Existen distintas teorías de poblamiento que explican el origen del pueblo mapuche y su patrón de asentamiento en el territorio chileno. Las principales son dos. La primera hipótesis corresponde a Ricardo Latcham, cuyos estudios de comienzos del siglo XX determinaron que los mapuches provenían de la cuenca amazónica. Luego de una serie de desplazamientos, voluntarios e involuntarios, habrían cruzado la zona del Chaco argentino abriéndose paso a través de la cordillera de los Andes para introducirse en forma de cuña en la actual zona de la Araucanía, obligando al desplazamiento forzado de grupos cazadores recolectores que habitaban el territorio con anterioridad.
La segunda teoría fue postulada por Tomás Guevara, considerado uno de los primeros etnógrafos de la vida “araucana”. Según sus estudios, los mapuches habrían llegado desde el Norte en coherencia con los patrones de asentamiento del continente americano. La evidencia de dicha hipótesis se encontraría en la adopción de ciertas palabras del idioma quechua por parte de los mapuches, así como en la adopción del culto al sol, rasgo típico de las culturas indígenas de la zona andina.
En la actualidad se postula una nueva teoría de carácter autoctonista que desestima las dos anteriores y propone el desarrollo del pueblo mapuche como el resultado de la evolución cultural de antiguos asentamientos de bandas de cazadores recolectores que habitaban la zona de la Araucanía hace más de 7 mil años. Dicha teoría carece de pruebas arqueológicas fehacientes, por lo que mantiene la incertidumbre respecto al verdadero origen del pueblo mapuche.
La diversidad entre los mapuches
En términos culturales, existe cierto consenso en reconocer al pueblo mapuche como una unidad lingüística que comparte rasgos culturales comunes, sin constituir por ello un solo grupo étnico. Por el contrario, social y políticamente el pueblo mapuche se ha caracterizado por la diversidad dentro de la unidad. Tradicionalmente su estructura social agrupaba una serie de identidades socioculturales diferentes, que abarcaron extensos territorios. Estos limitaban en el Norte, desde el río Aconcagua (Región de Valparaíso); en el Sur, en la isla Grande de Chiloé (Región de Los Lagos); desde el Oeste, en el océano Pacífico, hasta el Este, en la desembocadura del río Negro, actual territorio argentino. Al interior de este universo multicultural, cohabitaron en territorio chileno grupos picunches (gente del Norte), huilliches (gente del Sur), pehuenches (gente del Pehuén, zona cordillerana), lafkenches (gente del mar, zona costera) y mapuches (gente de la tierra, zona de valles centrales de la Araucanía), entre otros.
La sociedad mapuche
La organización social mapuche se caracterizaba por no presentar autoridades con un poder centralizado y fuerte. Antiguamente se organizaban en un lof, conjuntos de familias de un mismo linaje paterno. Eran y aún son representadas por un lonko (que literalmente significa “cabeza”), cuyo símbolo es el canelo, árbol sagrado para los mapuches. La alianza territorial de varios lof daba lugar a un rewe y la de varios rewe a un ailla rewe (nueve rewe), cada uno de los cuales era política y territorialmente independiente.
Cada ruka, que significa indistintamente “casa” o “familia”, poseía sus propios territorios. Estos podían ser invadidos por otros grupos en los denominados malones, en los que se raptaban niños y mujeres y se tomaban objetos de valor y animales. Eran una muestra de hegemonía, de poder. En tiempos de guerra se designaba a un toki o jefe militar, a quien todos obedecían.
Las viviendas
Cada familia vivía en una ruka, gran y firme estructura construida con troncos de madera, ramas de coligüe y techo de paja comprimida que en algunas ocasiones llegaba hasta el suelo. La paja funcionaba como aislante de las temperaturas exteriores y permitía que escurriese la lluvia. Su puerta estaba orientada hacia el Este. Familiares y vecinos ayudaban en la construcción de una nueva ruka, actividad que tardaba varios días; el futuro marido les respondía con obsequios. Al interior de la ruka había determinados lugares para dormir, guardar alimentos y cocinar; cada ruka tenía al menos un fogón, y la estructura estaba construida de tal forma que el humo saliera hacia el exterior.
