El mito popular decía que “campo que queda sin alquilar te lo sacan de la mano”, hoy no parece lo mismo y los grandes jugadores se retiran. Ejemplo de ello es lo que ocurrió con la empresa El Tejar, que anunció que deja de alquilar campos y sólo trabajará con los propios.
No resulta un tema menor, para una empresa que trabajaba en el Mercosur un total de 600 mil hectáreas y pasará a trabajar sólo 180 mil aproximadamente. En este achique se irán oficinas comerciales, profesionales, trabajadores y muchos años de trabajo en logística y desarrollo.
La ecuación económica del campo comenzó a deteriorarse cuando los dueños de la tierra comenzaron a exigir el 50% de la producción en concepto de alquiler, y simultáneamente, el Estado, a partir del año 2008 le imponía retenciones al campo, ambos rubros suman el 66% de los costos. Hay que ser muy eficientes para ganar dinero con tamaña presión tributaria y costo de alquiler, casi un imposible.
A esto hay que sumarle que el dueño de la tierra, en concepto de alquiler, siempre pide el 50% de lo que rinde el campo haciendo soja, no importa si hace maíz u otro cultivo. Esto desalienta claramente la rotación de cultivos, algo que termina resultando en una pérdida de nutrientes importantes para el dueño de la tierra, que en muchos casos no lo interesa cuidar el suelo, y sólo va en buscar de los billetes.
El Estado, con su política de autorizar las exportaciones, y pedir anticipadamente las retenciones a los exportadores, termina cargando el costo de esta política al productor.
De esta forma, hacer maíz, implica aceptar una quita de casi el 40% en el precio del producto sobre Chicago, y algo similar ocurre con el trigo.
Este tipo de disposiciones desalientan el cultivo de estos productos. En el caso del trigo, se observa la producción más baja de los últimos cien años, y nada hace presumir que dicha tendencia se revierta.
En el caso del maíz, su excedente rinde y su precio lo hace todavía atractivo, pero las diferencias de áreas con la soja son manifiestas.
Mientras que en soja se cultivan 20 millones de hectáreas, en maíz apenas se llega a las 4,4 millones de hectáreas y en trigo 3,5 millones de hectáreas. Claramente no hay rotación de suelo, en lugar de agricultura, estamos haciendo minería de suelo, no exportamos soja, exportamos nutrientes.
Es tan grave lo que ocurre con el trigo que la Argentina pierde a un gran cliente, como Brasil. En el futuro será difícil volver a conquistar este mercado: para vender hay que cumplir, y los molinos brasileños ya no confían en las disposiciones del gobierno argentino, y de los argentinos.
Quien arrienda un campo tiene que hundir mucho dinero, en un negocio a cielo abierto, en donde el clima, siempre tiene la última palabra. En los últimos años los rindes no fueron los deseados, los gastos en estructura crecieron, producto de un escenario económico de alta inflación y un tipo de cambio que crecía a menor ritmo que los precios, lo que provocaba inflación en dólares.
Si bien la soja y el maíz, alcanzaron precios extraordinarios en el año 2012, la baja observada en los últimos meses, la merma de rindes y el alto costo del dinero dejaron sin rentabilidad al sector del campo que arrienda.