Es 29 de noviembre de 2016 y, ahora, el ex ministro es diputado nacional. En el piso 10º del edificio, el timbre de la oficina 1.060 no ha terminado de sonar cuando la secretaria, Ana Carilli, ya está abriendo la puerta del modesto ambiente que oficia de recepción. A sus espaldas, la cúpula del Congreso Nacional se ve tan cerca que parece posible rozarla extendiendo un brazo a través del ventanal. Todo lo demás es ciudad y cielo. Tan celeste como las banderas argentinas que flamean en las fotografías y las tapas de los libros esparcidos en las repisas y mesas de trabajo.
Por todas partes, estatuitas y cuadros con imágenes de santos y vírgenes compiten con las fotografías de Néstor y Cristina Kirchner (...).
A Ana Carilli le dicen Anita, y habla como si conociera a todo el mundo desde siempre. Dice que es verdad, que la vista es maravillosa, pero que no se compara con las oficinas que tenían en el ministerio.
—¡Ah!… Aquello era otra cosa.
Frente a uno de los cuadros donde se ve una foto de Néstor Kirchner, Anita recuerda cómo discutían él y su jefe.
—Pero al final se entendían. Siempre. En cambio con Cristina era distinto. No se puede discutir en esos términos con una mujer. (...)
De Vido está más delgado que en las últimas apariciones públicas. El pelo y los bigotes encanecidos, un poco más largos. Usa un pantalón sport y una guayabera blanca con detalles azules. Cuando sonríe, parece poner a prueba el influjo de su convicción, el efecto que ejercen sus argumentos apasionados, la atención que suscitan sus monólogos largos (...) En su mundo no existen las medias tintas: al hablar de energía, De Vido habla de un modelo de país. Como si resultara imposible pensar a la energía por fuera de una geometría de poder más amplia, aquella que comprende la compleja relación entre Estado y empresas privadas, entre economía y política. “La energía es la base de todo”, dice. Es la frase que guía su pensamiento y que definió su accionar mientras fue uno de los hombres con más poder en el país. Es la frase que usará a modo de saludo y despedida tras más de dos horas de entrevista.
—¡Eso es mentira! Nunca hubo crisis durante nuestro gobierno. Es fácil criticarnos por lo que no hicimos. Pero nosotros recibimos un área vacía y tuvimos que empezar de cero.
Toma en sus manos un libro del que no volverá a apartarse y que, a medida que avance la conversación, se revelará como un documento trascendental para él: Argentina planificada 2003-2015. Principales obras y logros. En la última página, Cristina Kirchner saluda con una mano en alto envuelta en un vestido de encaje claro: “Todos hemos entendido la necesidad de articular fuertemente al sector público con el privado, que no hay otro modelo posible. Tal vez, los que pensaban que el mercado todo lo solucionaba, hoy, estén revisando aquellos conceptos. 9 de octubre de 2008”.
—Esta era la participación del Estado en el sector energético cuando llegamos. Muestra un gráfico en el que la parte que le corresponde al sector público es una porción exigua de 5%.
—Y esta otra cuando nos fuimos: 45%.
En 2003, el 80% del sector eléctrico –incluyendo sus tres segmentos: generación, transporte y distribución– estaba en manos de capitales privados extranjeros.
—Nosotros lo bajamos al 23%. Cuando nos fuimos, entre el Estado y el capital privado nacional teníamos el 75% del sector. El 2% restante corresponde a las provincias.
—La pregunta es simple. ¿Por qué se corta la luz? ¿Por qué, desde hace años, la señora de Villa Crespo o el señor de Caballito tienen que estar días o semanas enteras sin energía?
—Lo primero que quiero aclarar es que la culpa de los cortes no es la tarifa baja o alta. Ahora, la tarifa es alta y hay cortes igual. Y no se van a resolver tan rápido. Además, en cualquier parte del mundo, cuando hay situaciones climáticas extraordinarias, hay cortes. Yo he estado en Madrid y cuando la temperatura supera los 34 grados se disparan cortes programados. Porque el sistema se recalienta y evidentemente falla.
