Si estás leyendo este libro, lo más probable es que ya sepas –o por lo menos sospeches–, que tu peso corporal puede ser un problema transitorio o permanente.
Los problemas con el peso corporal representan la cara visible de una enfermedad crónica caracterizada por un exceso de tejido adiposo (grasa) cuyas células, los adipocitos, pueden aumentar en tamaño o número.
La obesidad no es solo el dato que nos arroja la balanza. Puede atacar todos los aspectos de la vida de una persona. Según la magnitud y distribución del exceso de grasa tendremos diferentes grados del problema.
Este aumento es producido por un desequilibrio en el que el consumo de calorías excede el gasto de energía del organismo durante un tiempo prolongado. Una forma de verlo es que la obesidad es una tendencia, una programación, y que el exceso de peso es su cristalización.
Es decir:
Puede ser una PCE (persona con exceso de peso) que haya desarrollado la tendencia, por eso tiene kilos de más.
Si adelgaza, será una PCE controlada; del mismo modo que una persona con diabetes o hipertensión. Pero no dejará por ello de tener el problema latente, ya que persistirá la tendencia.
Si vuelve a comer y a moverse como lo hacía antes, volverá a engordar.
Por eso quien adelgaza una determinada cantidad de kilos abre varios caminos. Seguir adelgazando es posible, depende de cuánto se bajó. Es el que la gente prefiere. Volver a engordar es el más temido y mantener lo logrado es preferible, pero es el menos entendido y aceptado.
En ese camino, si se hacen los cambios necesarios, los logros pueden durar toda la vida. Pero si se baja la guardia, es muy posible que tengas un tropezón o una recaída. Esta idea es uno de los pilares sobre los cuales debés construir tus expectativas si sos una PCE.
En 1994, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que la obesidad es un serio problema de salud global y la incluyó dentro de la epidemia de enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) por estar relacionada con más de 250 enfermedades (conocidas como comorbilidades), muchas de gravedad como la diabetes tipo 2, la enfermedad cardiovascular, la hipertensión, el accidente cerebrovascular (ACV) y algunos tipos de cáncer.
Desde 1975, la obesidad casi triplicó los casos en todo el mundo. En 2016:
Más de 1.900 millones de personas mayores de 18 años tenían sobrepeso (39%); entre ellos, más de 650 millones eran obesos (13%). Hoy se pueden estimar en alrededor de 2.500 millones entre obesidad y sobrepeso.
Unos 41 millones de niños menores de cinco años y 340 millones de niños y adolescentes de cinco a 19 años, tenían sobrepeso u obesidad.
En la Argentina, de acuerdo a resultados de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (2018) y de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (2019), el 1% de la población entra en la categoría PCOb
cada año. Esto representa 400 mil personas al año, 1.100 personas por día y cuarenta por hora. Esta tasa de crecimiento podría reflejarse así:
2005 → 49% de la población
2009 → 53% de la población
2013 → 58% de la población
2018 → 64% de la población
2022 → 70% de la población
2030 → 76-78% de la población
2040 → 86% de la población
La mayoría de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad se cobran más vidas que la desnutrición y el bajo peso al nacer. Es la segunda causa de muerte prevenible después del tabaquismo.
Respecto a la obesidad severa (personas con un exceso de peso superior a los 40 kilos, índice de masa corporal [IMC] ≥ 40), estudios realizados en 18 naciones de los cinco continentes informaron, en 2010, que había un 1,3% de casos en España y un 7,7% en EE.UU.; cifras muy variables. Pese a que la cantidad va creciendo hay escasez de estudios sobre esta población.
De hecho, no se informan de manera rutinaria en las encuestas internacionales, no hay capacitación específica para profesionales y cuidadores ni comunicación al público sobre el problema.
Esto debilita la posibilidad de brindar atención segura y eficaz a personas que tienen:
Entre dos y siete veces más complicaciones (especialmente cardiovasculares) en comparación con personas de pesos más bajos.
Dificultades para realizarse estudios por imágenes debido a su volumen corporal.
Dificultades en la movilidad que los incapacita y aumenta la dependencia de otros.
Reducción de su calidad y expectativa de vida. La dosificación de medicamentos no está estandarizada por peso (lo cual dificulta los tratamientos farmacológicos), el estigma las complica psicológica y clínicamente y afecta su adherencia al tratamiento.
*Autor de La alimentación inteligente. Ediciones B. (Fragmento).