Alimentación
El alimento principal de los mapuches eran las papas y los porotos pallares. Con la llegada de los incas comenzaron a cultivar maíz y quínoa. Recolectaban además algas, hongos, y frutos del bosque, como el maqui. En verano se recolectaba el piñón de las araucarias o gülliw. Los que vivían cerca de la costa recogían cochayuyo o kollof, erizos, choros o pellu, machas, jaibas. Cada cierto tiempo, las comunidades que habitaban en la cordillera y en la costa se reunían para intercambiar productos. Gran parte de esta alimentación y la costumbre del intercambio o traskintu, aún se mantiene en ciertas zonas.
Durante el verano, Gastón Calluqueo, de Icalma, sube junto a su familia a la cordillera para recolectar piñones: “Tenemos unos ranchitos para abrigarse. Y ahí nos quedamos una temporada. Una cierta cantidad de tiempo, se recolecta para vender, para dejar pa’l invierno, pa’ hacer mudai, pa’ todo”.
Entre los platos tradicionales destaca el ñachi. Una de las formas de prepararlo es dejando escurrir la sangre de un cordero recién degollado en una fuente con condimentos como sal, ají, cebolla, perejil y pimienta. El mültxün o catuto, llamado también pan de piedra, se prepara con trigo cocido y machacado en una piedra, que luego se amasa dándole una forma alargada. La mayor parte de las comidas tienen como acompañamiento ají y pebre, el cual se prepara moliendo en un mortero condimentos de los que se disponga, como sal, ají, cebolla, ajo, cilantro, entre otros. En eventos especiales se ofrece mudai, bebida alcohólica en base a trigo o piñón fermentado. También se toma mezclado con harina tostada. Son apetecidas también las sopaipillas, la cazuela de gallina, sopas, alimentos en base de papas y legumbres. En la época de primavera se consumen digüeñes (hongos que crecen en árboles nativos como el roble) y nalcas. En los meses de verano se consumen frutos silvestres como el maqui y la zarzaparrilla.
La cocina mapuche ha ido sufriendo modificaciones a lo largo de los años. Actualmente se han recuperado ingredientes tradicionales, que gozan de gran aceptación en la gastronomía nacional. Un ejemplo es el merkén, condimento en base a ají cacho de cabra, seco y ahumado, que se muele junto a semillas de cilantro tostadas, sal y otros aliños, según el caso. La gastronomía mapuche es sumamente valorada en los programas etnoturísticos en la Región de la Araucanía.
División de las tareas
El jefe del hogar era el hombre. Trabajaba principalmente en el exterior: cuidaba el ganado, los caballares, trabajaba en agricultura y cazaba. Destacaba por sus habilidades en el tallado en madera y piedra y por el trabajo en cueros. Las mujeres se dedicaban a las labores domésticas. Cocinaban, cuidaban de las gallinas, confeccionaban objetos de cerámica y cestería, hilaban y tejían. Estas actividades tradicionales aún son realizadas por una gran cantidad de personas. En invierno, cuando afuera llovía, se reunían todos al interior de la ruka, donde los miembros mayores hablaban de sus antepasados y de su historia, transmitiéndoselo a las otras generaciones a través de los epew.
Matrimonio
Los hombres debían encontrar una mujer fuera de su comunidad, pues toda ella estaba emparentada. Elegían a la mujer con la cual querían casarse y daban un pago de costumbre, la dote mapuche. Si era aceptado por su padre, entonces ella se trasladaba a vivir a la casa del marido una vez celebrado el matrimonio. La pareja debía ayudar a los padres del novio y, cuando el padre de éste fallecía, heredaban sus tierras. Antiguamente había mapuches que tenían más de una mujer, principalmente los lonkos. En aquel caso, la que primero había contraído matrimonio, dirigía a las otras. En algunas ocasiones la primera esposa le solicitaba a su marido que trajera una segunda mujer a la casa, para que la ayudase en las tareas domésticas. En las rukas habían tantos fogones como esposas tuviera el jefe del hogar. Actualmente, sobre todos los más antiguos, recuerdan cómo era el “robo de la novia”. Generalmente el hombre y la mujer acordaban juntarse en un determinado lugar. Entonces llegaba el marido a “raptarla”, y se la llevaba lejos. Transcurridos algunos días, pagaba a sus suegros animales o joyas, en algunos casos el vestuario mapuche completo, con el fin de compensar la pérdida de la integrante del grupo familiar. Si el presente era aceptado, ambas familias celebraban la unión con una gran cena.
