Ganó dos veces la Bota de Oro como máximo goleador de Europa, una en el Villarreal, donde fue compañero de Riquelme, y otra en el Atlético de Madrid, donde compartió vestuario con Agüero. La segunda, correspondiente al año 2009, la logró tras anotar 32 tantos en 33 partidos. “Pocas veces he visto un premio con más justicia que este”, dijo Pelé al referirse a la doble distinción de mejor jugador del Mundial 2010 y de autor del gol más hermoso del torneo. “Cualquiera lo hubiera descubierto. Era como descubrir a Maradona”, declaró Menotti. Beckenbauer elogió su calidad futbolística, Francescoli destacó su profesionalismo infinito, Alex Ferguson relató cómo nació su leyenda inglesa y una persona que siempre lo idolatró agradeció hace pocas horas su generosidad y su compañerismo. “Goleador, te quiero mucho: gracias por todo lo que le diste al fútbol uruguayo”. Las palabras son de Luis Suárez, pero el destinatario es Diego Forlán Corazo, quien recientemente anunció su retiro del fútbol profesional.
Es que haber ganado la Premier League, el Campeonato Gaúcho, la FA Cup, la UEFA Europa League y la Supercopa de Europa, y haber obtenido la Copa América convirtiendo dos goles en la final contra Paraguay –Argentina, año 2011– son hitos que caracterizan a Diego Forlán, pero que no lo definen.
Lo que lo define es, como en la canción que Caetano Veloso le escribió a Roberto Carlos, una fuerza extraña. Una fuerza bella y, como corresponde en toda historia épica, misteriosa.
¿Cómo explicar solo con la razón lo que sigue despertando en el Uruguay el hombre que a lo largo de 112 partidos le dio todo a su seleccionado, retrasándose cada vez que la pelota no le llegaba, metiendo pases desde cualquier punto de la cancha con la precisión de Cruyff y de Verón y rematando a media y larga distancia con una potencia y una calidad sublimes? ¿Cómo, si entre 2002 y 2010 muchas veces la Celeste le retaceó minutos injustamente, a lo que Forlán respondió siempre con la frente alta, la boca imperturbable y la pureza de una mirada que no sabe de deshonestidades?
¿Qué decir, a la hora del retiro, del chico que hizo esfuerzos sobrehumanos por ayudar a su hermana Alejandra, por dejar en alto el legado deportivo de su padre y de su abuelo materno pero, sobre todo, por ser un digno hijo de Pablo y de Pilar?
¿Qué agregar del líder positivo que nunca necesitó de la pompa absurda, demagógica e ineficaz ante la que sucumbimos tantas veces los hinchas del Río de la Plata? ¿Cómo agradecer su jerarquía como futbolista cada vez que su aparición fue providencial, y cómo no sentirse honrado de pertenecer a la misma comunidad que este embajador de lujo que los orientales nos hemos dado?
“Ser Forlán no es tarea sencilla. Ser Forlán es elegir el camino de la excelencia, pero también el del compromiso”, escribió su querida hermana Alejandra, a quien un accidente de auto fatídico le melló el físico pero le fortaleció el alma. Y agregó: “Ser Forlán es una cuestión del espíritu, como ser uruguayo”. Ni más ni menos. Gracias, Diego, y que Dios te bendiga.
*Periodista uruguayo.