DEPORTES
Fútbol para todos

La muerte del fútbol | El crimen casi perfecto (Octava entrega)

En esta nueva entrega, el autor analiza la intervención en el deporte de la política y cómo lo desfiguró y lo contaminó.

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FOOTBALL | AGENCIA SHUTERSTOCK

Un síntoma que agrava la aquí proclamada enfermedad del fútbol es la intervención política, esa que hace ya mucho tiempo le desfiguró la pureza del rostro y contaminó sus lúdicas entrañas. No es un virus nuevo, ni es exclusividad de gobiernos institucionales o de facto. Presidentes y ministros, senadores y diputados, gobernadores e intendentes, sindicalistas y militares, no importa el rango, cuando desfilan en la pasarela más alta o para llegar a ella, aquí y acullá, siempre que perciben su alcance popular y pueden inmiscuirse en su intimidad, se enquistan en el fútbol y lo exprimen al máximo, y provocarán más tarde o más temprano, su muerte.

Desde Benito Mussolini a Jorge Rafael Videla y de Baby Doc a Raúl Alfonsín quien sigilosamente quería echar a Carlos Salvador Bilardo de la dirección técnica de la Selección Nacional porque su animal político dominaba al civilizado demócrata. Pero los nombres son lo de menos y los cargos apenas la herramienta adecuada para la interferencia inadecuada, el problema es el poder.

Manipulador pero intransigente y orgulloso hasta la omnipotencia, como bien señala el antiguo dictum de Actom católico, “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”... Nada nuevo. La inoculación político-viral es permanente, a veces subrepticia y otras expuesta, como la actual remake de ‘Fútbol para todos’. Para quienes todavía no saben, ese proyecto gubernamental, aunque tímida y parciamente, tuvo una segunda bienvenida en el reciente fin de febrero, cinco años después que lo enterrara el también fracasado gobierno macrista.

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La inoculación político-viral es permanente, a veces subrepticia y otras expuesta.

En su momento, incauto como muchos compatriotas, festejé que en un país tan futbolero y cada día más pobre como es la Argentina, se pudiesen ver todos los partidos gratuitamente. ¿Habría algo más democrático que ello? Difícil de encontrar si la educación y la salud gozan de igual status. Sin embargo, con déficit fiscal robusto, economía agujereada, FMI en la nuca, inflación en las nubes y todo mal, que el fútbol continuase siendo financiado por el estado ‘sin publicidad privada’ y sin pay-per-view, parecía una generosidad excesiva y, ya en el final de su primera época, olía a gato encerrado. Por eso y como colmo de aquella vez en que al oficialismo no le rindió la esperada reelección, sortija que nos distraía de su otro interés y subterráneo propósito, ¿por qué reeditarlo ahora que todo está peor y la pandemia no da tregua?

Se desconoce si el formato 2021, no este inicial y seguramente provisorio, con el pasar de las semanas rescatará el esquema anterior, más, por si así fuere –y si no lo fuere también–, no puede ignorarse el inusitado libro digital, de investigación y denuncia, ‘KARTELL’. La obra del periodista rosarino Marcelo López Masía detalla, con precisión 5G, su incisiva perspectiva sobre el mayor casamiento ya amañado entre el futbol y la política en nuestro país. Regada a datos, la indagación devela el opíparo y camuflado negocio que, durante ocho años, hizo el ingenioso gobierno ‘K’ con su famoso ‘Fútbol para Todos’ y los “diez millones de segundos de publicidad en televisión pirateados”, como esclarece el subtítulo de tapa.

La investigación es tan vasta y quirúrgica que cualquier resumen nunca le hará justicia. El hijo de Raúl López Masía, consagrado colega y gran tipo de esa ciudad (ya se fue a un mundo más elevado), descubre una de las formas más inteligentes que gobierno alguno ya tuvo para encantar a la caterva, desde los espejitos de colores que Isabel la Católica le dio a Cristóbal Colón cuando vino a domesticar nuestros ancestros. Usando las nuevas tecnologías y los revolucionarios LEDs, el gobierno transformó la menos relevante y tradicional ‘publicidad estática’ en la más formidable y solapada caja negra de caudales que el deporte criollo produjo alguna vez. Sus operadores sofisticaron notablemente un esquema cuyos universales derechos de autor les corresponden. La picardía criolla, por fin, fue llevada al extremo.

El gobierno transformó la menos relevante y tradicional ‘publicidad estática’ en la más formidable y solapada caja negra de caudales que el deporte criollo produjo alguna vez.