Un colega del diario El País de España, consultado sobre la declaración del ex ministro, responde: “No, en España no se producen cortes de luz programados, ni ahora ni, si mis recuerdos no me traicionan, cuando era niño en los 70, cuando este país era mucho más pobre. Nuestros problemas son otros: las eléctricas tienen un poder enorme y suben los precios cómo y cuándo quieren. Pero no existen los cortes de luz programados ni en las peores olas de calor o de frío; los únicos cortes se producen en zonas que se quedan aisladas por caída de cables. Ese tipo de cosas las recuerdo en Líbano, donde los cortes de luz son constantes y siempre escuchas el zumbido de los generadores por las calles” (...).
—En 2004, el consumo pico era de 14 mil megavatios, y en enero de 2016, a pocos días de habernos ido, el consumo fue de 25 mil megavatios. Hubo 11 mil megavatios de crecimiento, producto de la expansión de la industria y de la expansión del consumo popular: el acceso masivo de la gente a la energía a través de la incorporación de millones de aparatos split de aire acondicionado, plasmas, etcétera, que no voy a venir a contar ahora ni a hacer una alharaca que podría parecer electoralista, pero la verdad es que el consumo explotó. Esa señora de Villa Crespo a la que se le corta la luz tiene un nivel de consumo durante los 365 días del año que no tenía en 2004. Y este gobierno habla de que dejamos un 32% de población bajo la línea de pobreza, ¡pero en 2003 era del 55%! Aun asumiendo la veracidad de ese 32% de pobres del que hablan, quiere decir que nosotros, en todos estos años, bajamos ese número prácticamente en un 50%. ¿Cómo? Con el fomento del consumo interno. Cuando hablás del consumo interno, hablás de gente contenta porque puede consumir, pero también hablás de industriales y comerciantes que pueden vender sus productos. ¡Y para eso se necesita energía, la energía es la base de todo! Recorre ansioso las páginas de Argentina planificada. Todo está allí.
—Nosotros incorporamos 12.400 megavatios nuevos a la red; construimos 5.500 kilómetros de líneas de extra alta tensión que permiten transportar energía a una tensión de 500 mil voltios; 3.300 kilómetros de gasoducto; hicimos el gasoducto del NEA, que está en construcción. Ahora, sólo se habla de lo que no llegamos a completar, y nunca se pone en valor lo que realmente se hizo. ¡Había once provincias desconectadas del sistema nacional.
—Las tarifas estaban dolarizadas cuando nosotros llegamos. Igual que ahora, y eran las más caras del mundo y la región. Obviamente, eso le quitaba competitividad a la industria. Igual que ahora, ¿no?… Es terrible. Sigue pasando las hojas.
—Quería ver cuánta gente habíamos incorporado al… ¿Dónde está eso? Acá: ¡cuatro millones a la luz y dos al gas!
—¿En dónde, por ejemplo?
—En la Puna, el NOA, el NEA, incluso en la Patagonia. Igual, seguro, en cualquiera de esos lugares se quejan como acá.
—¿Y por qué es así?
—Porque es así.
Como si nada de lo que han hecho importara, dice. Todos esos miles de megavatios incorporados a la generación y los miles de kilómetros de líneas de transporte para llevar energía a sitios remotos.
—En los años 90 se cobraban tarifas dolarizadas en todo el país, pero las distribuidoras sólo invertían en Recoleta, Palermo, Barrio Parque. Las empresas centralizaron la inversión en los sectores de mayor poder económico y en donde están los formadores de opinión, los tipos que cuando se les corta la luz te hacen daño en los medios. A la señora de Villa Crespo le subieron la tarifa, y la luz se le sigue cortando. La diferencia es que, cuando estábamos nosotros, los cortes aparecían en TN, y en cambio ahora los invisibilizan.
—¿Estamos hablando de las inversiones de las empresas distribuidoras?
