En el Gobierno hay internas por el tema: el secretario de Seguridad, Sergio Berni, y la desplazada Nilda Garré tuvieron diferencias de formas para encarar la lucha contra la violencia en el fútbol.
La Policía se escupe acusaciones; algunos hacen inteligencia y otros los boicotean. Peor: hasta llegan a jugar para los apropiadores de los paraavalanchas. Hace tres semanas fue apartado de su cargo el comisario Daniel Valdi, hasta entonces jefe de Eventos Deportivos. Valdi tendría vínculos estrechos con La 12.
Los dirigentes de los clubes se miran con recelo. Al Llanero Solitario devenido presidente de Independiente lo destrataron por romper los códigos. Con su cruzada, Javier Cantero evidenciaba la inacción o connivencia de sus pares con los muchachos más violentos.
En la calesita de asuntos internos, los barras ya no se pelean con los de otra camiseta; los de Boca matan a los de Boca, así como la historia reciente de la disputa de poder de la tribuna de River se resume en la Guerra de los Quinchos.
Las responsabilidades se deslindan. Un grupo acusa al otro y éste al otro y así sucesivamente hasta que la pista se pierde. La cadena de culpas ajenas se activa y los eslabones se entrelazan con la fortaleza de la impunidad.
El que no entiende el negocio se queda afuera. De escritorio en escritorio van las palabras, que son la hojarasca de un relato al estilo cuento de la buena pipa. O como el juego del huevo podrido: gana el que le deja el problema al distraído.
Cristina se enojó con los dirigentes de los clubes: “Hay ciertas dirigencias deportivas que siguen protegiendo a delincuentes y permiten que pase lo que pasó el domingo”. Obviamente, se refería al enfrentamiento “liberado” entre La 12 denominada oficial y la facción disidente de Lomas de Zamora. Hubo dos muertos y ninguna renuncia. El dedo señalador apuntó a Rafael Di Zeo. El ex jefe de la barra de Boca se mostró ofendido por la acusación y pidió que no se manchara su buen nombre. Que él no tiene la culpa de todo, no sabe, no está en la tribuna y un decálogo de excusas que incluyó un ítem referido a que no sabe andar en moto. El que dirigía el ataque tenía casco.
En tanto, Daniel Angelici dice y se desdice. Dice que no conoce a los de las barras y dice, también, que los barras son socios de Boca con los que hay que convivir en el club. Pero lejos de reconocer que el club financia a ese grupo de choque o que hay dirigentes de la comisión directiva que se relacionan directa y estrechamente con los barras, tira la pelota para el campo del Estado. Filosofía pura. El delfín político macrista demoniza al aparato estatal o lo condena a un rol de gendarme. O las dos cosas. Hacerse cargo no parece estar en el ADN de nadie que interfiera en el mundo fútbol.
La imprevisible AFA monta el circo pero no da garantías de seguridad. Grondona no quiere escuchar sobre la violencia. Hacer oídos sordos es el alimento para sobrevivir 34 años a un cargo que tiene eslogan: “Todo pasa”. Al final, la culpa siempre es del otro. El presidente de AFA aplica esa regla de oro cuando modula frases de ocasión. O como cuando dice que a los dirigentes no les cabe responsabilidad: “Entiendo que los clubes no apañan a los barrabravas. La cuestión de los violentos es un problema de su forma de vivir”.
El teléfono rojo. Cuentan que cuando Carlos Bianchi asumió en Boca en 1998, Rafa Di Zeo se presentó al entrenamiento y le exigió plata. El Virrey sacó su celular y marcó el número de Mauricio Macri: “¿En qué parte de mi contrato dice que yo tengo que darle plata a la hinchada?”, le preguntó, retóricamente.
Macri, entonces, convocó al propio Di Zeo a su oficina para hablar del cachet. La 12 era bienvenida. El ahora jefe de Gobierno porteño, curiosamente, ayer señaló como si nada: “Este gobierno (nacional) ha hecho de la calle, de la movilización, un tema, y para esas cosas sirven los barras”. Macri echó culpas y apuntó a la conducción kirchnerista. “Si hay una decisión política en serio, este tema se termina”, enfatizó en declaraciones a radio Mitre.
Macri, también, es parte de la política. Y fue el presidente de Boca cuando el señalado Di Zeo reinaba en la popular. Mal que le pese.
Idas y vueltas
MARZO. El vocero de la AFA, Ernesto Cherquis Bialo, salió a desmentir que la entidad que preside Julio Grondona fuera a prohibir la entrada del público visitante en los partidos de Primera División (como sí lo hacía en el Ascenso). Que ni siquiera se estaba analizando esa opción, dijo el vocero. Así, Cherquis Bialo contradijo al presidente de Belgrano, Armando Pérez, que había contado que la AFA planeaba prohibir el público visitante también en la Primera División. ¿A causa de qué se estaban analizando medidas? Días antes, un hincha de River había sido apuñalado cerca del estadio Monumental por hinchas de Colón de Santa Fe.
JUNIO. El 10 de ese mes, después del asesinato de Javier Gerez, un hincha de Lanús, el gobierno nacional y la AFA decidieron, ahora sí, prohibir el ingreso de hinchas visitantes para las dos últimas fechas del Torneo Final. Así dieron marcha atrás (ya habían desestimado aplicar esa medida) y así, según anunciaron, pensaban evitar los enfrentamientos entre barras rivales. Pequeño detalle: la muerte de Gerez no fue consecuencia de un enfrentamiento entre (ni intra) barras bravas, sino por la propia represión policial (causante del 70% de las muertes en la historia del fútbol argentino): el hincha de Lanús murió por un balazo de goma.
JUNIO. A la Súper Final que disputaron Vélez y Newell’s, que en un principio había sido pensada para definir un único título (ganador del Torneo Inicial contra el ganador del Final) y que después devino en el tercer título de la temporada, se le sumó otro papelón. El partido se disputó en Mendoza y allí sí (y pese a que hacía dos fechas que los hinchas visitantes no podían ir a la cancha) se permitió que hubiera público de los dos equipos. Así se ponía fin a la prohibición para que hinchadas rivales asistieran a un partido. Como no se registraron incidentes, se anunció que en el Torneo Final se iba a permitir el ingreso de público visitante.
JULIO. Para el triangular de invierno entre Boca, San Lorenzo y Estudiantes, el Gobierno y la AFA decidieron, efectivamente, que volvieran las hinchadas visitantes. Era, también, una prueba piloto. A la vez, el titular de la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide), Luis Morales, confirmó que en el torneo Inicial de Primera División se iba a permitir el ingreso de las hinchadas visitantes. Pero, de un minuto a otro, sus palabras se las llevó el viento: el último domingo murieron dos hinchas de Boca en un enfrentamiento entre facciones de La Doce cuando se dirigían al estadio de San Lorenzo, en el Bajo Flores.
JULIO. El secretario de seguridad de la Nación, Sergio Berni, comunicó: “Es inclaudicable mi decisión de que se juegue sin público visitante (el Torneo Inicial de Primera División)”. Así, el Gobierno y la AFA pasaron de permitir que volvieran las hinchadas visitantes en la Primera División y en el Ascenso (no hay desde 2007, cuando asesinaron a un hincha de Tigre, Marcelo Cejas, en la cancha de Nueva Chicago, pero durante el paso de River por la B Nacional se hizo una excepción a esa regla y se flexibilizó, y mucho, la medida) a prohibir, de vuelta, el público visitante en todas las categorías del fútbol argentino.