Mediante un monopolio muy imaginativo FPT (como se conoce a Fútbol para Todos) nos indujo a creer que el caro y conceptuado fútbol profesional argentino, no necesitaba de Alicia para existir en el país de las maravillas: era gratis, merecido, democrático y necesario. ¡Para todos!... “Brillante”, diría Rasputín en el oído de la zarina. “Pero incompleto”, le respondería ella, con cierta razón porque, aun cuando consiguió vaciarle un bolsillo a su ‘enemigovio’ público número uno, el multimedio Clarín, que junto a TyC detentaban los derechos del rodar de la pelota en las gramillas nacionales, políticamente no funcionó. Al menos, para la presidenta Cristina Kirchner, que se quedó sin los dominios del sillón de Rivadavia, fue cuatro años al banco de suplentes y regresó como vicepresidenta.

Contra toda apuesta, FPT fue uno de los pocos actos demagógicos bien pergeñados y en gran escala, que no dio votos en la historia de nuestra América Letrina. Más, goles en contra políticos aparte, nada le retira el brillo de la ingeniosidad y de sus otros y productivos usos y abusos... Como un mapa de rutas, las páginas de ‘KARTELL’ indican que la finalidad política no era el único objetivo de muchos de los comensales de esa linda torta. Todos aquellos que, a costa del cautivante programa, engordaron su inventario de bienes hasta la obesidad mórbida, tanto que ni internándose diez años en la Clínica Cormillot, lo adelgazarían al punto de recuperar la silueta patrimonial anterior.

Según López Masía, en el lustro que va desde principios de 2010 a fines de 2015, bajo la ‘genial idea’ de FPT –digna de Arsenio Lupin– se televisaron tres mil encuentros sumando Primera División, Nacional B y Selección Argentina. Partidos que el estado nacional pagó a precio de oro y mandó a pérdida de los empobrecidos contribuyentes (todos nosotros), sin grandes cuestionamientos... Mientras, paralelamente, con los ‘LEDs’ de la publicidad estática –el toque de distinción de este diabólico y sofisticado plan– algunos de sus operadores recaudaban una encubierta fortuna, más o menos invisible en ese momento y poco revelada hasta hoy, de ‘incierto’ destino.

 

Desde principios de 2010 a fines de 2015, bajo la ‘genial idea’ de FPT se televisaron tres mil partidos de Primera, Nacional B y la Selección Argentina.

De acuerdo a ‘KARTELL’, en ese lapso, el gobierno pagó por FPT un total de 1.200 millones de dólares, fraccionados anualmente a razón de 160 millones en moneda americana; cifra que con sueldos, logística, producción, etc. alcanzaba los 200 millones ‘verdes’ por calendario. Los abonó con fondos públicos en calidad de derechos, al tiempo que, en todas las transmisiones, los avisos de los ‘cortes comerciales’ promocionaban obras que no siempre eran tales, buscando otra reelección y –¿por qué no?– la eternización partidaria. FPT no lo logró, pues, en el fin de esa interrumpida aventura, como único disgusto, el alfil Daniel Scioli recaudó 700 mil votos menos que Mauricio Macri en 2015. Más, antes de esa contrariedad, todos los partícipes fueron compensados con los incontables millones de dólares que se acumularon en las operadoras VHS Sportsen y Publicidad Estática Internacional, únicas comercializadoras autorizadas para negociar los LEDs y demás plataformas modernas y subterfugios antiguos, en todas las canchas y en todo ese periodo.

Curiosamente, como señala el autor del libro, “por distintas razones, ni la prensa, ni la justicia, ni los políticos, ni los referentes sociales argentinos se conmovieron o indignaron ante los hechos más increíbles de corrupción que se registran en nuestras tierras (...) Por ello, intentaron que sus mentiras se volvieran eternas y su impunidad quedara consagrada para siempre. Por suerte, no existe el crimen perfecto”. Es tan cierto lo primero como lo último, pero también es cierto que este fue un crimen casi perfecto. Que por casi una década todos los argentinos –mirásemos o no los partidos– pagáramos en impuestos aquello que creíamos gratuito, sin saber que lo pagábamos para disfrute de unos pocos, quienes nos hacía mirar para ‘acá’ en cuanto la desviaban ‘allá’, merece el premio mayor si existiesen los ‘Rififi de Oro’...

De todos modos, el cerne de este artículo, además de registrar su sangría social y todos los etcéteras que puedan desovar en torno de este drama (de eso se trata, de otro drama argentino), es que tan mágica operación sangró la herida que históricamente compromete la salud del golpeado fútbol nacional. Por casi medio millar de semanas, FPT le dio repetidos uppercuts a su cirrótico hígado y ahora, sorprendentemente, se lo vuelve a subir al cuadrilátero, aunque sea en rounds más cortos, reviviendo aquella paliza moral con intenciones electoreras. ¿Paradojalmente, morirá en un ring el fútbol nacional? Todo puede ser, somos un gigantesco Luna Park.

 

“Por distintas razones, ni la prensa, ni la justicia, ni los políticos, ni los referentes sociales argentinos se conmovieron o indignaron ante los hechos más increíbles de corrupción que se registran en nuestras tierras", dice Masía.

