Cualquier habitante de la Argentina y cualquier persona que haya observado la política del país con interés alguna vez preguntó, alguna vez escuchó: “¿qué es el peronismo?”, “¿es de izquierda o de derecha?”, “¿conviven todos ahí adentro?”. Las respuestas han sido variadas, pero ninguna se recuerda con la potencia de la propia pregunta.
“¿Me explicás el peronismo?” Visitantes extranjeros, académicos o políticos con interés en la Argentina, jóvenes atraídos por la política…
La pregunta puede surgir de cualquiera que no viva en medio del sentido común argentino. Quienes están inmersos en él pueden tener una opinión formada. Sin embargo, con el tiempo todas las certezas se desestabilizan.
Y la pregunta regresa una y otra vez. Cada argentino entiende los significados que el peronismo tiene para él o para ella, los recuerdos, las emociones encontradas. Los más aficionados a la historia podrán contar lo que han leído, sus propios recuerdos, o los recuerdos que otros les han narrado. Pero cuando intentan traducir esas resonancias internas en una explicación coherente, su interlocutor una y otra vez queda insatisfecho. Hay frases características. “Es el movimiento nacional y popular”. ¿Un partido…? “No, el peronismo no es un partido, es un movimiento”. ¿Qué diferencia hay? “El PJ es un partido, se presenta a elecciones. Los movimientos son mucho más que las herramientas electorales. Ha habido y habrá peronismo fuera del PJ”.
Todo esto no son más que rodeos para ir al grano. “Pero el peronismo ¿es laborismo o fascismo, es de izquierda o de derecha?” “El peronismo es un sentimiento”. Sí, claro, pero es un sentimiento… ¿de izquierda o de derecha? “Es el pueblo, el pueblo es peronista, es sentirse parte del pueblo y de las políticas que han dado derechos, vida digna, justicia social”.
Hay mil y una teorías sobre el peronismo. Si pudiésemos atraparlo en una frase sería como tenerlo en una mano, y entonces podríamos mirarlo a los ojos. Así el peronismo nos diría qué hará con nosotros o podríamos guardarlo en un bolsillo e ir por la vida con un conocimiento especialísimo y secreto sobre el mayor de todos los enigmas.
¿Cuál es la verdad? La verdad es que el peronismo jamás será atrapado en una frase. Y, no obstante, muchos peronistas y antiperonistas creen que esta o aquella expresión de Perón condensa la historia del movimiento. Gran fraseólogo Perón, con capacidad de síntesis e ironía sin igual en la política argentina. Sin embargo, pocos saben cuándo dijo Perón esto o aquello: ¿1945, 1955, 1965, 1973? Y ahí viene una cuestión central: Perón y el peronismo están sometidos al tiempo. Lo dicho cobra sentido en momentos específicos. El peronismo es tanto una consecuencia de procesos muy sedimentados en la cultura política argentina como un factor decisivo en su conformación en distintos momentos desde 1945. Por eso, renunciar a entenderlo sería renunciar a comprender la Argentina. El peronismo ha sido, además, la identidad política popular más persistente del país. Nació en 1945 y hoy tiene más pregnancia que palabras como “comunismo” o “liberalismo”. Aun así, no es el partido más antiguo, entre los cuales se encuentra la Unión Cívica Radical (que tuvo su primer presidente en 1916 y, hasta ahora, su último entre 1999 y 2001) y el Partido Socialista (que en 2015 alcanzó por tercera vez el triunfo en la gobernación de Santa Fe).
Desde que se impuso en las urnas en 1946, el peronismo solo perdió tres elecciones presidenciales (en 1983, 1999 y 2015), y estuvo muchos años proscripto.
Las respuestas antiperonistas acerca del peronismo podrán tener distintos énfasis, pero difícilmente dejen de mencionar que se trata de un movimiento político en el que han participado Carlos Menem y Néstor Kirchner, Rodolfo Walsh y José López Rega, Evita e Isabelita, lo que subraya su supuesto carácter contradictorio e incomprensible.
Sin embargo, para la inmensa mayoría de los peronistas, los nombres de López Rega o de Menem son repudiables. Pueden considerarse parte de ciertos problemas que los peronistas deben tener en cuenta en su historia, pero para los peronistas el desafío es diferente. Menos desmesurado, no deja de ser notable: es la convivencia de Herminio Iglesias y León Arslanián, Hugo Moyano y Horacio González, Sergio Massa y Cristina Kirchner, Gildo Insfrán y Axel Kicillof, Miguel Angel Pichetto y Agustín Rossi.
Desde una perspectiva antropológica, que tome distancia de los debates de coyuntura sin por eso pretenderse neutral, el problema es muy distinto. No se trata de responder qué es el peronismo, sino de advertir que la pregunta está mal formulada. El peronismo no es algo, de una vez y para siempre. Ese tipo de definiciones pueden exigirse en un plano filosófico. Así se dirá que el socialismo es esto y el liberalismo aquello. Igualdad y libertad. Pero esas definiciones no tienen nada que ver con los socialistas y los liberales que han existido a lo largo de la historia en la Argentina.
