DOMINGO
Jaime y Schiavi en el banquillo

Corrupción que mata

En La piñata, el periodista Hugo Alconada Mon señala las sospechas sobre Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi por el supuesto desvío de fondos.

Horror. El 22 de febrero de 2012, el tren 3772 de la línea Sarmiento                            no frenó y colisionó con los paragolpes de contención. El saldo fue de 51 muertos y más de 800 heridos.
| Cedoc

La leyenda decía que mientras Néstor Kirch-ner viviera su amigo Ricardo Jaime sería intocable. Y la leyenda incluía explicaciones disparatadas. (...)

“Por razones personales he presentado la renuncia en forma indeclinable al cargo con el que me ha honrado la señora presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner”, escribió Jaime el 1º de julio de 2009.

¿Su reemplazo? Juan Pablo Schiavi.

Jaime había recorrido un largo camino, público y privado. Era uno de los funcionarios más cuestionados del Gobierno. Y desde hace años disputa la pole position con el vicepresidente Amado Boudou y Lázaro Báez, entre otros, para convertirse en el rostro icónico de la “corrupción K”, como María Julia Alsogaray pasó a serlo de la década menemista.

Pero con una diferencia. Mientras que la imagen de Alsogaray que la mayoría de los argentinos más recuerda es la suya, desnuda y con un tapado de piel, en la tapa de la revista Noticias, la de Jaime se vincula con la tragedia del tren 3772 de la línea Sarmiento, a las 8.33 del 22 de febrero de 2012.

La Tragedia de Once. Cincuenta y un muertos, 800 heridos.Pero Jaime no se siente responsable.

“No tengo cargo de conciencia por el accidente de Once”, afirmó al abrirse el juicio oral. “No se puede responsabilizar a un funcionario que se fue en 2009 por un choque donde dos pericias dejaron en claro que el tren estaba en condiciones de frenar. No me pueden responsabilizar por el choque”, insistió.

Pero la Justicia piensa, por ahora, distinto. Lo procesó al igual que a Schiavi por abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público por la falta de controles sobre la concesionaria y las condiciones en que prestaba el servicio.

Nada que sorprenda demasiado.Porque era un final cantado desde el principio de su gestión.

—Turco, Néstor te necesita en Transporte –le comunicó el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, en 2003.
—Pero yo no sé nada de transporte –se excusó “Jaimito”.
—Venite igual.

Como secretario de Transporte, Jaime aprendió a manejar una caja millonaria para subsidiar con un piso de $ 250 millones por mes los colectivos urbanos. Nada mal.

Unos $ 3 mil millones de libre albedrío por año. Que hasta el arribo de las tarjetas SUBE –que deparó sus propios negocios– movió montañas y más montañas de dinero cash.

Y Jaime, que no sabía nada de transporte, forjó rápido una alianza con algunas empresas, como
Trenes de Buenos Aires (TBA), de los hermanos Claudio y Mario Cirigliano; Emepa, de Benjamín Gabriel Romero; el Grupo Roggio; y Sergio Taselli, que fue el más rápido en caer en desgracia y perder los ramales ferroviarios Roca y San Martín.

Lo insólito es que, encima, Jaime es uno de los pocos funcionarios que, de acuerdo a los papeles, salió de la gestión pública más pobre de lo que ingresó: al asumir declaró $ 261 mil ante la Oficina Anticorrupción, pero al marcharse declaró bienes por apenas $ 88 mil: una moto, una casa en el Sur y varias deudas.

Es, cuando menos, un empobrecimiento llamativo. (...) La aparición del “avión de Jaime”, como pasó al imaginario colectivo, era un manantial de sorpresas. No sólo porque la firma que figura como dueña de la aeronave matrícula N786YA era una sociedad costarricense, Pegasus Equity Investment, sino porque su presidente era un obrero que ganaba US$ 400 por mes y vivía en un barrio humilde de la capital de Costa Rica, San José. (...)

El escándalo que causó ese avión reportó otro dato en apariencia más anodino, pero más relevante: por primera vez aparecía un vínculo entre Jaime y un operador y lobbista llamado Manuel Vázquez, sospechado de ser su testaferro y álter ego. (…)

Vázquez cometió un error imperdonable cuando la Justicia ya lo tenía en la mira por su relación con Jaime: no borró sus huellas electrónicas.