Vestimenta tradicional
El vestido tradicional de la mujer mapuche consiste en un chamal que en lengua mapuche se llama küpam o chamal, gran tejido rectangular de color negro que cubre todo su cuerpo a excepción de su hombro izquierdo y que fija con un tüpu (alfiler de plata). A la cintura se ata el txariwe, faja. Sobre el chamal pone la ükülla, fino paño hilado teñido de negro que sujeta de sus hombros y cae hasta los tobillos. Tiene bordes azules, verdes o fucsia. En la cabeza usa un pañuelo amarrado hacia adelante. El hombre usaba la chiripa o paño negro cruzado entre las piernas amarrado a la cintura con un trarüchiripa o faja, y aún utiliza el macuñ o poncho. Las fibras se tiñen con colorantes naturales obtenidos de la naturaleza, como corteza de chilco (celeste) o frutos del maqui (azul); los colores tienen significados especiales. Las mujeres, sobre todo las esposas de lonkos, usaban y usan joyas. La delicada platería mapuche se inició en el siglo XVIII, cuando los españoles introdujeron monedas de plata que los mapuches cambiaban por animales y fundían, aunque no siempre; en algunas ocasiones las martillaban y otras veces las usaban tal cual. Algunos ornamentos de platería mapuche son: el trapelakucha, que sujetan en el pecho con una túpu (aguja), el trarilonko (un tocado) y los chaway (aros).
Margarita Neiculeo, quien vive en las cercanías del lago Budi, recuerda que cuando era joven se le dijo a través de sueños que debía usar la ükülla, que las mujeres únicamente podían vestir falda y que nunca debía sacarse la trapelakucha, lo que ha cumplido hasta el día de hoy.
Textilería y cestería
La textilería mapuche se remonta a tiempos precolombinos. Aunque recibió influencias de otras culturas, tenía su propio sello y estilo. Los tejidos eran confeccionados con lana de auquénidos, que luego fue desplazada por lana de ovejas. Durante la Colonia, la textilería alcanzó gran refinamiento y tuvo una mayor producción, puesto que las telas se orientaron también al comercio e intercambio. Aunque ha sufrido cambios a lo largo del tiempo, la tradición textil se mantiene vigente en la actualidad, encontrándose presente en el vestuario, artefactos domésticos y aperos para el caballo.
El tejido era tarea de las mujeres, las que aprendían el arte desde pequeñas a través de la observación o la enseñanza de una maestra tejedora, donde los sueños muchas veces ocupaban un papel importante en el aprendizaje. Antes de usar el telar, la lana se lava, se seca, se separa e hila a mano o en una rueca. Luego se lava y tiñe. Para el teñido se utilizan plantas, frutos, cortezas, raíces, minerales o tierra del entorno. Con la flor de matico, por ejemplo, se obtiene un color amarillo; las hojas de maqui mezcladas con flores de chilco dan un color morado. Los colores escogidos para los tejidos y la forma en que se asocian tienen un significado especial. Destacan el blanco y el color azul en sus tres gamas: violeta, azul fuerte y celeste. Estos: representan a los cuatro colores naturales del cielo, las nubes y sus cambiantes tonalidades, de acuerdo a las condiciones climáticas y meteorológicas de las estaciones del año. Ellos son los colores óptimos y los veremos frecuentemente en los niveles concretos de la vida cotidiana, tales como los pañuelos con que las mujeres mapuches cubren sus cabezas, las prendas de vestir, la pintura de las habitaciones y la decoración y ornamentación generales. Asimismo, el blanco y azul son los colores rituales por excelencia, presentes en los principales emblemas de la machi y del nillatún.
Muchos diseños se componen de figuras geométricas que se repiten y pueden combinarse de infinitas maneras. Existen tres formas básicas: rombos, triángulos y cruces. En muchos motivos se reflejan principios de la cosmovisión mapuche, como la reiteración del número cuatro.
A diferencia de la textilería, la cestería es una tarea realizada por hombres y mujeres. Las zonas tradicionalmente ocupadas por las familias mapuches, con abundantes ríos y lagos, contaban con abundante materia prima, como el foki, para la confección de cestos, bolsas, contenedores de grano, entre otros.
Los juegos y la música
El palín o chueca, uno de los juegos mapuches más conocidos, tiene un gran significado social y cultural. Antiguamente algunas diferencias de opinión o decisiones importantes eran resueltas a través del juego. El palín se desarrolla en una cancha, donde dos equipos compiten por llevar una pelota de madera hacia el otro extremo, con la ayuda de un palo de madera terminado en curva. En el lago Budi todavía se puede observar el juego del palín: los familiares van a observar, se comparte el mudai y muchos hombres juegan descalzos con sus palos de madera y una pequeña pelota.
