Ya no tengo la edad de María Soledad, sino la edad suficiente para haber sido su madre. La edad suficiente para ser también la madre de Arabella, la protagonista de I May Destroy You. Ella es escritora igual que yo. Vive en Londres, en 2020, y, aunque apenas logro empezar a ver el capítulo cuatro, Arabella podría estar muerta como Laura Palmer, como María Soledad.