DEPORTES
Análisis

La muerte del fútbol | El cuento de la buena pipa (sexta entrega)

El autor centra este capítulo de su serie sobre el final del deporte más popular del mundo en la situación de River Plate, tomado como el más ganador en lo deportivo, pero al mismo tiempo, el que mayor deuda tiene.

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FOOTBALL | AGENCIA SHUTERSTOCK

El escritor y ensayista checo Milan Kundera sostiene que todas las tesis que defendemos “no pasan de nuestra hipótesis preferida, necesariamente imperfecta, probablemente transitoria y apenas los muy obtusos pueden transformarlas en una certeza o en una verdad”. Concuerdo. Y esta apocalíptica visión del fin del fútbol de aquí a un siglo, puede encajar en ese razonamiento. ¡Que así sea! Sin embargo, más se avanza sobre esta teoría sin happy end, más elementos concretos aparecen avalando la proposición que justifica el amargo ocaso.

El último parte médico ratificando la patología que condena el fútbol a su triste y solitario final, lo emitió el sitio oficial del Banco Central de la República Argentina el pasado 20 de enero. Mensualmente, desde su Central de Deudores, publica las cifras de quienes no pagan sus compromisos, al tiempo que muestra el exponencial crecimiento de esas deudas. Los datos que se reproducen aquí son oficiales, están actualizados al recién iniciado 2021 y comporta –claro– a los morosos clubes del fútbol argentino; los peores y los mejores.

El caso más emblemático es el de River Plate, el club de moda y el más vencedor de estos últimos años que, en vez de capitalizar sus títulos, se arriesga en la vieja y conocida ciénaga de la dilapidación. Debe $1.424 millones, un pasivo casi tres veces mayor de aquel que exhibía un semestre antes. Su deuda es poco menor que el déficit sumado de los restantes 25 clubes de Primera ‘A’, los cuales, salvo excepciones, no son modelos a copiar por su excelencia administrativa. No obstante, según fuentes tan confidenciales como riverplatenses y creíbles, el presidente Rodolfo D’Onofrio, un hombre de extracción financiera y proveniente del actuarial universo de los seguros, permite que su entrenador, Marcelo Gallardo, siendo argentino –si fuese extranjero podría entenderse, aunque no aceptarse– goce de un imprudente contrato en moneda americana y no por un puñadito de ‘verdes’, sino de cuatro (4) millones de dólares anuales limpios de polvo y paja, esto es después de impuestos.

 

La deuda de River Plate es poco menor que el déficit sumado de los restantes 25 clubes de Primera ‘A’, los cuales, salvo excepciones, no son modelos a copiar por su excelencia administrativa.

Ese elevado monto, que se aproxima a todo lo que lucró River Plate hasta Cuartos de Final en la reciente Copa Libertadores, califica por sí solo a ese contrato de insensato y desmedido (dos transgresiones al buen sentido que la ley no pena). Si la información es correcta, de este modo, Gallardo se llevaría casi todo lo que gana River en las Copa para perder campeonatos argentinos, que son los más importantes que disputa el club nacionalmente y de los cuáles el Director Técnico nunca ganó ninguno. Si así fuere, se está ante un claro e indefendible despropósito. Además, gracias a la generosidad del club que en 1993 lo lanzó como jugador, el famoso ‘Muñeco’ es el personaje de nuestro empobrecido fútbol que más cobra y es uno de los ‘ejecutivos’ argentinos –en relación de dependencia– mejores pagados (según los últimos datos de la Total Remuneration Survey 2020 de Mercer, consultora global líder en recursos humanos, “la Argentina tiene los salarios de CEOs y ejecutivos en dólares más bajos de la región”).

El entrenador de River acaba de confesar que un año atrás lo buscó el Barcelona y él dijo no, prefirió quedarse. Se entiende el motivo. Además de tener una autonomía de vuelo que no tendría en otro club, Gallardo gana más que cuando jugaba y más que cualquiera de las estrellas que dirige en la actualidad... Irónicamente, mientras el país se mimetiza con Venezuela, River se espeja en la elite del fútbol europeo; sus directivos, equivocadamente, parecen creer que el mote de ‘Millonarios’ es una realidad imperecedera. No lo es... River ‘piensa en grande’ y ‘debe a lo grande’. En este momento es un club que parece inflado no solo en el fútbol –¿principal responsable de sus deudas?–, también estructuralmente: sus 1.143 empleados lo ratifican (en el Real Madrid trabajan 411 funcionarios no deportistas para atender a 99.781 socios, dos tercios casi exactos de los 155 mil que declaró el club de Núñez/Bajo Belgrano a mitad del año pasado).

Alrededor del mundo y a pesar de existir más locos que cuerdos dirigiendo clubes de fútbol, menos de una veintena de entrenadores cobran más que Marcelo Gallardo, pero todos ellos actúan en países con monedas infinitamente más fuertes que nuestro maltratado peso y lo hacen en clubes rentables o subvencionados por herederos de jeques árabes, corruptos magnates rusos o megaempresas asiáticas que lavan dinero. En su defensa, Gallardo puede decir que gana siete veces menos que su amigo Diego Simeone y que solo recibe un tercio del estipendio que embolsa Zinedine Zidane, ambos DT dirigiendo a los mayores clubes de Madrid. Pero también es cierto que la burbuja del fútbol europeo aun no explotó, mientras aquí reventó hace rato. Todavía son ellos los que compran nuestros jugadores...

