Usted tiene conciencia, doctor Lavagna, de que su presencia en la foto de Córdoba (la semana pasada con De la Sota, De Narváez y Moyano) y en el Luna Park, cuando Moyano lanza su partido político, puede ser un factor de confianza para un posible electorado?
—Mire, no sé… –suspira Lavagna–. A ver… yo he dedicado el último año y pico a crear puentes entre distintos sectores políticos y sociales porque del lado del Gobierno hay una tarea muy profunda de dividir a la sociedad. Yo no recuerdo, francamente, una división tan profunda como ésta. Por lo menos, en tiempos de democracia. En consecuencia, luchar contra eso me parece esencial. Una parte es tender puentes hacia fuera del justicialismo, pero también, lo veo hacia adentro. Y lo de Córdoba tiene que ver con eso. Hay algunos dirigentes importantes del justicialismo que han decidido que no es posible continuar con el absoluto congelamiento, con la nadería, en la que han transformado el PJ. Y, en consecuencia, es bueno movilizar esas fuerzas. Empezamos así en una reunión con Hugo Moyano y con el gobernador De la Sota, pero la idea (y así lo dijimos en la declaración que se firmó) es de puertas abiertas a otros dirigentes que también están interesados en adoptar una postura más activa frente a la política oficial.
Mientras conversamos, la caótica Avenida 9 de Julio es un remolino de excavadoras y montañas de tierra, y un rumor incesante sube hasta las ventanas de las oficinas de Lavagna.
—Daría la sensación de que Macri está muy interesado en acercarse a usted, Lavagna…
—Hemos estado conversando… Le reitero que, parte de ese tender puentes vino junto con la idea de crear un centro grande. Un centro grande del que le diría que sólo hay dos excluidos en los extremos: por un lado el Gobierno nacional que se autoexcluye porque no quiere dialogar con nadie y, en el otro extremo, algunos sectores muy conservadores a los cuales hablar de la pobreza o de la asignación universal por hijo les molesta… Y ésa es una realidad que existe en el país y hay que enfrentarla. Entonces, con esa única exclusión, todo lo demás: el PRO, la UCR, el Partido Socialista, el Desarrollismo… pueden confluir en un gran Centro que no necesariamente significa una candidatura única. Es posible que haya luego candidaturas diferentes, pero con una serie de puntos muy fundamentales acordados como para cambiar lo que hoy ocurra en el país…
—Bueno, Macri se mostró molesto por su foto en Córdoba, y usted le contestó que más le molestaban las del Borda.
Lavagna sonríe muy levemente.
—Sí… Estas son cosas pequeñas de la política. Lo fundamental está en otros temas. Hay cuatro puntos en los cuales he estado trabajando y acerca de los que hemos estado dialogando con estos sectores: el primero es el mantenimiento de la actual Constitución Nacional. Y esto significa que no queremos ninguna aventura reeleccionista. En segundo término tenemos a la transparencia electoral. Hoy, los niveles de la irregularidad (sobre todo en el Gran Buenos Aires) son enormes. En consecuencia, hace falta cambiar el sistema. En esto influye la boleta única o el voto electrónico. Incluye el reemplazo de la empresa privada que hace el cómputo provisorio que debe quedar en manos de la Justicia Electoral como ocurre en cualquier lugar del mundo. Incluye, también, la forma de la designación de los presidentes de mesa que es un tema fundamental. En fin, nos referimos a esa clase de reformas. El tercer punto es de tipo socioeconómico y es un gran plan de empleo joven. Usted sabe muy bien que actualmente hay (en un cálculo aproximado) entre 900 mil y un millón de jóvenes que son los “ni”. Es decir que ni estudian ni trabajan. Hace falta entonces el lanzamiento de un gran plan de empleo que está muy ligado a la vida de la pequeña y mediana empresa porque la gran creadora de empleo es, efectivamente, la pequeña y mediana empresa. Y eso implica bajar impuestos. Incluso cero impuesto a las ganancias. Este fue un proyecto que yo expuse en 2005 siendo ministro de Economía. La Cámara de Diputados lo aprobó inmediatamente porque lo juzgó un proyecto muy revolucionario. Imagínese: cero impuesto a las ganancias para la pyme rural, urbana y demás a condición de que se crearan empleos. Lamentablemente, cuando se produjo el cambio de equipo económico, ese proyecto fue congelado en el Senado y perdió estado parlamentario. Hoy, más que nunca, hace falta ese gran proyecto de empleo joven bajando impuestos al trabajo y, en particular, a la pequeña y mediana empresa. Finalmente, el cuarto punto apareció más recientemente a través de estas leyes para domesticar a la Justicia. Sobre esto mi planteo es un compromiso para derogar, lisa y llanamente, las seis leyes en cuanto se tenga mayoría en el Congreso. Siempre hay cosas para modificar, pero cuando uno habla de la Justicia hay que hacerlo muy seriamente consultando, dialogando. La derogación no implica que no haya cosas que reformar, pero de una manera civilizada y no de este modo que tiene un claro objetivo político.
