El paso del tiempo es una verdad inexorable para cualquier ser viviente. Por ende, lo es también para un equipo de fútbol, que es un grupo de seres vivientes que persiguen una pelota y que como cualquier organismo vivo nace, crece, madura y envejece. Esas experiencias vividas nos dan sabiduría pero al mismo tiempo nos consumen, nos ralentizan, nos acercan al ocaso. Porque indefectiblemente más tarde o más temprano, todo proceso termina: tanto la carrera de un futbolista como el ciclo de un equipo.
El primer River de Marcelo Gallardo fue un equipo que se imponía con ímpetu, en el que los jugadores respondían con explosividad para asfixiar al rival y al que los contraataques rápidos le brotaban con la espontaneidad de lo novedoso. No es necesario ser hincha de River para recordar como aquel primer equipo lo ganó todo.
A diferencia de aquella versión, este River no luce tan fresco. La memoria de lo que supo ser es más fuerte que la realidad de hoy y el calendario no engaña. La mejor forma de objetivarlo es a través del promedio de edad contra sus rivales en lo que va del campeonato. Vayamos de lo más cercano a lo más lejano.
Contra Godoy Cruz (25,5 años de promedio vs. 30,4 de River) fue 0 a 0. River 31,3 años vs. Independiente 27,8 en la victoria por 2-0. San Lorenzo 25,3 años vs. River 31,8 en el empate en 0. River 31,6 vs. Instituto 27,2 años en la victoria por 1-0. Y como arranque de esta superioridad invicta, en el empate 1 a 1 contra Platense fue un 26,6 vs un River de 31,6 años de edad promedio.
Martin Heidegger nos recuerda en Ser y tiempo que el ser humano es temporal. Su existencia está marcada por el paso del tiempo y por la conciencia de que su ser no es algo estático, sino que se proyecta hacia el futuro. A diferencia del primer River de Gallardo de 2014 donde casi la totalidad de los titulares seguían jugando diez años después, el de hoy es un equipo con pocos jugadores de proyección y son muchos los que en un par de años ya se habrán retirado.
No hay forma de ocultar que un promedio de edad alto influye en el rendimiento. Es cierto que la ciencia avanzó y el profesionalismo se extendió para incrementar el tiempo de subsistencia de un futbolista pero los años pasan, se acumulan los golpes, se enlentece la recuperación y la fuerza ya no es la de antes.
Pero el paso del tiempo no es solo desgaste, es experiencia para saber cómo esconder los defectos y también legado. Muchos de los futbolistas que integran el plantel están rodeados de un halo de gloria y correrlos no es fácil. Es un doble desafío para los que vienen de abajo.
River se caracterizó por ser un equipo formador. Cuenta con una infraestructura de lujo en formación de juveniles en Argentina y Sudamérica. También se caracterizó por haber promovido a muchos juveniles que luego se consolidaron en el fútbol local, en la Selección argentina y en Europa: Julián Álvarez, Enzo Fernández, Lucas Martínez Quarta y Exequiel Palacios son algunos de los casos más recientes.
Desde la mirada de Heidegger, el envejecimiento es una cuestión existencial. Una estructura que sabe envejecer no es aquella que se aferra a la gloria pasada, sino la que entiende cómo cerrar su historia con dignidad, aceptando su destino y dejando una herencia para el futuro.
En esa lucha está River, puede salirle bien y terminar 2025 con éxito o puede salirle muy mal e incinerar un ciclo memorable. Las decisiones de Gallardo marcarán el año.