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La primera escala de un sueño

El equipo de Sampaoli debuta hoy ante Islandia, que disputa su primer partido en mundiales. El desafio de superar una previa grotesca. La intimidad del plantel en el bunker en Bronnitsy.

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Todos los jugadores de la Selección fueron sometidos a un control antidoping tras el entrenamiento. | AFP

Desde Bronnitsy

Frente al Bronnitsy Training Center, a metros de distancia de donde la selección argentina despunta las horas previas al debut ante Islandia, las aguas del lago Belskoye lucen calmas bajo el sol de una primavera incipiente y el soplido de una brisa suave. La imagen contrasta, traza una paradoja, con lo que han sido los últimos turbulentos años del equipo nacional. Y los pasados días, de alguna manera también, con polémicas varias y la cancelación del amistoso ante Israel como punta de un iceberg de desatinos contra el cual el equipo de Jorge Sampaoli espera no encallar –a nivel futbolístico– durante su participación en Rusia 2018.

El Belskoye entrega otra foto –en este caso, de naturaleza congruente– al atravesar la bucólica localidad ubicada al sur de Moscú: tradicional lugar de entrenamiento de canotaje, los remeros rusos se desplazan sobre su espejo de agua casi sin esfuerzo. Lo contrario parece ser cierto para el equipo de Lionel Messi: para ser campeones mundiales, habrá que remarla duramente, de atrás.

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El desembarco albiceleste en este pueblo de casas bajas y con lugareños de andar lento, una semana antes de su estreno mundialista en el estadio Spartak, aportó sin embargo un calmante para la inevitable ansiedad de las horas previas y el lastre de las cosas que no salieron bien en las semanas anteriores. En un complejo multideportivo refaccionado a gusto y piacere de la Selección, los jugadores se fanatizan por la práctica del pádbol (mezcla de pádel y fútbol), se tornan hipercompetitivos en los torneos de truco y disfrutan de embocar pelota tras pelota dentro del aro.

Y por supuesto, cada uno está metido en su teléfono, como cualquier hijo de vecino: darle visibilidad a su presencia en las redes sociales es una cuestión imperiosa, algunos con publicidad adaptada a los nuevos tiempos incluida.

Tras una práctica matinal, se ve a Lionel Messi dejando atrás el campo de juego, sonriente junto a su inseparable amigo Sergio Agüero: se suben juntos al carrito que los depositará minutos después en la habitación en que vuelven a renovar sus sueños, todavía heridos. Más allá de discursos de ocasión, así lo sienten aquellos que estuvieron a las puertas del cielo y probaron la hiel de la derrota final. Los nuevos acompañan el sentimiento.

Bajo los techos del Bronnitsy Training Center, los futbolistas no se llevan “trabajo a la casa”: cuando tienen que entrenar o mirar videos, allí están ellos de cuerpo y mente; cuando disponen de tiempo libre, cada cual lo invierte a su libre albedrío, en concordancia con la postura liberal que enarbola Sampaoli y que en Barcelona tuvo su expresión en el inesperado permiso concedido para que los jugadores abandonaran día y medio el hotel en que estaban hospedados.

El casildense sabe que debe moverse con pies de plomo en medio de un plantel de hiperestrellas (y con un jugador de otra galaxia). Diferencias mediante, ya lo hizo como timonel de Chile en el camino hacia el título de la Copa América 2015. Aunque a veces pueda no haberle salido del todo bien (a Arturo Vidal le había advertido sobre la inconveniencia de que manejara una Ferrari la noche del accidente), suele optar por confiar en la responsabilidad profesional de sus dirigidos. En el caso de este plantel, aún más.

La semana de Sampaoli previa a Islandia se fue consumiendo de manera natural, con el once titular definido en su cabeza y en los entrenamientos prácticamente desde que el avión tocó pista en el aeropuerto de Domodedovo. El Zurdo ya había digerido en su interior las concesiones que negoció consigo mismo, cambio de esquema táctico y movimiento de fichas incluidos. Hasta en rueda de prensa dio a entender el botón de muestra de Javier Mascherano y Lucas Biglia como un doble cinco contra natura de su ideología.

Quienes lo conocen en la intimidad admiten que con, el paso de los años y a modo de virtud, el entrenador se flexibilizó: el pragmatismo sabio a veces le dobla el brazo al dogmatismo obstinado. Y de la aceptación de la realidad –la única verdad– deviene la aparente tranquilidad con la que Sampaoli espera –precisamente– que el reloj mundialista de Rusia 2018 dicte su hora de la verdad.

 

Equipo de altura

Heimir Hallgrímsson, seleccionador de Islandia, aseguró ayer que no tiene “una fórmula mágica” para frenar a Lionel Messi y reconoció que no tiene pensado ponerle una marca individual. “Todos han intentado pararlo y siempre se las ha arreglado para marcar. Todo lo que haremos lo haremos juntos, nos ayudaremos entre nosotros y lo intentaremos hacer como equipo”, comentó el técnico en conferencia de prensa.

El equipo europeo disputará en Rusia su primer Mundial, luego de haber sorprendido en la Eurocopa 2016, donde eliminó a Inglaterra en octavos de final y donde solo la anfitriona, Francia, pudo dejarlo fuera en cuartos. Los jugadores islandeses miden en promedio diez centímetros más que los argentinos, por eso van a recurrir al juego aéreo y a las pelotas paradas. “Es una de nuestras identidades, una de nuestras fortalezas. Argentina no va a ser diferente en este caso, vamos a intentar aprovecharlo. No es un tema de altura o no, siempre vamos a intentar aprovechar nuestras fortalezas”, sentenció el seleccionador islandés.