Son definiciones de manual. Y para acercarse al peronismo, el manual es el peor de todos los instrumentos. Ya veremos por qué.
En otros términos, es muy diferente debatir el significado de una definición de diccionario que analizar desde el punto de vista histórico qué sentidos tuvo la palabra “peronismo” para diversos grupos en distintas épocas, cómo fue utilizada y transformada a lo largo de los años. Y cómo, en cualquier momento de la historia que se quiera escoger, nunca tuvo un único uso. Siempre hubo varios significados.
Los peronistas suelen decir que “el peronismo es un sentimiento”. Lo mismo podría decirse del antiperonismo. Innumerables odios y amores, resentimientos y pasiones, ilusiones y desilusiones, fracturas y uniones, biografías y muertes, destierros y regresos, palabras e insultos, defensas y mitos de los argentinos están de una u otra manera relacionados con el peronismo desde 1945. “Descamisados”, “nazis”, “cabecitas negras”, “fascistas”, “villeros”, “turbas”, “patoteros”, “grasas” son algunas de las palabras que se utilizaron en su contra. Ellos crearon o usaron otras para los antiperonistas en diferentes momentos: “contreras”, “gorilas”, “cipayos”, “oligarcas”, “radichetas”, “vendepatrias”.
¿Será que el peronismo y, por consiguiente, la Argentina resultan menos imposibles de comprender si evitamos tratar de encajarlos en categorías equivocadas? Procurar que una realidad compleja y rica quepa a la perfección en un esquema implica violentar los hechos. Este libro buscará ofrecer perspectivas flexibles y dejar que los hechos las desborden para que el lector pueda formarse sus propias opiniones.
Los tres principios
Hay tres principios básicos de las ciencias sociales para el análisis de los procesos políticos que no siempre han sido proyectados sobre el peronismo.
Primero, no existe ningún hecho social que no sea relacional. Eso significa que es necesario entender el peronismo en relación con otra cosa. Desde 1945 hasta la actualidad nunca existió el peronismo sin su contrario: el antiperonismo. El peronismo no habría surgido con sus características sin los rasgos específicos del antiperonismo. Más allá de las posiciones, que todos podemos tener (y el autor de este libro no es una excepción), si queremos ver las cosas desde otro ángulo será necesario comprender que peronismo y antiperonismo son, antes que nada, una relación. Una correlación histórica y cambiante a través del tiempo. Un modo de división, un lenguaje y una forma de conflicto. Nada del peronismo podrá captarse sin entender ese vínculo y sus momentos críticos.
Segundo, los procesos sociales y culturales son constitutivamente heterogéneos. Cuanto más los desconocemos, más homogéneos parecen. Cuando los miramos a mayor distancia, más uniformes se nos presentan. Así sucede con palabras como “Oriente”, “islam”, “China”, “indígenas”, “villeros”. Y también sucede con “peronismo”. Pero el peronismo no es uniforme. Más cerca estaremos de comprenderlo si pensamos en plural y captamos sus heterogeneidades: los peronismos.
Tercero, no hay hecho político que no sea histórico. Ni el peronismo, ni el comunismo, ni el liberalismo son una cosa, sino que han sido diferentes cosas, se han asociado a diferentes actores y han tenido consecuencias específicas en situaciones históricas muy distintas. Conviene partir de entender que las circunstancias históricas son cruciales. Y que si bien los actores peronistas son parte de quienes constituyen esas situaciones, jamás actúan fuera de un marco relacional. En cada situación histórica intervienen también otros actores.
El peronismo parece imposible de entender porque resulta muy complejo pensar en términos históricos, relacionales y reconociendo las heterogeneidades. Este punto de partida permite comprender el objetivo y la estructura de este libro. Por una parte, preguntarse qué significó el peronismo en configuraciones culturales tan distintas como las de 1945, 1955, 1973, 1990 y el siglo XXI. Quiénes fueron los actores, cuáles fueron los cambios simbólicos y los intereses políticos, cuáles fueron las nuevas formas de la imaginación y sus límites. Así, en vez de proponernos analizar más de setenta años de vida de los peronismos, abarcamos ese período pero nos concentramos en ciertos momentos de la historia, decisivos para desentrañar escenas, personajes y argumentos que dejaron sedimentos en la cultura política argentina.
¿Por qué escogimos esos momentos y no otros? Por un lado, porque creemos que los orígenes del peronismo, su derrocamiento, el regreso de Perón, el menemismo y el kirchnerismo son coyunturas fundamentales que, en conjunto, muestran algunos de sus principales rostros, significados y controversias. Por otro, porque durante los años de investigación, lecturas y vivencias que implicó la escritura de este libro, creímos que sobre cada uno de esos momentos teníamos algo para agregar a la discusión.
