—Ministro, ¿qué herencia económica cree usted que le va a dejar al próximo gobierno?
—El término “herencia económica” es bastante amplio porque, en primer lugar, prácticamente todo gobierno que toma el mando dice: “Tengo una herencia muy pesada, muy difícil de resolver”.
—¿Usted cree que el próximo gobierno va a decir eso?
—No, lo dudo. Porque algunos problemas que había en 2001, uno de ellos tremendo para la Argentina y dominante para buena parte de la política económica que se llevó adelante desde la dictadura (me refiero al de la deuda externa y el peso de los intereses sobre el presupuesto, sobre el producto bruto, que ese año llegó a un exagerado 166% y hoy está en 40%), esa pesada mochila que suele ser la deuda, en la actualidad, está limpia. A esto, por supuesto, se suma lo que se ha logrado avanzar en términos de reindustrialización del país, en términos de inclusión social, lo cual es una herencia positiva porque, comparado con 2003, se ha avanzado muchísimo en todos los terrenos. El producto bruto se duplicó. Contamos, además, con planes de inclusión jubilatoria, la asignación universal por hijo, la recuperación de YPF y de Aerolíneas Argentinas… Son tantas las iniciativas que el próximo gobierno que asuma va a tener a disposición, desde el punto de vista de los instrumentos, el capital social recuperado. Pero, al mismo tiempo, si se ve la contracara, falta muchísimo por hacer en muchos terrenos. (...)
—¿Usted cree que el país está creciendo?
—Desde el segundo semestre de este año veo señales categóricas, e incluso Orlando Ferreres, por ejemplo, está mostrando una evolución positiva del producto bruto. Creo que todos acuerdan en que tendremos crecimiento. Nadie sostiene que este año habrá caída del PBI, ni siquiera el Fondo Monetario Internacional.
—Pero se habla de muy poco, de un 1%…
—Eso indica que está creciendo. Después podemos enfocarnos en la magnitud. Una cosa es caer dos puntos, como dicen que ocurre en Brasil, y otra, crecer poco. Vos me preguntaste si la economía está creciendo, te respondo que sí. Habrá que definir luego qué podemos hacer desde el Gobierno, y qué se puede implementar para consolidar ese crecimiento y acelerarlo. (...). O sea que, a la pregunta de si van a recibir una economía estancada o en caída: no, en crecimiento. Es lo que me parece a mí.
—Pero que haya mermado la inflación no quiere decir que esté por debajo del 25%.
—A mí los números me dan más bajos que el 25%. En el presupuesto de este año planteamos un 15%, y en ese momento la oposición sostenía un 40%. Ahora nosotros creemos que está en 18 o 20%, como para dar un margen de error, y la oposición dice que, como máximo, será del 25%. Entonces, lo que veo es una fuerte desaceleración de la inflación. Si me preguntás si sería mejor que la desaceleración continuara, por supuesto que sí, te diría que para eso trabajamos. Lo enigmático de esa desaceleración es que el año pasado –te acordarás, porque sos una persona de los medios– no pocos hablaban de espiral hiperinflacionaria.
—Sí, los economistas se equivocaron, de eso no cabe ninguna duda. Lo cual no significa que estemos en una situación ideal…
—No, estoy totalmente de acuerdo; que ellos se equivoquen a mí no me tranquiliza. A principios de 2014 yo también di una inflación alta, del 3,7% de nuestro nuevo indicador, y anualizado se iba a un 44%. Ahora, nuestro indicador anualizado de este último mes da 11%, porque fue del 1%, y el de Carlos Melconian, por ejemplo, da una inflación mensual del 0,9%; igual a la del Indec. Es decir que la desaceleración es un hecho. (…)
—¿Cómo explicás el hecho de que durante mucho tiempo, durante gran parte del gobierno de los dos presidentes Kirchner, haya habido un mercado libre de cambio y, sin embargo, hoy no? ¿No existe un poco de desconfianza en este último período?
—No creo que sea desconfianza, creo que hay otros factores vinculados a la situación. Voy a dar algunas explicaciones un poco más en profundidad: cuando una economía crece, lo hace, entre otras cosas, sustituyendo importaciones. Entonces, crece y se ahorran dólares; por ende, se necesitarían cada vez menos dólares. Sin embargo, eso no es cierto: cuando una economía crece como creció la argentina, que duplicó el producto en diez años, cada vez se precisan más dólares para sostener ese crecimiento. ¿Por qué? Porque buena parte de los insumos, como el mineral de hierro, que se usa para hacer el acero en la Argentina, es importada. Entonces, cuanto más acero se consume –hemos batido todos los récords–, más importaciones se necesitan, no menos. Y cuando la gente aumenta su poder adquisitivo, se puede ir de viaje, lo cual está muy bien; puede ahorrar, lo cual es excelente, y muchos de ellos lo hacen en dólares, lo cual está bien, siempre y cuando expliquen de dónde sacaron el dinero ahorrado. Es decir que esto lo genera el propio crecimiento, y está extensamente descripto en la literatura económica argentina. Cualquiera que haya estudiado la época de industrialización de nuestro país puede afirmar que el problema es el sector externo, porque se necesita cada vez mayor cantidad de dólares para sostenerlo. De nuestra parte, estamos dispuestos a seguir manteniendo el crecimiento de la industrialización, haciendo lo que tenemos que hacer para que la divisa esté disponible. Pero también hay cosas que ocurrieron en la Argentina que muchas veces se plantean de forma extrema y equivocada. Cualquier ciudadano podía ir a una financiera con diez millones de pesos en un bolso y, sin que le preguntaran siquiera el nombre, le daban un millón de dólares. La verdad es que, con esas reglas de juego, la fuga de capitales era más o menos una invitación. Entonces, lo que se ha hecho es poner diversos controles para saber de dónde viene el dinero que se usa para comprar divisa. Ya lo preguntaba incluso un economista de la oposición: “¿Cómo van a venderles dólares a todos los que quieren ahorrar?”. Nosotros queremos venderles dólares a quienes desean ahorrar, pero en una proporción de lo que puedan demostrar que ganan. (...)
