“Seguridad jurídica y cambiaria”. Con sólo cuatro palabras, Luis Cariola, presidente de la Cámara de Comercio Argentina-Florida, explica por qué el argentino elige cada vez más volver a invertir en Miami como acostumbraba hacerlo durante los noventa en vez de intentarlo en la propia Buenos Aires. El inversor, por naturaleza, es cobarde. Y el argentino todavía tiene recuerdos vivos de las crisis de 1989 y 2001. Por eso, la asociación, creada en 1988, recobra protagonismo como una postal de época en el fin de ciclo kirchnerista con atraso cambiario y boom de viajes y compras en esa península. Según él, busca expandir la comunidad empresarial nacional allí y, a su vez, incentivar a las empresas locales para que se instalen en nuestro país. Cariola preside la institución desde 2011, con 17 años viviendo allí. Según su experiencia, “el argentino que actualmente apuesta por Miami es totalmente diferente al que lo hacía en los noventa”: antes era “relajado”, hoy está “estresado”, pero lo cierto es que, como cualquier inversor, busca algunas veces mayor rentabilidad y otras, menor riesgo. Ambas condiciones se consiguen en la ciudad más latina de Estados Unidos.
—¿Cuál es el perfil del inversor argentino en Miami?
—La inversión promedio de un argentino en la Florida ronda los US$ 300 mil con una posible rentabilidad cercana al 8% anual en dólares. La mayoría se concentra, como en los noventa, en el sector inmobiliario, pero con una importante diferencia: antes se destinaba a inmuebles de lujo; ahora, a unidades para trabajadores. Es que ya no vienen a diversificar sus recursos a Miami sino que muchos también se mudan para trabajar en la ciudad. Además, se instalan empresas de tecnología, instrumentos de medicina, servicios de carga aérea y naval. Y, obviamente, los infaltables restaurantes o hasta parrillas.
—¿Y qué buscan los empresarios estadounidenses en Argentina?
—Lamentablemente, en los últimos tres años, los empresarios locales perdieron interés de invertir en Argentina. Dicen que no hay seguridad jurídica y cambiaria. Y, como si fuera poco, temen por su seguridad física. Es que, en general, el inversor es cobarde y el estadounidense, además, es esquemático: prefiere una renta baja pero segura. En cambio, el argentino es más osado, aunque claro, a mayor riesgo desea mayor rentabilidad. Es el caso de Miami Beach: muchos apostaron durante los noventa cuando todavía era un basural. Resultó un muy buen negocio.
—¿La cámara que usted preside tiene alguna simpatía electoral?
—Semanas atrás se acercaron allegados al precandidato presidencial kirchnerista, Daniel Scioli; y también lo hizo el jefe de Gobierno porteño electo, Horacio Rodríguez Larreta. Obviamente que cada integrante puede tener su afinidad política, pero la institución es independiente. A nosotros sólo nos interesa que los argentinos inviertan en Miami y los locales, en el país.
Sin embargo, el período electoral, concluye Cariola, provoca que se posterguen decisiones importantes a nivel gerencial. De hecho, la última misión comercial se realizó en octubre del año pasado. Y la que debería realizarse este año se postergó para abril de 2016. Aún así, en Miami son pocos los que descansan.