—Y hablando de civilización, la conferencia de prensa del equipo económico se convirtió en un hecho que, para los que tributamos en blanco y sufrimos el peso de los impuestos, fue equivalente a un gran premio al evasor que entregará sus billetes negros al Banco Central y los recuperará ya blanqueados.
—Y fíjese que esto ocurre por segunda vez en el actual gobierno. Recuerde que, en 2009, hubo ya un gran blanqueo y ahora hay otro más. Usted sabe que con eso se quebró… Argentina tuvo muchísimos blanqueos en la década del 90 y, a pesar de las numerosas propuestas que hubo entonces desde adentro del Gobierno y desde afuera también, yo siempre me negué al blanqueo y nunca lo hicimos. Hoy me siento muy contento de haber resistido a todas esas presiones. Lamentablemente, el dique cedió en 2009. La Presidenta hizo un gran blanqueo y ahora, otro más. Y éste tiene una gravedad adicional porque se da en el marco de una situación de sospecha. Incluso, de alguna investigación abierta por otros gobiernos lo cual lo hace particularmente delicado.
—¿Esto significaría que hay un gran apuro por reforzar las reservas del Banco Central, no es cierto?
—Bueno, hay claramente una pérdida de reservas muy fuerte porque, incluso, lo que figura como “reserva” (una vez que uno le resta algunos compromisos que hay con el Banco de Basilea y algunos encajes bancarios y demás), es menos de lo que aparece públicamente. De manera tal que, sí. Hay una gran necesidad de divisas muy ligada al desastre energético. Y uso la palabra “desastre” con toda conciencia de lo que implica porque Argentina, hasta hace cuatro o cinco años atrás, era un país exportador neto de energía y se ha ido convirtiendo en un país importador. El año pasado, por ejemplo, importamos por 11 mil millones de dólares.
—¡Pensar que nosotros le suministrábamos el gas a la ciudad de Santiago de Chile!
—Así es. Y tal como le mencionaba, los 11 mil millones de dólares del año pasado, se supone que este año (según los expertos) será un poco más. Estaríamos entre los 12 o 13 mil millones y esto se está comiendo las reservas argentinas a una gran velocidad.
—Es decir que quien blanquea luego se reunirá con sus dólares ya blanqueados, pero ¿cuánto es la quita?
—Hay cosas que no se saben porque, finalmente, el proyecto de ley entiendo que no entró esa noche a tiempo en el Congreso, lo cual muestra el grado de improvisación que hay en todo esto. De manera que hay cosas de las que, técnicamente, todavía no se puede hablar, pero la sensación general es la de un manotazo de ahogado. Una reacción ante la situación que claramente se les escapa de las manos cuando el dólar quiebra esa barrera psicológica de los 10 pesos. Claramente intentaron allí hacer algo, pero éstas son siempre ese tipo de medidas y parches que no van al fondo de la cuestión.
—¿Usted cree que estas disposiciones podrían mejorar al sector inmobiliario, que está prácticamente sumergido?
—Podría ser… podría ser que, en alguna medida, haya alguna reactivación, pero entonces una reactivación a partir de prácticamente nada porque el mercado está totalmente paralizado. Estas medidas, entonces, son claramente para el mercado inmobiliario y para financiar a YPF. Y esto es así porque han terminado de convencerse que, en las actuales condiciones (es decir, con el marco actual de política general) no van a conseguir financiamiento internacional para YPF.
—Sin duda causaban indignación las cifras del Indec que dio el secretario Moreno… Por ejemplo usted, Lavagna, que fue un buen piloto de tormentas, ¿qué medidas tomaría para frenar la inflación?
