DOMINGO
Internet y los jóvenes

Nuevos canales de expresión

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

La participación juvenil ha sido objeto de interés en todo el mundo. La creciente implicación de los adolescentes en los grandes problemas sociales ha motivado una mirada más profunda hacia este tema. Sus reclamos por mayor presupuesto educativo, contra la violencia de género, por el equilibrio ecológico o contra la discriminación han hecho de la participación juvenil un tema central en el siglo XXI. Esta participación ha encontrado, para muchos de ellos, nuevos canales de expresión en el universo digital. Efectivamente, internet les ha dado a los adolescentes la oportunidad de convertirse en productores de contenidos. Les permite expresarse con su propia voz y compartir sus experiencias con sus propias palabras. Ser autores de un blog, de una página web, de una propuesta en un foro online, de un comentario en una red social sobre un tema que los afecta, o expresar su opinión en una campaña por internet en torno a un problema que les preocupa, les da la posibilidad de hacerse escuchar y de ejercer su derecho a participar. Los adolescentes fueron, desde siempre, usuarios y audiencias de contenidos digitales. Hoy, además, pueden ser creadores, productores y autores. Los jóvenes, que solo podían ejercer su papel como públicos consumidores destinados a mirar, leer y escuchar, tienen ahora la gran oportunidad de generar contenidos propios. 

Internet les ofrece a los adolescentes la oportunidad de compartir sus puntos de vista sobre temas que les preocupan a ellos y a la sociedad. Y les da la posibilidad de llegar con sus ideas a políticos, a organizaciones y audiencias que no conocen. Al mismo tiempo, la web les permite acceder a múltiples perspectivas y miradas sobre el mismo tema. Si los medios de comunicación hablan de problemáticas que afectan a los jóvenes sin incluir su voz, serán los mismos adolescentes quienes encontrarán, otras maneras para hacerse escuchar. En el entorno digital, los adolescentes pueden expresar y compartir lo que piensan y sienten sobre los temas que más les interesan o preocupan. Pueden interactuar con los demás, con su propia voz, a partir de lo que ellos mismos cuentan en sus producciones. En internet son ellos –y no los adultos– quienes hablan de lo que más les afecta.

En el siglo XXI, el mundo digital ofrece a los más jóvenes una diversidad de canales para que puedan comprometerse en debates cívicos y participar en la vida pública de la comunidad. En síntesis, el universo online les permite convertirse en actores sociales y políticos. Internet ofrece nuevas ventanas y oportunidades para la participación juvenil. Es un espacio en el que los adolescentes pueden mostrarse, hacerse visibles, representarse a sí mismos y ejercer como actores sociales.

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El universo digital ha creado espacios en los que quienes han sido excluidos puedan ser bienvenidos, participando en nuevas comunidades de conocimiento y en culturas participativas emergentes, donde se escuche su voz (Jenkins, 2007). La palabra de los adolescentes –como vimos– suele estar excluida de los medios de comunicación y, con frecuencia, de la agenda pública. En el siglo XXI, internet les da la posibilidad de sentirse incluidos, verse escuchados y hacerse visibles.

Estos nuevos modos de participación juvenil forman parte de la ciudadanía digital, una dimensión fundamental para la construcción de la ciudadanía en este milenio. Ciudadano digital es quien comprende el funcionamiento y los principios que rigen el universo online, analiza el lugar y papel que las tecnologías ocupan en la sociedad, evalúa su incidencia en la vida cotidiana, entiende su rol en la construcción del conocimiento y sabe utilizarlas para la participación. Ciudadano digital es quien cuenta con la habilidad para navegar en contextos digitales complejos y comprender sus implicancias sociales, económicas y políticas. Ciudadano digital es quien sabe hacer un uso reflexivo de internet, tanto para el análisis crítico como para la participación.

La ciudadanía digital coloca a los jóvenes en mejores condiciones para entender la realidad –cada vez más mediada por pantallas–, para responder a los dilemas y desafíos de este milenio, para insertarse socialmente, para tomar decisiones y para participar en la comunidad. La participación en el entorno digital empodera a los jóvenes para que puedan incidir constructivamente en la calidad de las políticas públicas. Este es, finalmente, el objetivo principal de la participación, tanto en la vida real como en el universo online: analizar, evaluar, tomar decisiones y actuar en iniciativas que permitan transformar positivamente la vida pública de la comunidad. La democracia necesita de personas bien informadas, activas y participativas. El uso de las tecnologías para la participación está vinculado a la construcción de una sociedad democrática. Es difícil pensar en una cultura democrática sólida sin una sociedad que ejerza una ciudadanía digital plena. Un ciudadano digital, comprometido con la democracia, está en mejores condiciones de participar en la agenda pública, construir consensos con argumentos sólidos, discutir estrategias, intercambiar ideas, tomar decisiones y actuar por el bien común. 

Si la utilización de las tecnologías no construye conocimiento; y si ese conocimiento no permite a los jóvenes comprender el entorno digital, responder a los nuevos interrogantes que genera el uso de internet y utilizar el universo online para la participación, la tecnología servirá solo con fines instrumentales o lúdicos. Los adolescentes sabrán qué hacer si se “congela” la pantalla de un dispositivo o cómo bajar una aplicación al celular. Pero este uso instrumental de la herramienta no tiene nada que ver con una ciudadanía digital, que incluye, más allá del acceso, reflexión, actitud crítica, creatividad y participación. La ciudadanía digital se vuelve fundamental en el siglo XXI porque promueve la inclusión y la participación. La falta de acceso, y especialmente la falta de apropiación de las tecnologías entre los adolescentes, profundiza la exclusión. Ello significa, sin duda, menores oportunidades laborales y educativas. Y menores posibilidades de inserción y participación social.

*Autora de Adolescentes, participación y ciudadanía digital, Fondo de Cultura Económica.