—Sí. Como el sistema creció desaforadamente, la distribución enfrentó los problemas de desinversión que las empresas justificaron echándole la culpa a la tarifa baja. Por eso nosotros dijimos: “No vamos a aumentar la tarifa. Pero las redes son parte de nuestro patrimonio, así que vamos a empezar a invertir desde el Estado”. En los últimos dos años, hicimos fuertes inversiones, 5 mil millones de pesos o más.
—A través del Focede.
—A través del Focede.
Las cifras aportadas por el entonces ministro de Economía, Emmanuel Alvarez Agis, dice que fueron –entre 2013 y 2015– más de 3.200 millones de pesos.Ahora, el Focede quedó desactivado y encima retiraron una serie de equipos de generación que nosotros teníamos en lugares críticos. Donde se nos caía el sistema, íbamos y poníamos un generador… En algún momento, la situación se va a normalizar. En Villa Crespo y en los otros barrios. Pero cuando haya 35 grados, aunque gobierne Jesucristo, la luz se va a cortar igual. Yo denuncié públicamente que la Ciudad de Buenos Aires permitió, en muchos casos con la anuencia de la Legislatura, excepciones al Código de Edificación; se han hecho enormes torres en Saavedra, Caballito, en Villa Crespo, en Almagro, Palermo (...).
—¿Por qué el Focede no se implementó antes? Porque ya se veía que los cortes empezaban…
—No, no. Había cortes, pero eran propios del amplísimo aumento de la demanda y de situaciones climáticas extraordinarias, y también… –se interrumpe, vuelca el torso sobre la mesa, otra vez la mirada helada–… también esperamos porque era el momento en que mayor presión estábamos ejerciendo sobre las distribuidoras para que las inversiones las hicieran ellos.
—Y ellos decían que la tarifa era insuficiente.
—Exactamente. Por eso nosotros decidimos, al final, empezar a invertir en las redes que son patrimonio del Estado. Para evitar trasladar a las tarifas el costo de la ampliación del sistema, que es justamente lo que van a hacer ahora: el costo se lo van a cargar a los consumidores. Y cuando haya 40 grados, en Villa Crespo o en otro lado… Problemas va a haber siempre. Yo he estado en Washington y, por una nevada que duró un día, en la Embajada argentina estuvieron quince días sin luz… Cuando hace frío, te resfriás porque te bajan las defensas. Bueno, esto es igual. Sobre todo porque las tarifas que teníamos propiciaban un consumo alto. Nosotros creemos que ahí está la calidad de vida. El consumo interno era la matriz básica de nuestro programa económico. Para ellos, para el Gobierno, para el oficialismo actual, el consumo interno no pesa. Si el consumo interno colapsa, la industria argentina colapsa. Porque, con estos precios de la energía, le cuesta tremendamente tener competitividad en el exterior.
Hace una pausa y, como si calculara mentalmente los costos y beneficios, el “debe” y el “haber” de su balance, quiénes ganaron y quiénes perdieron con el proceso que él lideró, dice:
—No estamos arrepentidos: lo volvería a hacer.
—¿Nunca pensaron en reestatizar las distribuidoras?
—Digamos… Creo que en el tema de la reestatización no se nos puede endilgar demora o lentitud. Recuperamos el Correo, recuperamos AySA, con muy buen éxito, por cierto, porque es una empresa que anduvo muy bien. Aerolíneas, YPF, el espacio radioeléctrico… Interrumpe la enumeración. Hace una pausa y el silencio permite oír los ruidos de oficina de la planta baja, Anita, el timbre, papeles, pasos, voces.
—Digamos que el Focede era la última oportunidad. Con la inyección de inversiones por parte del Estado nacional en las redes, buscábamos mejorarles el perfil de negocio a las distribuidoras. Era la última chance para ver si había una reacción positiva por su parte. Por supuesto, además veníamos trabajando en incentivos al uso racional de la energía.