 

Alrededor del mundo y a pesar de existir más locos que cuerdos dirigiendo clubes de fútbol, menos de una veintena de entrenadores cobran más que Marcelo Gallardo.

 

Algo dice que en el club de la ‘Banda Roja’ se están firmando contratos desmesurados y no por culpa del mimado entrenador. Parametrizando al DT de River con el portugués Abel Ferreira, coach del Palmeiras de Brasil, país con recursos seis veces mayores que Argentina y club flamante campeón de América, se ve el absurdo del acuerdo anual de Gallardo. Ferreira gana 600 mil dólares menos –además, se los paga la firma crediticia Crefisa–. Esta cifra, que aún en el vecino país es muy alta, convierte al portugués en el entrenador mejor remunerado de Brasil y en el segundo del ranking sudamericano, atrás del ‘Muñeco’, claro...

Las cuentas del club que hicieron grande José María Minella, Angel Labruna y Ramón Díaz entre tantos otros, no son las esperadas. Sorprenden porque en todos estos años River Plate vendió mucho y caro a los mercados europeos y asiáticos: por 27 jugadores consiguió 170 millones de euros brutos o 120 libres de impuestos y comisiones (el top-ten lo componen Lucas Alario, 24 millones de euros; Driussi, 20,1; Palacios, 17; Martínez Quarta, 13,1; Ramiro Funez Mori, 12,9; ‘Pity’ Martínez, 12,6, Saracchi, 12; Quinteros, 8,5; Kranevitar, 8; Mamana y Lanzini, 7,5... –mitad de ellos surgidos en inferiores y mitad adquiridos–).

Mas, contablemente, no todo es ingresos, también existen los egresos. En el mismo periodo River compró 40 jugadores, invirtiendo 61 millones de euros. El saldo de ese balance de compraventa, aparentemente positivo, es menos de lo que debiese ser considerando porque reemplazó 27 contratos por 40 –trece más–, exprimiendo parte del beneficio. A juzgar por la abultada deuda, el margen sobrante es insuficiente para sostener su estructura general regada con tantos empleados y la del fútbol con tantos generosos conchabos profesionales... Asimismo, resulta contradictorio ver que ese pasivo se acumuló en un momento victorioso y con la mayor densidad societaria que la institución jamás tuvo. De tal modo, cuesta imaginarle una recuperación financiera cuando termine este ciclo de algarabías.

 

A juzgar por la abultada deuda, el margen sobrante es insuficiente para sostener su estructura general regada con tantos empleados y la del fútbol con tantos generosos conchabos profesionales.

 

Esto que ocurre con ‘el River de Gallardo’ no parece estimulante para los demás clubes y para el propio fútbol. Según el prestigioso sitio alemán Transfermarket, especializado en compraventa de futbolistas, el valor actual del plantel riverplatense, dependiendo de cuál de los mil tipos de cambio que tiene la Argentina se aplique, trepa a los 121 millones de euros. Usando idéntica tablita cambial, puede decirse que su actual patrimonio futbolístico (el plantel) suma lo mismo que el club adeuda. Para ponerse ‘al día’ River necesitaría transferir a todos sus jugadores y no contratar a nadie, jugar solo con pibes del club, cosa que no hará. Continuará debiendo, total...

La deuda que la gestión Donofrio heredará a la directiva sucesora, colocará a ésta en un incómodo dilema: ¿Responsablemente paga lo que debe y gana menos títulos o irresponsablemente satisface a sus hinchas y sigue la fiesta hasta que explote dos, cinco o diez mandatos más adelante? La perversión es mayúscula y el sistema no castiga. Por eso no se palpita vida sino muerte en el largo plazo. Muchos disculparán al equipo, al técnico y al presidente que últimamente les dieron tantas alegrías, argumentando que la reforma del estadio es la causante de tan escandalosa deuda, aunque en realidad y por lo que se sabe, el costo de la nueva obra es apenas es una niñería a la par de lo que hoy debe River. ¿Entonces? Solo una auditoria externa podría explicarlo con precisión.

Sin embargo, y véase qué curioso, el último balance de River, correspondiente al ejercicio comprendido entre el 1 de septiembre del 2019 y el 31 de agosto del 2020, aprobado en noviembre pasado, arrojó un superávit de $523.521.891. Un gran resultado contra el déficit del anterior balance que alcanzaba $1.200 millones. La amplitud entre esa pérdida y la ganancia actual, cubriría la deuda que reveló el Banco Central. Pese a esa teórica última bonhomía, el pandémico año pasado, para poder girar River recurrió a un crédito de $500 millones. De todos modos, los números de los balances de clubes de fútbol tanto son los de la contaduría como los de un buen ‘dibujante’, porque incluyen en su activo a todos los jugadores del plantel, valorados por sus cláusulas de rescisión que rara vez se confirman al venderlos. Son exponencialmente mentirosos en la mayoría de los casos, aquí y en todo el mundo.

