DOMINGO
LIBRO / Rodrguez Larreta, un desarrollista en accin

El mejor CEO de Macri

En Mundo PRO, Sergio Morresi, Alejandro Bellotti y Gabriel Vommaro describen a la agrupación que unió a profesionales y empresarios para seducir al votante porteño. Aquí se reproduce el protagónico rol que tuvo el nuevo jefe de Gobierno en la organización de ese espacio. De militancia frondizista, este economista con posgrado en Harvard se inició con Palito Ortega y Fernando de la Rúa, pero también trabajó con Duhalde y Cavallo.

Minima diferencia. En la Ciudad, el 19 de julio, el candidato del PRO se impuso en las elecciones con el 51,64% frente a Martín Lousteau, de ECO, que obtuvo el 48,36%.
| Cedoc Perfil
Rodríguez Larreta provenía de una familia de abolengo y tradición política. El más conocido de sus ancestros es su tío abuelo, quien como procurador general de la Nación en los años 30 del siglo pasado rubricó la acordada de la Corte Suprema que dio legalidad al golpe de Félix Uriburu contra Hipólito Yrigoyen. Su padre, Horacio Rodríguez Larreta Leloir, integró el Movimiento de Integración y Desarrollo (el MID) como un dirigente muy cercano a Arturo Frondizi y a Rogelio Frigerio; tanto que el pensador del desarrollismo fue  padrino de bautismo del actual jefe de Gabinete de Macri.
Según comentó en diversas entrevistas, en su casa se realizaban a diario reuniones de los dirigentes del MID, de las que participaban –entre otros– Antonio Salonia, Oscar Camilión y Héctor Magnetto. Así, ya desde su niñez, supo que su vocación se hallaba unida a la política. De forma paralela a su militancia en el frondizismo, Rodríguez Larreta se formó como economista en la Universidad de Buenos Aires y consiguió su primer empleo en la petrolera ESSO, donde se desempeñó como analista financiero. En medio de la hiperinflación de 1989-1990, viajó a la Universidad de Harvard a realizar un posgrado en Administración de Empresas. A su regreso, comenzó una carrera extensa y continua en la administración pública.
Aunque Rodríguez Larreta suele sostener que sus trabajos en el Estado durante los gobiernos de Menem y De la Rúa cabían en la definición de “técnicos”, sus nombramientos se ligaron siempre a acuerdos políticos. Sus contactos con dirigentes del MID que formaban parte del elenco menemista le permitieron, apenas llegado de su estadía en Estados Unidos, incorporarse a la Gerencia de Inversiones Extranjeras del Ministerio de Economía, entonces a cargo de Cavallo. En 1995, un salto cualitativo en su carrera lo llevó a la Gerencia General de la Administración Nacional de la Seguridad Social, la Anses.
En 1998, cuando Ramón “Palito” Ortega ocupó la Secretaría de Desarrollo Social, Rodríguez Larreta ejerció como subsecretario de Políticas Sociales. En ese momento, trabó una relación fluida con Santiago de Estrada, quien años después presidiría el bloque legislativo macrista en la Ciudad de Buenos Aires. Cuando De la Rúa asumió la presidencia, nombró a Rodríguez Larreta entre los interventores del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados, más conocido como PAMI. Se suponía que la presencia de Rodríguez Larreta (a quien la prensa de la época llamaba “el peronista Larreta”) aportaría buen manejo técnico y, además, serviría para mostrar pluralidad ideológica y transparencia en un organismo que encarnaba un símbolo de la corrupción menemista. Junto al ahijado de Frigerio, también se nombró a Cecilia Felgueras (figura en ascenso dentro del radicalismo) y a Angel Tonietto, cuñado de la entonces ministra Graciela Fernández Meijide, del Frepaso.
La intervención del organismo terminó mal; Tonietto, acusado de tráfico de influencias, debió renunciar. Meses más tarde, también Rodríguez Larreta se fue, aunque aclaró que lo hacía con la satisfacción del deber cumplido.
En su siguiente escala, la ciudad de La Plata, el entonces gobernador Carlos Ruckauf lo nombró al frente del Instituto de Previsión Social de la Provincia de Buenos Aires. Allí fortaleció sus relaciones con Eduardo Amadeo, que en julio de 2014 se incorporó al PRO y a su vez era uno de los principales asesores del futuro presidente provisional Eduardo Duhalde. Finalmente, pocos meses antes de que la crisis económica estallara, desde el equipo del otra vez ministro Domingo Cavallo lo volvieron a llamar para ser titular de la Dirección General Impositiva (DGI).