No lo hizo, en particular, en las computadoras de su amada firma Controles y Auditorías Especiales de Argentina SA (Caesa).

Así, cuando la Justicia ordenó en julio de 2009 que lo allanaran, la Policía Federal se llevó esas computadoras y los expertos informáticos accedieron a sus discos rígidos y lograron recuperar miles de correos electrónicos de, como lo apodan sus amigos, “el Gallego”.

¿Qué dicen esos e-mails? Que empresarios del transporte –como los Cirigliano y Héctor Cimo–aportaron dinero para comprarle a “Jaimito” ese avión. Que Vázquez, un hombre del Opus Dei, cobró comisiones por la compra de material ferroviario a España y Portugal, tajadas que Jaime autorizó de manera personal.

Que Jaime y su esposa compraron un departamento de US$ 450 mil, más un auto, un diario y una radio en Córdoba que no aparecen en sus declaraciones juradas ante la Oficina Anticorrupción.
Que Vázquez intervino en la compra de US$ 1 millón que también era para “Jaimito”.

Que un hermano del Turco, Daniel Jaime, también le cobró dinero de las empresas a las que Ricardo debía controlar y se encargó de comprarle una camioneta a su sobrina –una hija de “Jaimito”– que vive en Brasil con dinero que le enviaron desde la Argentina.

Que Vázquez recaudó dinero negro de empresas españolas para las campañas electorales del kirchnerismo. (...) Que el Gallego se involucró en el proyecto de un grupo de empresarios argentinos que buscó comprarles Aerolíneas Argentinas a los españoles, como soñaba Kirchner. (...)

Y que Vázquez metió su nariz para que Aerolíneas –cuando volvió a quedar bajo el control del Gobierno– le comprara aviones al fabricante brasileño Embrear.
La piñata en su esencia más grotesca.

Esos e-mails del operador también aportaron otros indicios sobre una realidad paralela y clandestina que por mucho excedió a Jaime.(...) Por suerte (para Vázquez y para el Gobierno), la Justicia declaró nulos esos e-mails porque no se garantizó su “cadena de custodia”.

Es decir que no se podía descartar que algún perverso hubiera adulterado el contenido de esos miles de correos electrónicos, inventando intercambios completos, insertando frases insidiosas, cargadas de malicia y perfidia, para perjudicar al desprendido Vázquez y a Jaime –el digno funcionario que declaraba empobrecerse más y más con cada año en la función pública– y, en última instancia, a la Casa Rosada.

El juez federal Norberto Oyarbide se encargó de eso. El mismo juez que mantuvo entre sus manos las causas por enriquecimiento ilícito de los Kirchner, las coimas de Skanska, la mafia de los medicamentos, Sueños Compartidos de Schoklender-Bonafini, y otras varias investigaciones incómodas para el poder.

Lo confirmó la Sala I de la Cámara Federal porteña, integrada por Eduardo Freiler, Jorge Ballestero y Eduardo Farah. Los mismos que declararon la nulidad de una prueba clave para probar las coimas pagadas por Skanska y confirmaron el desestimiento de la denuncia de Alberto Nisman contra la Presidenta por supuesto encubrimiento a Irán sin siquiera abrir la pesquisa a prueba.
El sistema.

Y por fortuna para Jaime, Vázquez & Cía., el fiscal subrogante de Investigaciones Administrativas luego de que Manuel Garrido diera un portazo, Guillermo Noailles, no apeló ante la Corte Suprema.
Noailles, el mismo fiscal subrogante que tampoco apeló el sobreseimiento de Oyarbide a favor de los Kirchner en la causa por enriquecimiento ilícito.

Acaso Jaime no estuvo tan equivocado al creerse intocable. “Jaime le llevaba una valija –que no sé qué tenía adentro– todas las noches a Kirchner, vivía al filo de la legalidad”, detalló el ex subsecretario de Transporte Aerocomercial Ricardo Cirielli a la revista Noticias en 2010.