Se fabrican varios instrumentos musicales. La txutxuka data de tiempos precolombinos. Consiste en un tubo de madera que termina en un cacho de buey. El trompe es un instrumento pequeño con cuerdas de tripas o metálicas. Se introduce en la boca y se van creando sonidos con ayuda de los dedos. El instrumento que tocan las machis se denomina kultrun. Gran parte de los cantos mapuches son improvisados.
Medicina tradicional
Para el mapuche todo fenómeno, acontecimiento y objeto está contenido dentro de una totalidad; naturaleza y cultura son inseparables, una se explica a partir de la otra. De esta forma desaparece toda posibilidad azarosa: una catástrofe posiblemente significa que los mapuches no han hecho las rogativas necesarias.
Según la cosmovisión mapuche, las enfermedades se relacionan con la ruptura del equilibrio entre el espíritu y el cuerpo, como se verá más adelante. Las enfermedades más graves sólo pueden ser tratadas a través de los machis.
Hierbateros y meicas ayudan a curar enfermedades de menor gravedad con raíces, cortezas, plantas y hierbas medicinales a las cuales se llama lawen. El conocimiento de las propiedades de estas especies proviene del profundo conocimiento del entorno, especialmente de los bosques, y es traspasado de generación en generación. Entre las especies más comunes se encuentran: el boldo, recetado en muchos casos para problemas hepáticos y de digestión; el canelo, usado para combatir el reumatismo y ayudar a la cicatrización; y el quillay, recomendado para prevenir la bronquitis. El uso de las hierbas se complementa con ritos, ceremonias, cantos y danzas.
Cosmovisión
Para comprender la forma en que los mapuches interpretan el mundo, hay que estudiar primero su concepción general del cosmos, puesto que para ellos el mundo natural es una réplica del sobrenatural, real y tangible como el primero. El mapuche representa el cosmos en escalones verticales. La antropóloga María Ester Grebe realizó una extensa investigación al respecto. Aunque hay algunos investigadores mapuches que no reconocen estas categorías, hay otros que las confirman.
Se trataría de siete plataformas superpuestas. Todas son cuadradas y del mismo tamaño. Se ven representadas en los peldaños del altar de la machi, el rewe.
Las primeras tres plataformas, en orden ascendente, son: el Minche mapu o “tierra de abajo”, que representa el mal y es donde habitan seres monstruosos; el Mapu, “tierra”, donde habitan los hombres, y el Anka wenu, “medio arriba”, que representa, nuevamente, el mal. Las cuatro categorías siguientes, diferentes entre ellas, forman el Wenu mapu o “tierra de arriba”. La última es el recinto de los dioses creadores –donde se ubica Ngenechen–. Estos cuatro lugares representan el orden, y es donde se encuentran los dioses, los espíritus benéficos y los antepasados. Se oponen a las dos plataformas del mal, zonas oscuras y caóticas, en las que residen los wekufe, espíritus que pueden generar grandes males, y los laftrache, “hombres enanos o pigmeos”.
Existen cuatro grandes dioses que representan los cuatro elementos. Son invocados por el machi en sus ritos: la Kuze, anciana, representa la tierra y tiene la facultad de dar vida a la gente. Se la representa simbólicamente unida al Fucha, anciano, que representa el agua y tiene la facultad de administrar a las personas. Por otro lado están Ülcha: la joven, que representa el aire y tiene la facultad de dar vida a la tierra, y Weche, el joven, que representa el fuego y tiene la facultad de administrar la tierra.
La visión cósmica mapuche es dualista, puesto que en la tierra coexistirían el bien, asociado al lado derecho, y el mal, asociado al lado izquierdo. Ambos polos son necesarios para conseguir un equilibrio. Asimismo, existen varias otras oposiciones en la cultura mapuche, por ejemplo, el antü, sol, tiene como par antagónico el küllem, luna. Producto de las distintas parejas de oposiciones que se van formando, el universo se percibe como una plataforma vertical cuatripartita, representada en el kultrun del machi (tambor de madera cubierto con cuero), el cual tiene dibujadas las cuatro estaciones del año (otoño, verano, primavera e invierno) y los cuatro puntos cardinales. El más importante de todos es el este, lugar al que se dirigen las rogativas y que se asocia al bien, en contraposición al oeste, asociado al mal.n