—Se critica que la tarifa baja promueve el derroche.
—También se critica que una familia pueda veranear en Mar del Plata. Lo han declarado públicamente… Y lo dicen sin ponerse colorados.
El colaborador acota una frase, en sintonía con lo que ha dicho el ex ministro: “Nos hicieron creer que podíamos tener un celular importado”.
En mayo de 2016, Javier González Fraga, un economista muy cercano al entonces ministro de Economía Prat-Gay, dijo en una entrevista, refiriéndose al kirchnerismo: “Venimos de doce años en donde las cosas se hicieron mal. Se alentó el sobreconsumo, se atrasaron las tarifas y el tipo de cambio. Donde le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”.
—Ni siquiera hace falta remarcar lo que piensan: ellos lo dicen más patéticamente –dice Julio De Vido.
—¿Pero cuál era el programa de ustedes para que la gente empezara a tomar conciencia de que había que ahorrar energía…?
—El programa era castigar más a los consumos que superaban el del año anterior. Inclusive, para marzo de 2016, de haber seguido en el Gobierno, teníamos pensado hacer un ajuste de la tarifa de gas.
—El programa al que se refiere es el Puree, el Programa de Uso Racional de Energía Eléctrica.
— Claro, exactamente. Pensábamos intensificarlo.
El Puree nació en 2004 como un sistema de premios y castigos; en las facturas de los usuarios comenzaron a incluirse bonificaciones por el ahorro de energía y cargos adicionales por el consumo excesivo. El colaborador acota, además, que repartieron 25 millones de lámparas de bajo consumo.
—Sí, sí. Y además nosotros veníamos quitando subsidios. En countries, en ciertos barrios… Desde 2008 empezamos una política de reducción.
—Hubo también una propuesta de renuncia voluntaria a los subsidios.
—Sí, y adhirieron 32 mil usuarios.
El colaborador dice que fueron apenas 30 mil. Y agrega, con una media sonrisa, que el actual ministro Aranguren no estaba en la lista.
—Hace pocos días, el presidente actual de Edesur habló de falta de inversión y dijo que no hay suficiente energía, que no hay capacidad de transporte…
—No, eso no es cierto. ¡No es cierto! Los únicos problemas… De hecho, ¿hubo algún blackout en doce años? ¡Ni un solo blackout! ¿Saben lo qué es?
Un blackout es un corte total, la pesadilla: una ciudad –o un país– completamente a oscuras (...)
—En el ministerio tenían un call center.
—Nosotros teníamos el call center, sí.
—Eran entre 350 y 400 empleados.
—Sí, y ahora lo desactivaron completamente. Hay gente que dice: “Antes se nos cortaba la luz, pero por lo menos nos contestaban”. Les llevábamos agua. O un grupito móvil para mover el ascensor o que cargue agua el tanque. En El estado del Estado. Diagnóstico de la administración pública en diciembre de 2015, el informe publicado en el otoño de 2016 por la Presidencia de la Nación bajo la gestión de Mauricio Macri, abundan, entre otras, las sospechas sobre cómo se contrataban y cuánto se pagaba por esas asistencias que organizaba el ministro.
—¿Qué piensa de las acusaciones de sobreprecios en la contratación de los grupos electrógenos móviles y…?
—Todo mentira.
—El estado del Estado” dice que, según la Sigen (Sindicatura General de la Nación), desde 2010, Enarsa alquiló 581 generadores móviles alimentados con gasoil con un esquema que fue poco transparente tanto en la contratación de los equipos como en la provisión del combustible, y que “sólo en 2015, el Estado gastó 2 mil millones de pesos en generadores móviles”.
— ¿Cree que la Justicia se va a ocupar, que va a dictaminar si esas acusaciones son ciertas o no?
— Ah, ¡qué sé yo! A lo mejor no, a lo mejor sí.
— ¿Usted está tranquilo con todas las denuncias?
—Sí… Estoy tranquilo, y además, muy conforme de lo que hemos hecho.