—Cuando te escucho hablar de una negociación de los fondos buitre parece que fuera una herejía, pero, más allá de lo que son ellos, lo cierto es que hay una sentencia definitiva de la Justicia norteamericana, Justicia a la que se allanó el gobierno argentino. ¿Qué solución le queda al próximo gobierno sino entablar una negociación para resolver el problema?
— Bueno, no es así.
—¿Cuál es la alternativa?
—Han pasado ciertas cosas que cambiaron el escenario. Cuando los fondos buitre lograron que la Corte Suprema de los Estados Unidos no tomara el caso, dejando firme la sentencia del juez Griesa, ni ellos deben haberlo creído (tan escandaloso y aberrante es lo que convalidó la Corte). No hay especialista jurídico ni financiero que acuerde con la interpretación que hizo Griesa –y luego la Corte Suprema– sobre la tan comentada cláusula pari passu. Básicamente, los financistas privados y la asociación de financistas sostuvieron que en esos términos no es posible emitir más deuda.
—Refinanciar una deuda.
—Han provocado un escándalo. Es como cambiar el contrato de alquiler de buenas a primeras, o el contrato de trabajo.
—¿Pero cuál es la alternativa?
—Ante esa aberración, ¿cómo reaccionó el país? En primer lugar, buscó aliados, ¿y qué encontró?, a casi todos los países del mundo, el G20, la Cepal, el Celac, la Unasur, y ahora Naciones Unidas, que probablemente vote alguna legislación antibuitre. Nosotros estamos en una situación incómoda, somos una suerte de caso testigo de todo el daño que pueden hacer los fondos buitre. Mientras tanto, estamos denunciándolo y cambiando las reglas internacionales. Ya cambiaron, Joaquín, y creo que esto es algo para todos los argentinos. Todos los contratos de deuda externa, a partir de ahora, cambiaron por la acción de la Argentina contra los fondos buitre; son distintos, y eso lo hemos instalado nosotros.
—Eso es de acá al futuro.
—Estamos en ese lugar incómodo porque somos quienes denunciamos la maniobra, todos nos dieron la razón, pero “marche preso”. ¿Qué hace uno ante esa situación? Pagarles lo que piden es imposible; me lo han discutido mucho, pero el propio Griesa me dio la razón. Macri dijo en un momento: “Hay que pagarle a Griesa lo que dice y en efectivo”; eran 1.600 millones. Ahora ya son 20 mil, porque era una trampa: si pagábamos los 1.600, hoy estaríamos de manos atadas, con 20 mil millones de dólares de deuda por algo absolutamente injusto y que no tiene lógica. Eso después se va a convertir en mucho más, por lo que pagar es una trampa, pero no pagar nada es imposible. Entonces, ¿en qué estamos trabajando? En una negociación. ¿Cómo es una negociación? Bueno, es una correlación de fuerzas, como fue con Repsol. Cuando ocurrió lo de YPF, Repsol pidió 18 mil.
—¿Eso es lo que esperan ustedes de los fondos buitre?
—Ahí hay un problema, y voy a mencionar a Macri una vez más: él decía que les iba a pagar cualquier cosa; ahora bien, si me pongo en el lugar de Paul Singer –¡un lugar donde no quiero estar ni por un minuto!–, entonces me permito pensar: “Hay un candidato a presidente con alguna chance de ganar que dice que me va a pagar todo lo que pido. ¿Negocio con estos que me quieren pagar muchísimo menos de lo que pretendo? No”. Por fortuna, en los últimos días cambiaron de postura, y agradezco que el PRO esté diciendo que si ellos ganan van a negociar con tanta fuerza y tanta garra como se ha hecho hasta ahora. (...) Creo que en la actualidad los buitres están bastante desinflados, a diferencia de aquellos días en que Macri (o algún incauto con tendencias a tomar deuda gustosamente) nos mandaba pagar. Pero hoy quedó claro que pagar en ese momento habría sido un escándalo… El paso del tiempo nos va dando la razón. (...) Nosotros no les prestamos plata a los buitres, no emitimos esa deuda y no hicimos ese default. Los buitres nunca le prestaron plata a la Argentina; compraron los títulos en el mercado secundario. Entonces deberían sentarse a negociar en algún momento, con más cordura, sin estar tan mal entonados, sin la propaganda a la que nos tienen habituados, y ver si resuelven su problema. ¿En qué condiciones? Justas, equitativas, sostenibles para nuestro país. No nos pueden hacer endeudar en 20 mil millones, y creo que se avanza a pasos muy firmes para que los buitres se den cuenta de cuál es su verdadera posición. No tienen la espada de Damocles sobre la Argentina, tienen un escarbadientes en este momento. De modo que debemos arreglar el conflicto con ellos, pero en condiciones razonables, justas, sin comprometer el futuro argentino, porque si no, no arreglamos nada.
* Fragmento de la entrevista realizada por Joaquín Morales Solá para el ciclo Conversaciones del diario La Nación, publicada en Diálogos sin corbata de Axel Kicillof (Siglo XXI Editores).