Rodríguez Larreta también fue quien ideó un emprendimiento que al comienzo parecía más técnico que político, y que sin embargo acabó por convertirse en uno de los ingredientes principales en la fórmula que permitió nacer al PRO: el Grupo Sophia. El think tank reclutó estudiantes avanzados de las carreras de Ciencias Sociales –en especial en Ciencias Políticas y Económicas– y formó equipos para elaborar documentos de trabajo que sirvieran de insumos a los tomadores de decisiones, y que también fueran capaces de insertarse ellos mismos en las posiciones que Rodríguez Larreta, creador y director de Sophia, abría en los diferentes lugares donde lo asignaban.
Conviene aquí detenerse para subrayar dos cuestiones.
La primera: buena parte del prestigio de Rodríguez Larreta se debió al trabajo desempeñado en la fundación. El desglose de los presupuestos nacionales y provinciales, o el cálculo de los costos y el impacto de diferentes programas públicos que publicaba Sophia, se presentaban como informes que después utilizaban tanto los gobiernos como los políticos opositores e incluso la prensa.
La segunda: a pesar de su fama de gerente, Rodríguez Larreta siempre se movió como un político con un olfato fino para las oportunidades. Quizá por ello se reintegró al gobierno delarruista, que ya se caía a pedazos, al mismo tiempo que se acercó a la Fundación Creer y Crecer para ofrecerle sus servicios a Macri. Junto a su equipo –que integraban, entre otras jóvenes profesionales, María Eugenia Vidal y Sol Acuña– comenzó a diseñar el Plan Social para la Ciudad de Buenos Aires. (...)
A lo largo de 2002 varios políticos porteños, hoy opositores a Macri, sostenían que el empresario no podía presentarse como candidato en la Ciudad porque su imagen se asociaba demasiado a la derecha y por lo tanto le iría mal con un electorado como el porteño, al que se suponía más cercano a la izquierda. La prensa de la época reflejaba esa misma opinión y numerosos columnistas insistían con la idea de que, aunque Macri tenía a su favor su renombre, tenía más en contra: sus vínculos con el menemismo y los múltiples escándalos en los que se había visto envuelto (desde una causa por contrabando de automóviles en los años 90 hasta la supuesta administración fraudulenta del Correo Argentino, ya en el nuevo siglo) le marcaban un techo muy bajo. En síntesis: le iría bien en las elecciones pero de ningún modo eso le alcanzaría para ganar.
La elección de compañero de fórmula no ayudó a modificar el perfil noventista (un término que se comenzó a usar para referirse a los que habían apoyado, de un modo u otro, las políticas de Menem) de la propuesta de Macri. Pese a que en la prensa de la época se filtraron algunas dudas sobre quién lo acompañaría como vicejefe de Gobierno, dentro de las propias filas se veía con naturalidad la candidatura de Rodríguez Larreta.
Un entrevistado para este libro, hoy alineado con Michetti, recordó: “Larreta iba a ser el candidato a jefe de Gobierno cuando parecía que Mauricio iba por la presidencia… Hasta se hicieron spots con él hablando de frente a la cámara; no me acuerdo si se llegaron a pasar en la tele, creo que sí en el subte por lo menos… En todo caso, cuando Mauricio bajó a la Ciudad, lo lógico era que Larreta fuera de vice. No recuerdo que alguien se resistiera mucho. Estaba cantado que iba a ser él. Pero, en mi opinión, esa fórmula fue parte del problema que tuvimos en 2003”. Otros de nuestros entrevistados coincidieron en sugerir que la elección del actual jefe de Gabinete de la Ciudad como candidato resultó poco conveniente. Se observa cierto acuerdo con algunos analistas de la prensa que entonces subrayaron que Rodríguez Larreta, si bien muy preparado, carecía de carisma y que no ayudaba a sumar ni a levantar el techo de Macri.
Las lecturas agoreras no impidieron que otros grupos políticos y personas sin partido se acercaran a Macri y su equipo, como él llama al conjunto de sus cuadros políticos y técnicos. Peronistas, radicales, desarrollistas y sobre todo líderes de pequeños partidos vinculados a la centroderecha tradicional (por ejemplo, el Partido Federal de Rafael Martínez Raymonda) o neoliberal (como la Ucedé o AR) desfilaban ante los candidatos.
Algunos se habían acercado en los inicios del proyecto, en 2001; otros llegaron cuando la agrupación partidaria comenzó a tomar forma, entre mediados de 2002 y comienzos de 2003. Cada uno de ellos llevaba algo para ofrecer: desde know how institucional hasta carpetas con planes políticos; desde hipotéticos votos asegurados en alguna parroquia porteña hasta un sello que permitiera la presentación formal del partido en las elecciones; desde una idea para fortalecer la campaña hasta la colaboración de especialistas en determinados temas. Aunque cada uno ofrecía cosas distintas, casi todos (hubo excepciones) parecían pedir lo mismo a cambio: que se los incluyera en un lugar expectante de la lista de candidatos legislativos en 2003, o bien un lugar en el futuro gobierno.