—Serían medidas de conjunto. Mire, la inflación es como la fiebre: es la manifestación de los desajustes que provoca la enfermedad. En este caso, la enfermedad es el déficit en las cuentas públicas. Hay déficit en las cuentas en dólares con el exterior, vamos por el séptimo año de inversión insuficiente para mantener el crecimiento (está por debajo del límite mínimo necesario como para mantener un buen nivel de crecimiento). Entonces, el planteo es ahora de tipo general. ¿Se da cuenta? Hay que ordenar las cuentas públicas preservando el gasto social bien hecho y no el gasto social de tipo clientelista. Pero al gasto social bien hecho hay que preservarlo. Hay que recuperar la competitividad de la economía que se ha ido perdiendo en estos años. Hay que dar seguridad jurídica y alentar el aumento de la inversión. Todas cosas que son un plan económico, pero también político, distinto del que lleva adelante el actual gobierno.
—Por ejemplo, ¿cómo ve usted la situación del campo, cuando ha habido una devolución de retenciones para estimular la siembra de trigo?
Aquí Lavagna apunta prolijamente: —¡La “promesa” de una devolución! Y le hago la diferencia, porque ya hubo una promesa dos años atrás que no se cumplió. Entonces, habrá que ver si esta vez se da. Pero también es de manera complicada porque en lugar de devolvérsela directamente al productor siempre hay algún trámite por cumplir. En este caso es la creación de un fideicomiso que va a ser manejado por funcionarios públicos y allegados políticos al Gobierno que serían los encargados de devolverle la plata a los productores. De manera tal que, con un mecanismo poco translúcido habrá que ver cómo reaccionan con esto los productores.
—Y según su visión, ¿cuál sería el techo del blue y del oficial?
—Todo depende de si hay cambios de política o no. Yo le recuerdo, por ejemplo, la experiencia del 2002. En aquel año, cuando me tocó asumir el Ministerio de Economía el dólar estaba por encima de los 4 pesos con pronósticos de 8 o 10 pesos. Eran pronósticos creíbles en ese contexto económico y político. El cambio de política económica, social y estrictamente de política hizo que tres años después estuviera en 2.90. De manera tal que no siempre tiene que subir. El dólar sube cuando claramente hay desconfianza, incertidumbre, oposición hacia la política económica. Entonces, sin cambios no hay techo. Con cambios, efectivamente, no sólo puede haber techo, sino que puede haber un retroceso.
—¿Y cómo ve a las dos CGT? Moyano, lanzando un partido nuevo, y Caló sin llegar a un acuerdo definitivo en las paritarias de la UOM.
—A la CGT más cercana al Gobierno la veo muy complicada. Y en el caso particular de la UOM eso se ve muy claramente. El Gobierno pretende que firmen un acuerdo salarial definitivamente por debajo de la inflación. Entonces… más allá de sus obligaciones políticas el secretario general y el sindicato se ven un poco entre la espada y la pared. Y van a tener que decidirse. Y yo espero que se decidan hacia donde deben decidirse: es decir a proteger a los trabajadores.
—En este caso, ¿cómo analizaría el paro de cinco días de la UTA que paralizó las rutas?
—Y bueno… viene lo mismo. Fíjese: el sector del transporte es uno de los sectores que recibieron la mayor masa de subsidios en los últimos seis años. Una enorme masa de subsidios que fueron directamente a los empresarios. No fueron al público. Recién ahora están yendo a ellos. En un contexto en el cual recibían subsidios infinitos, a los empresarios no les costaba mucho dar una partecita de eso a sus trabajadores. Pero ahora que los subsidios tocan un límite por el desorden de las cuentas públicas, resulta que los trabajadores siguen pujando de alguna manera por obtener aumentos mayores y el sector empresario no responde. Y no responde porque lo que quiere es cargarle nuevamente a toda la sociedad el costo de esa suba de salarios.
—Tanto es así que, en el desastre que hoy son los trenes, no se sabe adónde fueron a dar los subsidios. No así en Aerolíneas Argentinas, que tiene una pérdida de dos millones diarios, ¿no?
