La pandemia es un fuerte motor de energía para cambios de adaptación a la solución de las urgencias de las crisis. Esta crisis COVID-19, a su vez, explicita los grandes temas postergados, que varían en grado pero cualitativamente son parecidos en países ricos y pobres.
Tanto los países de OCDE y del G20, como los emergentes, sufren lo mismo, variando el grado e intensidad: paralización de la actividad económica, arresto domiciliario y necesidad de recursos para afrontar los gastos pandémicos.
Se ponen en evidencia las falencias de los sistemas de salud y por sobre todo, la desigualdad social. Hay villas y asentamientos donde la cuarentena no es posible, por el hacinamiento y condiciones sanitarias.
Se explicita la falta de infraestructura urbana, sanitaria y tecnológica. Se evidencia la grasa que sobra en los cuerpos del empleo público, que sigue funcionando con el 15% de sus empleados trabajando, se evidencia la polución que existe cuando se produce, han aparecido mariposas y pájaros en las ciudades.
A su vez, aparece un dilema en la política: salvar vidas a costa del hundimiento económico, o preservar la economía, para evitar la pérdida de vidas cuando pase la pandemia. Cualquier elección, con mayor o menor inmediatez podría costar vidas.
Una puja entre los sistemas democráticos y los sistemas totalitarios como China, frente a la pandemia, ha creado desafíos al pensamiento bien formado, sobre la efectividad frente a la crisis, con el paréntesis de que sea creíble la información disponible en ambos casos.
Los políticos se ven forzados a otro dilema: cómo obtener los recursos para financiar la pandemia. Estados Unidos podrá emitir dólares y tendrá su solución. El resto de los países también pueden emitir sus monedas, para crear medios de pago inmediatos.
¿Y después? Habrá que hacer un inventario de lo que quede.
Las grandes fortunas acumuladas son objeto de observación, tanto en la OCDE como en nuestro país.
Axel Kicillof: "Conceptualmente estoy de acuerdo con un impuesto a las grandes fortunas"
Crear un impuesto extraordinario a las grandes fortunas es tentador desde distintos puntos de vista. Desde las finanzas públicas, habrá que ver si la recaudación será significativa, el resto es positivo porque se recaudará en forma inmediata y fácil.
Desde el derecho constitucional la solución es mucho más difícil, ya que se estaría atacando la propiedad privada y para peor, en forma desigual, aunque respetando la equidad horizontal (igualdad ante iguales) y la vertical (desigualdad frente a desiguales)
Desde la política, presenta grandes beneficios, ya que muestra a un gobernante que distribuye la riqueza y beneficia a los que menos tienen, y dada la masa de votantes en desgracia, el rédito político es seguro.
Las grandes fortunas son tentadoras como base imponible porque existen en cuentas de banco, en balances y en bienes tangibles.
Sin embargo, cabe reflexionar cómo se componen las grandes fortunas: los dueños de acciones de grandes empresas, los poseedores de grandes superficies de campos, de oro, de bienes inmuebles, deberían vender parte de estos bienes para pagar el impuesto a la fortuna ¿Quién les comprará en la pandemia?
Las grandes fortunas de los dueños de las empresas tecnológicas, de comercio electrónico etc., ¿deberían vender parte de estas acciones para pagar el impuesto?.
Figurativamente, Mercado Libre llegó a valer 85.000 millones de dólares, pero factura 700 millones por año ¿Sus dueños tienen 85.000 millones de dólares en el banco y le podemos sacar 8.500 para pagar la Pandemia?
Nos quedan los activos financieros líquidos, o sea los depósitos bancarios. Se atacan las cuentas bancarias de las grandes fortunas, y se les expropia por causa de utilidad pública una parte. Se puede hacer, pero ¿se debe hacer?¿ Esto no implicará la muerte de una parte de los derechos civiles?
Los gobiernos de los países más desarrollados sufren también las presiones sectoriales de inmigrantes, trabajadores de menores ingresos, ideólogos distribucionistas, la extrema izquierda y la extrema derecha.
Las grandes fortunas se prestan para crear los impuestos ideológicos. No será tanta la recaudación que provean, como la satisfacción de las ansias sociales de revancha.
Ideológicamente podemos pensar que las grandes fortunas se hicieron con el comercio de bienes, en cuya producción se destruyeron recursos naturales, se usó el espacio público y los recursos naturales del planeta y parte de ellas se explica por la corrupción, el delito y las guerras. Aparenta ser una buena razón para recuperar parte de estos recursos para la pandemia.
Por otra parte, está ampliando su cauce la grieta: “pobres versus ricos” la cual podría servir a cierta ideología política en las elecciones futuras, pero no debemos perder de vista que estamos generando una nueva vacuna contra las inversiones privadas.
Finalmente, se calificó a la pandemia como una guerra, y toda economía de guerra genera destrucción de riqueza y daños a la equidad, a la vez que inevitables violaciones a las garantías constitucionales de legalidad, igualdad, equidad, no confiscatoriedad, y generalidad, ya que la verdadera imposición es la de obtener recursos a lo Maquiavelo.
Por ello, deseamos que nuestros representantes reflexionen sobre cuánto será la recaudación del impuesto sobre las fortunas y si vale la grieta que instalará en la sociedad y todas las violaciones legales a la Constitución Nacional y demás garantías a los derechos humanos. Se requiere una balanza difícil de construir.
Quizá sea hora de crear una comisión de notables economistas, que propongan sus posibles caminos de solución, teniendo en cuenta el día después.
La cúpula del gobierno ha confesado que se guían por lo que los infectólogos les indican, sin embargo no hemos oído al presidente, quien ha dicho a Jorge Fontevecchia en su entrevista de días pasados, que él sabe de economía, mencionar opiniones de Melconian, López Murphy, Lavagna ni otros importantes especialistas. Debemos salir a pelear las posibles ayudas de Organismos Internacionales. Tenemos 10 veces más pobres que la media de Latinoamérica y equiparamos a Africa Sub Sahariana, si confiamos en datos del Banco Mundial y de la UCA, lo cual nos habilita a ser candidatos a la ayuda.
Hay caminos intermedios: la Justicia tiene que arrancar, la producción industrial, los obreros de la construcción que viajan a horas más tempranas, y trabajan al aire libre por ejemplo. Se puede administrar una vuelta al trabajo. Será menos peligrosa que las aglomeraciones frente a los bancos.
El Congreso Nacional con sus cuantiosos asesores tiene la enorme responsabilidad de buscar caminos que permitan paliar los efectos posteriores, racionalizar la escasez y los peligros de conmoción social, a la vez que establecer un control de la institucionalidad de la catarata de acciones de necesidad y urgencia que se están implementando con apariencia de legalidad.
* Doctor en Ciencias Económicas UBA, Especialista en Tributación UBA, Contador Público y Licenciado en Administración, UBA, Profesor regular de “Régimen Tributario”, FCE.UBA.