Las clases sociales matan al amor…?”. Este era el título de una nota central de Nocturno, una revista femenina que vendía 100 mil ejemplares entre trabajadoras jóvenes en 1972. La editora había sido inteligente. El título tenía especial atractivo. Retomaba la larga tradición melodramática que había modulado la educación sentimental de sucesivas generaciones. Este género que moviliza la identificación subjetiva de quien lee, escucha, mira, trabajó en América Latina, una y otra vez, sobre diferentes situaciones que ponían en el centro de la escena un rechazo a las desigualdades entre, por ejemplo, la chica pobre y el joven de alta sociedad o el padre de familia respetable.
El título de Nocturno tenía mucha actualidad en la Argentina de los años 70. El término “clases sociales” ponía en juego el lenguaje de la sociología modernizadora y la radicalización política. Esas claves actualizaban la lucha entre el ethos igualitario del sentimiento amoroso, que confrontaba con las desigualdades estructurales sancionadas o las costumbres instituidas. En esos años, el conflicto entre la pasión y el orden moral asumió nueva entidad. En parte porque la modernización sociocultural y la radicalización política permitieron revisitarlo a partir del cuestionamiento de los prejuicios sociales por parte de nuevas generaciones (pocos gestos eran tan provocadores como los amores interclasistas). En parte porque las propias transformaciones estructurales reavivaron los horizontes de posibilidad. Las migraciones, el acceso a la enseñanza terciaria y universitaria, el crecimiento industrial y de nuevos servicios, los espacios politizados y la crisis de ciertas producciones agrícolas colocaban, potencialmente, a muchas personas en nuevos espacios sociales, exigiéndoles procesar las desigualdades de clase a partir de esas experiencias inéditas para ellas.
La cuestión trasciende ampliamente el ejemplo. Involucra preguntas claves que están en el centro de este libro. ¿Qué jerarquías presuponían y a la vez modelaron las dinámicas familiares? ¿Qué conflictos produjeron las desigualdades de clase, raza, género y edad en el plano de las formas familiares y las vivencias infantiles? ¿Qué entidad cobraron esas jerarquías cuando la sociedad argentina atravesó profundas y aceleradas transformaciones económicas, socioculturales y políticas?
Para dar respuesta a estas preguntas, este libro recorre la historia argentina entre fines del siglo XIX y fines del XX. Lo hace desde dos ángulos: las relaciones de las familias, los niños y las mujeres con las instituciones públicas y estatales, y las producciones mediáticas que pusieron en circulación formas de vivir, pensar y sentir de enorme significación. Y lo hace dándoles un papel activo a las personas –mujeres, varones, niñxs y jóvenxs– al considerar sus experiencias frente a instituciones que tenía el propósito de intervenir sobre sus realidades, imponérseles, convencerlas, motorizar su consumo. En ese ida y vuelta, la obra da vida a los dilemas cotidianos de los sujetos, abriéndose a sus propias experiencias cotidianas y dilemas de vida a lo largo de un siglo.
Claudia Freidenraij parte de las fotografías de niños y niñas jugando a fines del siglo XIX de la Sociedad de Aficionados a la Fotografía para entender cómo la élite percibió y operó sobre las maneras de entender y manejar las jerarquías sociales en una sociedad profundamente desigual. Paula Bontempo estudia el uso que niñas, niños y familias hicieron de Billiken en los años 20 para crear espacios de sociabilidad barrial de clase media prestigiados por la cultura. Con foco en La Plata de fines de los 30, Leandro Stagno muestra que los jóvenes de las clases populares eran un grupo con una identidad propia surgida en el cruce de sus experiencias, las relaciones con los adultos y los agentes del recientemente creado primer Tribunal de Menores del país. Mariela Leo analiza la transformación en las formas de pedir y dar ayuda asistencial para la supervivencia de niños y niñas entre fines de los años 20 y la emergencia del peronismo. Agostina Gentili avanza sobre los años 60 y el modo en que los orígenes de clase condicionaban la interacción con la Justicia de quienes solicitaban adopciones de niños y niñas. Isabella Cosse nos ayuda a entender el papel de los niños y la infancia en las ideas de clase de la izquierda peronista en los años 70 y sus disputas con las fuerzas de ultraderecha sobre el sentido de lo popular. Y Karin Grammatico analiza la campaña feminista por la patria potestad en 1980, mostrando que fue un momento clave en el que el feminismo convocó a las mujeres de las clases trabajadoras y las clases medias a partir de su condición de madres, y configuró una demanda directa al Estado y un nuevo estilo de activismo.
*Compiladora de Familias e infancias en la historia contemporánea. Jerarquías de clase, género y edad en Argentina.
Eduvim (fragmento).