El doctor Roberto Cortés Conde es profesor emérito de la Universidad de San Andrés. Ejerció la docencia en la Universidad de Nueva York, la Universidad de Yale, la de Wisconsin y la de Texas. También, durante dos años fue “Robert Kennedy profesor” en la Universidad de Harvard. Y esta enumeración de cátedras, quizás sorprenda, pero no queríamos dejar de incluirla para compartir la experiencia de este compatriota docente en distintos momentos de la realidad norteamericana. ¿Por qué? Pues, precisamente porque el gigante del Norte está pasando por momentos muy particulares y poco felices.
Como sabemos, los republicanos amenazaron con llevar a Estados Unidos al default y el famoso Tea Party abrió interrogantes acerca de la gobernabilidad ejercida por el presidente Obama.
—De acuerdo a su amplia experiencia, ¿cómo se generan estas situaciones?
—Hay que ver todo esto en un contexto más complejo, pero indudablemente ellos han pasado por una circunstancia extrema inusual en la historia de los Estados Unidos. En realidad no tiene que ver con el Partido Republicano, sino con un sector del Partido Republicano. Digamos que el Tea Party es una fracción extremista de derecha y proviene de algo que ocurrió en la revolución norteamericana cuando los colonos no aceptaban pagar impuestos por el té que llegaba del exterior y, en el puerto de Boston, lo tiraban al mar. Allí comienza la revolución de la independencia norteamericana. Es decir que quieren recuperar el concepto de que nadie se quede con sus patrimonios a través de los impuestos desmedidos. Esto está muy presente en la tradición anglosajona. También ocurre en Inglaterra en la revolución de 1688 cuando se esgrime la argumentación de que el Parlamento no había votado los impuestos. Le diría también que el origen de la democracia en la cultura anglosajona proviene del hecho de que en aquel mismo año proclaman el “habeas corpus” (es decir que nadie, ni siquiera el rey tiene derechos sobre el cuerpo de los ciudadanos sin una orden de la Justicia competente). En una palabra es el comienzo de los derechos humanos. En la misma tesitura aparece el tema impuestos donde, como le decía, la decisión del Parlamento es indispensable. Es una cultura muy particular y diferente de la cultura española. Tanto es así que justamente en 1688 los ingleses que se oponen a que el rey cobre impuestos, lo hacen apelando al octavo mandamiento: “No robarás”. Esta es, entonces, la idea que se difunde hoy. Sobre todo en determinados círculos de gente de medios rurales y de ingresos medios.
—Invocando entonces los principios históricos.
—Sí, para ellos significa tener y desarrollar un elemento cultural muy importante. La oposición con que se enfrentan es por el programa de salud de Obama que se votó en el Congreso. También impugnado ante la Justicia. Pero la Corte Suprema norteamericana le dio constitucionalidad. Entonces, lo que le corresponde hacer a esta fracción extrema del Tea Party es (aún considerando las consecuencias de la crisis de 2008 cuya recuperación es lenta y difícil) aceptar la decisión del Congreso.
—Es decir que el Tea Party convenció a algo así como a 140 de los 234 legisladores.
—Hay dos cosas que se ponen aquí en juego: uno es el famoso “precipicio fiscal” ante el cual hasta es difícil pagar los sueldos. Todo esto ahora se ha postergado hasta el mes de enero (en el caso del presupuesto) y hasta febrero en cuanto al aumento de la deuda. La Cámara de Representantes y el Senado han votado un acuerdo mediante el cual el gobierno puede funcionar “por ahora”.
—¿Y qué ocurrió con los republicanos que se oponen al Tea Party?
—Ahora perdieron. El problema está en que el Tea Party presionaba a los mismos republicanos. Incluso al senador McCain que estaba en oposición con el Tea Party y su posición extrema tratando de forzar la situación por una vía indirecta. No se olvide que cuando se vota la Ley de Salud también se votan los recursos para sustentarla. Pero (y esto es muy típico de los Estados Unidos) hay un Congreso que, en la última elección votó por un presidente demócrata, un Senado demócrata, pero con una Cámara de Representantes republicana. El gobierno envía entonces el presupuesto con la aprobación del Senado, pero sin aquélla de la Cámara de Representantes.
—Una historia, efectivamente, muy particular.
—Siempre hubo en la política norteamericana el hecho de que no existe una disciplina como podemos encontrar, por ejemplo, en Europa donde cada partido vota su proyecto. Por ejemplo, cuando McCain y Obama eran senadores siempre fueron dos personas que conversaban a cada lado del pasillo que los separaba. Y éste ha sido un rasgo muy común en su política.
—Pero, sin embargo, ¿por qué entonces son tan profundas las divisiones entre republicanos y demócratas? ¿Acaso no convivían mejor en los años 90?
—Se han acentuado porque dentro del Partido Republicano este sector (Tea Party) ha ido ganando fuerza y adeptos. Luego, suelen volver al sector político al que pertenecían. Por ejemplo, hace muchos años, en la época de Johnson, en el Partido Republicano convivían dos sectores: Goldwater que era belicista, que quería la guerra y Nelson Rockefeller que era un moderado. Hoy el moderado McCain se enfrenta a Sara Palin. Lo que realmente desea y busca Obama es aumentar la cobertura de salud de millones de personas que no la tienen y esto lleva a que mucha gente siente que va a tener que pagar más de lo que ya tributaba.