—Dos millones de dólares diarios. –puntualiza Lavagna–. En materia de transporte la política de subsidios, que lleva por lo menos seis años, ha sido un gran factor de falta de transparencia en el manejo de los fondos públicos. Fue un factor de desajuste de las cuentas del Estado y hubo mucho de capitalismo de amigos. Todo eso empieza ahora (de alguna manera) a derrumbarse ante la insuficiencia de recursos.
—También insuficiencia de serenidad en una sociedad en la que en 24 horas el fiscal Marijuán recibió dos amenazas de muerte para él y su familia.
—Sí, el clima… Lo que hablábamos al principio de la charla. Una sociedad extremadamente dividida y un Gobierno que parece estar dispuesto en forma directa, o a través de quienes los apoyan, a utilizar cualquier tipo de recurso con tal de mantenerse en el poder.
—De Mendiguren dijo que la Presidenta está más dispuesta a cargar culpas que a escuchar problemas.
—Ahí hay dos casos muy claros: el de los trabajadores y el de las provincias. Son dos sectores donde el Gobierno pretende que los trabajadores acepten ajustes de salarios muy por debajo de la inflación para ayudar al Gobierno a ordenar lo que él mismo desordenó. Y las provincias, a las cuales permanentemente se las hace responsables de determinadas cosas que han sido, en realidad, decisiones del Gobierno nacional. Ahí es muy claro que el Gobierno juega a que “los responsables son otros”. El Gobierno sólo está (en la visión de ellos) para las cosas positivas. Y a las cosas que salen mal (que son muchas y cada vez más evidentes) tratan de transferirlas siempre a otros. Y los sectores que más han tenido que cargar con culpas ajenas son justamente los trabajadores y las provincias.
—En este momento usted está cerca del poder. Usted es un hombre importante, Lavagna, en las fórmulas que van a presentarse. Por eso me gustaría saber qué es realmente el poder para alguien que pesa en un país.
Lavagna toma aire y explica:
—Para mí, es servicio. Es muy fácil: el poder no sirve para nada si uno no tiene plena conciencia (cuando la tiene) de que sirve para prestar servicio a la sociedad. Claramente. En resumen, es eso.
—Y fíjese que, en el orden general, también el poder tiene toda una significación con un Brasil muy fuerte, Uruguay que exporta más carne que nosotros, China que irrumpe en el mundo… ¿Qué lugar ocupamos nosotros?
—En términos de país, Argentina está perdiendo una oportunidad excepcional. Piense usted que en América latina, particularmente en América del Sur, los únicos dos países que han visto caer sus reservas en los últimos años son Venezuela y Argentina. Todos los demás están aprovechando el excepcional período de precios altos de lo que se llama “commodities”, lo que nosotros exportamos y que toda América del Sur exporta. El cobre de Chile, el hierro y la soja de Brasil, la soja para nosotros, la carne para Uruguay… Todo con precios excepcionalmente altos que les han permitido subir sus reservas, crear fondos soberanos para inversiones futuras... Y los dos únicos países que no están en esa situación son Venezuela y Argentina. La situación ha ido cambiando para peor. Cuando, en el exterior, usted hablaba sobre el posicionamiento de los países en América del Sur había dos grupos. El de Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia… con políticas bastante antiguas por cierto. Y había otro grupo de países que estaban progresando Brasil, Colombia, Uruguay, Chile y que combinaban políticas económicas del capitalismo, pero era un capitalismo con sentido social porque, al mismo tiempo, mejoraron notablemente los niveles de pobreza y demás. Y Argentina, como que estaba en el medio. Era relativamente indefinida. Bueno, eso ha cambiado. Y para peor. Ahora, la Argentina es ubicada directamente en el grupo chavista y eso nos ha descolocado absolutamente en el mundo. Nos ha hecho cometer como país (y aquí la sociedad no es la responsable) errores tremendos como el acuerdo con Irán y este tipo de cuestiones.
—También usted mencionaba recién el millón de jóvenes que ni estudian ni trabajan.
—La pobreza está nuevamente en aumento. Mire, los gobiernos populistas terminan siempre, al final de sus procesos, en fabricantes de pobres y esto le está pasando al actual gobierno. Hay cifras de la Universidad Católica Argentina que indican eso a través de su Observatorio Social. Hay, además, un estudio hecho por la CGT que señala que se va por el mismo camino. Por supuesto que las estadísticas oficiales hacen un cuento distinto.