La Argentina pasó en pocos años del superávit a un déficit de unos US$ 6.000 millones en su intercambio comercial con China en una relación de exportación de productos primarios y compra de bienes industrializados.
“Las importaciones de China no se pueden sustituir”, explicó el economista de Abeceb.com, Mauricio Claverí, para dar cuenta de la relación desigual. Mientras que las ventas argentinas al gigante asiático se basan en un 80% en soja y sus derivados y petróleo, las compras a China, más allá de los productos de consumo, tienen una fuerte base en máquinas y partes eléctricas y electrónicas que se integran en el país o forman parte de la cadena industrial. “Hay una asimetría enorme, mucho más que con Brasil. Lo que se exporta es prácticamente commodities, de características muy primarias”. En cambio, la producción china -en un esquema de bajos salarios y pocos controles ambientales- está vinculada a la producción de las multinacionales que radicaron allí sus fábricas “por una cuestión de escala, de costos y de concentración” que hacen difícil pensar en grandes sustituciones del “made in China”. Así, para la Argentina, el país asiático es el segundo destino de exportación. La Argentina es el comprador número 40 para China. Las exportaciones fueron de US$ 6.358 millones el año pasado y las importaciones, de US$ 11.391 millones, según datos de la consultora DNI. Los conflictos comerciales tuvieron su punto más álgido cuando Pekín decidió dejar de comprar aceite de soja argentino, en parte por sobrestock y una intención de procesar su propio aceite pero también como represalia a la política de protección comercial argentina que hoy se mantiene pero de forma generalizada.