—Un sector que sabe y prevé que va a tener una mayor presión impositiva, que podríamos llamar solidaria.
—Probablemente la gente más joven, sí. Pensemos en que va a haber una redistribución, se van a conceder subsidios y se establecerá la obligación de afiliarse. El que no puede pagar será, entonces, subsidiado. Por otra parte cuando las compañías prestadoras no puedan aceptar (por edad u otra razón) a futuros beneficiarios, este pago recaerá sobre los contribuyentes. En realidad hay una división muy curiosa que se observa en todas las últimas elecciones: por ejemplo, podemos observar en los mapas que nos muestra la televisión que el color azul está reservado para los demócratas y el rojo para los republicanos. Pues bien, toda la costa Este y el noreste son azules. Los grandes lagos, también azules así como la costa del Pacífico. Y en el centro… en el “big center” todo está teñido de rojo. Son comunidades rurales que también tienen el berretín de las armas y que están en contra del sistema financiero de la burocracia gubernamental... Y como, en los Estados Unidos, las elecciones son por circuito y con gran disciplina partidaria, hay mucha gente que en esos parajes es más extremista, más afín al Tea Party y le gana al más moderado, aún gritando contra su propio partido. Es gente que considera que le están robando.
—Pero el famoso shutdown, parálisis nacional, ¿podría volver a producirse en enero?
—Puede volver, pero es menos importante que el problema de la deuda. Estos son dos problemas. Lo que no pueden es hacer gastos en ciertos rubros. Por ejemplo: las fuerzas armadas, parte importante de la burocracia, etc. Cuando dejaron de pagar esto algunos empleados tuvieron que irse a su casa. Yo recuerdo haber estado en Estados Unidos en la época de Clinton y ocurrió lo mismo: era imposible siquiera concurrir a un museo porque no había nadie que atendiera a los visitantes. Estaba cerrado, pero otras cosas funcionaban. Esto no es tan, tan serio y ha ocurrido varias veces. Por ejemplo, como el hecho de no autorizar a emitir deuda por encima de determinado nivel. No hay que olvidar que, desde 1790, ningún gobierno dejó de pagar sus deudas. Lamentablemente, aquí en la Argentina estamos acostumbrados a que esto no sea así. Pero en Estados Unidos, le repito, desde 1790 se afianza la solidez financiera que ellos tienen por haber pagado siempre. Quizás ahora parezca más fácil, pero en 1790 eran estados que habían hecho la guerra, tenían las finanzas deshechas y fue entonces cuando el Estado federal asumió la deuda de los estados locales, emitió deuda, colocó títulos en Europa, etc.
—Pero lo que quiere la gente es saber qué va a pasar, por ejemplo, en enero.
—Me parece que los republicanos en su ala más moderada tienen suficientes razones como para advertir al Tea Party que no cometa más disparates. Pero, bueno, como la naturaleza humana es impredecible… Hay un senador por Texas que se llama Ted Cruz. Es muy carismático y está haciendo campaña en una especie de neopopulismo de derecha, de modo que es difícil anticiparse a lo que pueda lograr.
—¿Y la reforma migratoria que impulsa Obama?
—Curiosamente, el senador Cruz está muy en contra de las políticas a favor de los inmigrantes. Es un fenómeno muy particular: los que ya llevan dos o tres generaciones en Estados Unidos se oponen a la llegada de los que vienen. Lo mismo ocurre con los cubanos… Sin embargo, en el caso de Cruz, por llevar un apellido español debería, por lo menos, ser más contemporizador. Lo que ocurre es que cuando pertenecen a los sectores de ingresos más altos bajan la barrera y no quieren que entre nadie más.
—¿Hay alguna chance de que el Tea Party sufra una derrota en los comicios legislativos?
—Creo que el Tea Party va a tener mucho peso en distintos sectores…Ahora bien ¿en qué medida los republicanos moderados van a recuperar fuerzas? Bueno, lo deseo para bien de Estados Unidos y del mundo en el que su influencia es grande. Incluso en la economía. Reitero: es imposible predecirlo, pero recordemos que el propio McCarthy tenía esa cosa populista que arrastra muchos votos. Fue Clinton quien logró llevar a su partido a una posición más centrista. Realmente, es difícil contestar a su pregunta. La sociedad norteamericana es muy curiosa y en los últimos cincuenta años ha tenido una evolución impresionante. Incluso, en el sentido racial. A ciertos sectores no les gustaba la gente que venía de sectores pobres. No los admitían en los barrios.
—La prueba de esa evolución sería, por ejemplo, que el presidente de los Estados Unidos sea un hombre de color.
—No sólo eso: aun antes de Obama, en una administración republicana tuvieron a una mujer de color, a Condoleezza Rice como secretaria de Estado de Bush. Para subrayar este hecho recordemos que, en la Segunda Guerra Mundial, los soldados de color no llegaban a oficiales y solamente ocupaban puestos menores como, por ejemplo, cocineros.