A diferencia de cualquier narrativa tradicional, el análisis de este libro escoge profundizar en eventos críticos y leer en sus densidades históricas la complejidad de las respuestas que necesitamos construir. Apela a la historia, pero no es un libro de historia. Narra hechos, pero no es un libro eminentemente narrativo. Señala los acontecimientos decisivos, pero se preocupa menos por un encadenamiento exhaustivo que por extraer de los momentos históricos algunas conclusiones, cuando es posible. Y algunas hipótesis.
La política en cuatro dimensiones
La razón más reiterada por la cual el peronismo parece imposible de entender es que se lo intenta ubicar en una de las dimensiones de la política: ¿es de izquierda o de derecha? Planteado así, el peronismo es una cosa que debe encajar en una línea. Dejaremos para más adelante el interrogante sobre si este método de encajar identificaciones políticas en un punto fijo de una línea puede o no ser aplicado con éxito a los partidos socialistas, comunistas, liberales u otros.
Explicar el peronismo obliga a escapar del análisis unidimensional para desplazarnos a un abordaje multidimensional. A nuestro juicio, los fenómenos políticos no suceden de manera lineal, sino que tienen superficie, volumen y una cuarta dimensión. En este aspecto, un aporte relevante para el estudio del peronismo lo realizó Ostiguy, cuando mostró que la distribución de las posiciones de los diversos peronismos podían abarcar todo el arco ideológico, desde la izquierda hasta la derecha, pero sin embargo tenían en común la tendencia a ubicarse en “zonas bajas” en contraste con las “zonas altas”. Más allá de las críticas que puedan hacerse, Ostiguy no solo señaló que el peronismo estaba anclado con firmeza en el tercio socialmente más bajo de la sociedad, sino también que adquiría sentido como lo popular en oposición a lo refinado, lo nacional en oposición a lo cosmopolita, y lo tercermundista en oposición a los países centrales. Así, proponía entender el peronismo como la activación política de lo socioculturalmente bajo, a menudo vinculado a liderazgos personalistas. Ostiguy ejemplifica esta contraposición “alto-bajo” en las diferencias entre la izquierda marxista y los montoneros, el PI de Alende y el sindicalismo de Ubaldini, figuras como Angeloz y Saadi.
En general, en “lo alto” están concentradas las cuestiones democráticas, de división de poderes, libertad de prensa, mientras en “lo bajo” se ubican las preocupaciones sociales. Así, Ostiguy ha mostrado que para comprender los peronismos resulta imprescindible considerar otras dimensiones. Al mismo tiempo, no agotó su análisis. Una tercera contraposición clave se refiere a la tensión entre dogmatismo y pragmatismo, decisiva para todo análisis político. ¿Cuán aferrado se encuentra un gobierno o un movimiento político a sus ideas y hasta qué punto está dispuesto a considerar las circunstancias específicas y las consecuencias reales de sus acciones? ¿Cuánto pesan sus principios y cuánto la realpolitik? ¿En qué medida prefiere escoger o arriesgar su propia derrota antes que ceder ante presiones reales? O al contrario: ¿hasta qué punto está dispuesto a renunciar a sus ideales con tal de mantener o acrecentar su poder? Mejor dicho: ¿qué significa “poder”? ¿Significa llevar a cabo sus ideales o acceder al gobierno? Esta tensión entre principismo y realismo no es (como no lo es izquierda-derecha o arriba-abajo) una contraposición de dos extremos, sino una línea continua más, que tiene la alta complejidad de combinarse con las otras dos. A lo largo de este libro podrá constatarse nuestra preocupación transversal acerca de la eficacia de las acciones políticas. Lo cual remite a uno de los preceptos de las ciencias sociales referido a las consecuencias no deseadas de la acción.
Esta tensión principismo-pragmatismo también opone la acción que se realiza por su repercusión histórica (testimonial) a la que se lleva a cabo para producir un cambio concreto en una circunstancia. Hay políticos más preocupados por preservar cierta pureza ideológica, que aguardan su momento, con el riesgo de que ese momento nunca llegue; hay políticos que cambiarán en la dirección de sus convicciones aquello que sea posible, haciendo acuerdos con quien sea necesario, para poder ser efectivos y eficaces; habrá otros que renunciarán a sus convicciones.
Existe una cuarta dimensión en todo proceso político: el tiempo. La pregunta acerca de qué es una identidad política choca con que las identificaciones políticas nunca son algo fijo. Solo existen en contextos y situaciones históricas. Y cada una de las dimensiones antes mencionadas se modifica a lo largo del tiempo. Los lugares que la izquierda, el centro o la derecha han tenido en los peronismos, la relación con las concepciones de la economía y de la democracia, las nociones de resistencia, gobierno, unidad nacional y tantas otras han ido cambiando (como en todas las fuerzas políticas).
La combinación de todas estas dimensiones y la preocupación constante por las consecuencias reales de las acciones políticas nos llevan a proponer un concepto particularmente útil para entender el peronismo: la capacidad hegemónica.