Y el mundo un inmenso Madison Square Garden porque “en todos lados se cuecen habas”, como decían nuestras nonas –aquellas que no se colocaban siliconas en los pechos ni bótox en los labios, como algunas abuelas actuales–. Sí. Y por eso el problema del fútbol es tan severo, por su universalidad. Porque aun cuando a la amalgama de lo creativo y lo perverso los argentinos la amasemos mejor que la mayoría, debe reconocerse que estos ‘cocineros’ de fabáceas político-futboleras habitan en todos lados.

Sin necesidad de usar el pasaporte, cruzando nuestras fronteras apenas con el DNI, en la categoría de dirigentes ambidiestros (aquellos que ‘patean con las dos’, política y fútbol), aparecen varios personajes vecinos. Por ejemplo, el millonario Sebastián Piñera, que en 2006 antes de ser candidato y presidente chileno, compró el club Colo Colo, el más popular de los trasandinos. También el ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez, quien asumió al club Progreso cuando fue campeón por única vez en la historia, en 1989, ganando enseguida la alcaldía de Montevideo. Y Horacio Cartes, empresario paraguayo presidente del club Libertad en 2001, previo a gobernar a su país entre 2013 y 2018.

Ya entre los más lejanos, Silvio Berlusconi es, quizá, el mayor embajador de esta elite de hinchas de fútbol de ambiciosos deseos. Presidente de Italia tres veces, dueño por tres décadas del club Milan y ahora de la Societá Sportiva Monza, y todavía propietario del mayor conglomerado multimedia de ‘la bota’, con ramificaciones por toda Europa, le da envidia a los otros. No obstante, el ex ‘Cavaliere’ –debió renunciar a ese título– fue no de los pocos que pagó parte de sus pecados con prisiones... incumplidas.

 

Aun cuando a la amalgama de lo creativo y lo perverso los argentinos la amasemos mejor que la mayoría, debe reconocerse que estos ‘cocineros’ de fabáceas político-futboleras habitan en todos lados.

También vieron el sol cuadrado, en 2014, Vincent Labrune y Jean Claude Dassier, respectivamente presidente en ejercicio y expresidente del francés Olympique de Marsella. Este club, en 1997, ya había tenido entre rejas a su mecenas y entonces presidente Bernard Tapie, el multimillonario diputado que tras comprar Adidas manejaba el equipo campeón de Europa 1994.

Por su culpa Olympique fue castigado con la pérdida del título francés de esa temporada y rebajado a Segunda División. Otro de la misma estirpe es el ruso Dmitri Rybolovlev, dueño y presidente del Club Mónaco, recientemente detenido, también, en Francia, en un caso que fue más allá del fútbol, envolvió obras de arte y llevó al ministro de justicia de ese país, Philippe Narmino, a renunciar.

 

Política, medios y fútbol

 

Por estas pampas el filoso tridente que conforman política, medios y fútbol, tan propicio para estas maquiavélicas ‘súper producciones’, no solo aplica, tiene una participación exponencial. Claro que con cuentas bancarias menores porque somos los primos pobres, no hay uno, sino varios famosos protagonistas que bien conocemos, todos libres, que sería mejor si el fútbol no los cobijase en su nido. Son inconvenientes, como esos volcanes cuya erupción es nada más que una asignatura pendiente.

Cuando el guiso social mezcla esos tres poderosos condimentos, se monta un particular y falso MasterChef botinero, cuyo menú sirve platos llenos como ‘Fútbol para todos’. Comilona que en las páginas de ‘KARTELL’ se describe a fuego lento y amaceradamente.

Recomiendo su lectura tanto como vacunarse contra el Covid-19. Es una buena manera de prevenir ciertos contagios a los que la inocencia, la negación o la ignorancia nos empujan frecuentemente, favoreciendo a un puñado de vivos, oportunistas y poderosos que usan al país, a los clubes y a los medios para enriquecer a nuestras costas como las termitas se empachan destruyendo árboles. Son la plaga que desmata la floresta futbolera, en cuya lápida quizá no se escriba el clásico QEPD, sino FPT, el crimen casi perfecto que ahora se recrea... ¿Buscando la perfección?

Continuará...

* Ex director asociado de diario Perfil

y creador de la icónica revista ‘Solo Fútbol’.

NOTA: Marcelo López Masía, más allá de revelar su investigación en un libro, efectuó la pertinente denuncia en Comodoro Py, juzgado federal número 5 de la doctora María Eugenia Capuchetti –la misma que analiza si Cristina enriqueció o no ilícitamente– y la buena noticia es que el fiscal Carlos Stornelli ya ordenó las primeras medidas. Pero no alcanza con francotiradores como él, se necesita de munición más gruesa. El fútbol, para estirar su sobrevida, precisa eliminar estos males desde la raíz y no apenas podando gajos incómodos. Lo que no va a suceder, claro, y con eso cuentan los corruptos porque salvo excepciones, el Cuarto Poder se moldó a semejanza de los otros tres y es parte del problema del fútbol.