De las diversas indagaciones sobre los alcances del arte hoy, uno de los planteos más potentes e inspiradores es el de Ticio Escobar. El arte, opina este reconocido crítico considerando nociones benjaminianas, ya no pretende ser un faro omnipotente que todo lo ilumina, sino que produce brillos, relámpagos, que vislumbran algún aspecto de lo real. Esos pequeños cortocircuitos –chispazos de sentido– nos hacen ver un mundo menos arrasado por las certidumbres: esas, dice, que pretende imponer la cultura hegemónica globalizada.
En Dos museos y un río, una de las exhibiciones que integra la segunda edición de BienalSur, la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo, Escobar se vale de este concepto en su propia práctica curatorial. Lo hace con 115 obras que van del siglo XVII hasta la actualidad y que pertenecen al acervo del Museo Castagnino y del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro).
Con la participación de más de 400 artistas, las exposiciones de esta megabienal, cuyo director general es Aníbal Jozami y su directora artística Diana Wechsler, están distribuidas en 43 ciudades de más de veinte países de América, Europa, Asia y Africa. Tras las inauguraciones en la sede Rosario, siguen otras hoy en Porto Alegre (Brasil) y mañana en Crans-Montana (Suiza).
“Enfrentar obras de Goya y José de Ribera con otras de Marta Minujín, Antonio Berni, Oscar Bony o Guillermo Kuitca, por citar solo algunas al azar, pone en cuestión –a los efectos de esta muestra– las categorías canonizadas del arte y promueve flujos asociativos, narraciones nutridas de mundos imaginarios distintos. Creo que la tensión autonomía-heteronomía es fundamental en el arte actual: lo que está y no dentro de un encuadre preestablecido”, dice Escobar en diálogo con PERFIL.
El panorama de exhibiciones en Rosario es nutrido. En el Museo de la Memoria, edificio donde funcionó un tribunal militar que juzgó a civiles mediante un consejo de guerra durante la última dictadura militar, dos obras llevan como latigazos a nuestra historia reciente. Desilusiones ópticas, de Leo Nuñez se centra en los festejos durante el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978, para iluminar y visibilizar con su instalación interactiva los rostros de los desaparecidos. Y Burladero, de Esteban Alvarez, realizada con chapas de zinc bruñidas a puro golpe furioso y martillazos, como los cacerolazos de 2001, remite a la crisis en ese año en nuestro país.
En el Centro de Expresiones Contemporáneas, Recuperemos la imaginación para cambiar la historia, con curaduría del Proyecto NUM, reúne obras que ponen el foco, entre otros temas, en la problemática de los femicidios y los casos de mujeres desaparecidas en redes de trata en nuestro país. Exponen, entre muchas otras artistas, Ana Gallardo, Fátima Pecci Carou, Viviana Romay y Dafna Alfie, quien durante años fotografió prostíbulos en el preciso momento del allanamiento.
A unos pasos, en el Centro Cultural Parque de España, Ensayos sobre el trabajo, con curaduría de Liliana Piñeiro y Marina Aguerre, reúne videos, instalaciones interactivas y fotografías de artistas de Argentina, Uruguay, China, Túnez y Turquía. En apenas cinco minutos, con el video Pushing People, Chen Chieh-Jen, uno de los artistas más reconocidos de Asia, sumerge al espectador en el trabajo alienado. Las imágenes son como linternazos potentes en la noche cerrada: por momentos la pantalla del video queda completamente oscura, luego muestra cómo la fuerza continua de un grupo de trabajadores sobre una pesada estructura de chapa genera, una y otra vez, un efecto paradojal.
*Desde Rosario.