 

La deuda que la gestión Donofrio repasará a la directiva sucesora, colocará a esta en un incómodo dilema: ¿Responsablemente paga lo que debe y gana menos títulos o irresponsablemente satisface a sus hinchas y sigue la fiesta hasta que explote dos, cinco o diez mandatos más adelante?

El arquero Franco Armani es un formidable ejemplo: recientemente renovó su contrato aumentando la cláusula rescisoria de ocho a ridículos $20 millones de dólares ¡a sus 36 años!... Solo el pasivo es real y verdadero. ¿Cuánto realmente vale Armani que es patrimonio del club y por tanto aparecerá en la columna de los activos? Ese ratio lo cambia todo. Puede cotizar a gusto del necesitado. Su precio es subjetivo, dependerá de quién lo pague en el futuro. Y también de sus lesiones, su convocatoria a la Selección Nacional, su envejecimiento, su titularidad y otros etcéteras que serán los justificativos a usarse cuando –por el pase del guardameta– entre en caja un cuarto del dinero estimado en el balance o no ingrese nada si decide retirarse (los jugadores no indemnizan a los clubes, aunque existen seguros para cubrir eventualidades).

El maquillaje de números en balances de clubes de fútbol no es complejo y siempre se hizo. Para equilibrar los rubros ‘ganancias y pérdidas’ basta cotizar las cláusulas de recisión en valores mayores a los reales, porque los jugadores son un curioso bien que es tangible y al mismo tiempo intangible. Para Transfermarket Franco Armani vale ocho millones, el balance de River del año en curso dirá 20. Su tasación es arbitrariamente estimada y siempre estará condicionada a su potencial producción. "Maquillar" los contratos de todo un plantel profesional de calidad, como el de River, puede generar una diferencia de cien o doscientos millones de dólares, sin importar lo que diga Transfermarket que tampoco es infalible. Por ausencia de controles efectivos y castigos ejemplares, esta práctica no terminará ahora ni nunca. Es parte del juego.

 

El maquillaje de números en balances de clubes de fútbol no es complejo y siempre se hizo.

 

El problema central del ‘mal del fútbol’ es que el negativo usado para revelar esta oscura foto actual, no es una sorpresa, es el mismo de siempre en todos lados. Incluso de otros momentos de la historia del propio River, uno de los mayores clubes del mundo. Por ejemplo, en 1983, en la gestión de Rafael Aragón Cabrera, después de haber vendido el ‘Beto’ Alonso a Vélez Sarsfield, rescindido los altos contratos de Juan José López, Pedro González y Pablo Comelles, devuelto por incumplimiento de pagos Mario Kempes al Valencia y tras transferir millonariamente Ramón Díaz al Napoli y Daniel Passarella a Fiorentina, en vez de estar aliviado y nadar en dinero, el club siguió sumergido en deudas. Tantas, que debió soportar una huelga de siete fechas de sus jugadores profesionales con haberes atrasados por más de cuatro meses (actuó con juveniles: Néstor Gorosito, Pedro Troglio, Adrián De Vicente, Mariano Dalla Libera...). La solución fue satisfecha con la venta de Ubaldo Matildo Fillol. Mas, apenas respiró un poco ¡zas! contrató a Enzo Francescoli, proveniente de Wanderers de Montevideo.

No hace falta alargar este texto con otros ejemplos del mismo club y muchísimos más y peores de otras entidades, porque ‘El cuento de la Buena Pipa’ es común a todos y de nunca acabar. No hay escarmiento ni reflexión. Las Comisiones Directivas van y vienen, los presidentes también, algunos se eternizan, a veces hay renovaciones, son campeones o descienden, pero nada parece corregirse. Casi todos parecen cortados por una misma tijera que corta mal. Todavía no se descubrieron los paravalanchas de catástrofes financieras futboleras.

Entonces, el problema no es ‘este River’ ni el contrato de Gallardo o la pandemia, como no lo fue Aragón Cabrera casi cuarenta años atrás. El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, como cantaba Mercedes Sosa la canción de Pablo Milanés,"Años", y el problema se repite, es el mismo. Es un mal endémico de la geografía futbolística, sin antídoto a la vista. Por ello el dramaturgo checo, Milan Kundera, puede ir inclinándose a aceptar que la hipótesis de un fútbol agonizante y casi extinto dentro de un siglo, más que una opción preferida, imperfecta y transitoria tiene argumentos de opaca y contundente realidad.

Continuará...

SEGUNDO AVISO: A los estoicos lectores de este ensayo fraccionado (o ladrillos de texto picoteados) les comunico que no serán seis entregas como se anunció originalmente, tal vez el doble. Es mucha la cochambre escondida bajo el manto del olvido del fútbol profesional...

* Ex director asociado de ‘Diario Perfil’ y creador de la icónica revista ‘Solo Fútbol’