Por entonces, Cirielli ya había roto con el Turco, su otrora jefe, en los peores términos. “Al no ser inteligente, (Jaime) siempre se equivocó. No me sorprende la impunidad. El sentido del poder permanente que tenía Jaime lo llevó a esto”. (...)

¿Cómo no marearse si sobrevivió indemne a la incautación de cuatro valijas en el aeropuerto de Barajas, Madrid, con 60 kilos de cocaína, en un vuelo de Southern Winds, de sus empresarios amigos Cristian y Juan Maggio, que recibían $ 7 millones en subsidios por mes para combustible y a cambio aportaban fondos y aviones a la campaña electoral? Porque los Maggio podrían contar cómo le ordenaron a un empleado, Walter Beltrame, que se pusiera a disposición de Jaime y su señora, para lo que el funcionario mandara o quisiera. (...)

¿Cómo no marearse si la AGN también había analizado la situación de la línea Sarmiento en 2008, casi cuatro años antes de la tragedia, había alertado sobre múltiples problemas e incumplimientos, y concluido que “cada una de estas situaciones constituye riesgos que atentan directamente contra la seguridad de los usuarios del servicio, y de aquellos que, de algún modo, tienen contacto con el sistema”, pero nada había pasado… o eso parecía? (...)

Pero el problema para el Turco es que si Kirchner nunca le pidió la renuncia, tampoco estuvo ahí para guarecerlo cuando arreció la lluvia.

Porque Jaime siempre actuó como si no hubiera un mañana, como si el kirchnerismo hubiera llegado para quedarse en el poder, y que Lupo sería inmortal. Pero chocó con la realidad en octubre de 2010.
Jaime participó en el velatorio, en el Salón de los Patriotas de la Casa Rosada, junto a los familiares, amigos, figuras públicas y los principales funcionarios, entre los que ya no se encontraba. Su rostro, con los ojos hinchados, lo decía todo.

Ya arrastraba desde febrero de 2009 una denuncia de Garrido como fiscal nacional de Investigaciones Administrativas, por recibir “dádivas” de las empresas a las que debía controlar.

Porque, a veces, la sobredosis de impunidad mata. Y, a veces, la corrupción también mata, aunque los intelectuales de Carta Abierta hayan sostenido en su 13º manifiesto que ésa no es más que una verdad “abstracta”.

La corrupción mata. Es una verdad fundamental, pero abstracta”, sostuvieron desde su torre de marfil, en mayo de 2013, en respuesta a un comunicado que habían difundido los familiares de las víctimas de la Tragedia de Once para denunciar que “la cara visible de la corrupción es la muerte y su cómplice, el silencio”.

Para los intelectuales de Carta Abierta, sin embargo, “lo que critican (los familiares) es justo. Pero es lo justo a través de un encadenamiento argumental que omite eslabones fundamentales que, de no estar, toda sociedad sería imposible a no ser que esperásemos al Mesías que nos venga a salvar de esta estructura destructiva que conduce trenes, aviones, tratados internacionales, ómnibus de corta y larga distancia, subterráneos, ordena el cada vez más caótico tráfico callejero”.

Más vale que esas mentes brillantes nunca se crucen con los familiares de las víctimas de la Tragedia de Once, ni con los familiares del total de al menos 125 muertos y 1.596 heridos en 49 accidentes ferroviarios (de cierta relevancia) que el titular de la AGN, Leandro Despouy, contabilizó entre 2003 y 2013. (...)

“La preocupación del transporte era del Poder Ejecutivo y cuando había algún problema recibíamos el llamado directo de Néstor Kirchner o de la Presidenta”, lanzó Jaime, como para clarificar que si iban por las responsabilidades superiores, el tribunal tendría que apuntar mucho más alto que a él. “Néstor Kirchner y yo estábamos todos los días trabajando en la recuperación del transporte”.

Schiavi, en cambio, pareció aprender de sus errores pasados. En particular de aquella frase que lanzó apenas horas después del desastre ferroviario, cuando dijo que “si el accidente hubiera sido ayer, un feriado, hubiese sido una cosa menor”. Ya en el juicio oral pidió perdón a las víctimas de Once y a sus familiares por esa frase. Y también delineó su defensa: “Ninguna de mis acciones motivó el accidente. No actué con desidia ni desapego”.