Al principio, la propuesta genera un poco de reticencia porque viene de la mano de organizaciones ambientalistas, y uno sospecha que el único objetivo es cuidar los pastizales nativos. Pero los resultados contantes y sonantes que han experimentado los productores que se sumaron al proyecto llevado adelante por Vida Silvestre y Aves Argentinas demuestran que manejar bien el pasto nativo –en lugar de usar pasturas– mejora la producción ganadera y las ganancias.
Un ejemplo es la estancia Los Ñanduces (2.004 hectáreas), dedicada a la cría de Angus y Hereford: “Hace un año y medio nos sumamos al Proyecto de Ganadería Sustentable del Pastizal y ya vimos los cambios, pues aumentamos la carga en un 47%, pasando de 0,42 a 0,62 cabezas por hectárea en invierno”, explicó Patricio Mc Loughlin, veterinario y encargado del campo.
Según Fernando Miñarro, biólogo y coordinador del Programa Pastizales de Vida Silvestre, el proyecto surgió de un trabajo que venían realizando con Aves Argentinas con el fin de conservar fauna y flora de la región pampeana. “Detectamos que la biodiversidad que quedaba en la región coincidía con la zona donde se realizaba ganadería extensiva. Con este proyecto apuntamos a mejorar la compatibilidad entre la conservación y la ganadería y hemos demostrado que es posible”. ¿De qué se trata, entonces, el manejo de los pastizales?
La propuesta consiste en un manejo por ambientes, que en terreno significa separar lomas de bajos y zonas dulces de alcalinas, utilizando alambrado eléctrico. De esa manera, el productor puede decidir qué come cada grupo de animales según su requerimiento y que lo coma en el momento adecuado para no sobrepastorear el recurso.
Los primeros beneficios que se obtienen al dividir los potreros son que el animal se alimenta mejor y que se puede aumentar la carga por hectárea porque el pastizal empieza a ser consumido en forma planificada y, por lo tanto, a producir más. “La zona de Lavalle es quizás el lugar donde queda mayor proporción de pastizal natural y no está tan afianzada la cultura de reemplazar por pasturas”, resumió Pablo Preliasco, ingeniero agrónomo y responsable de Ganadería Sustentable de la Fundación Vida Silvestre. “La clave es cuidar la comunidad de pastos que cubre el suelo; al dividir por ambientes, logramos ahorrar dinero en pasturas, aumentar la productividad del pastizal natural y utilizar los recursos de mayor calidad para los animales que más los necesitan, como la vaca en parición o la vaquillona en recría”.
Cabe destacar que además de ser nativos y por lo tanto estar adaptados al clima de la zona, los pastizales tienen alto valor nutricional. En el caso del raigrás, que es una exótica pero ya naturalizada en la zona y de buena calidad forrajera, se lo respeta como un componente más del pastizal, con la salvedad de que en este planteo no se lo promociona con glifosato, sino a diente.
Preliasco explicó que, a pesar de que hay muchas exóticas y algunas malezas, aún existen más de setenta especies nativas: “Las forrajeras más importantes de verano son el pasto miel, la bothriochloa y el sporobolus, que son las responsables de gran parte la producción de carne del verano. Porque si uno siembra pasturas, no tiene pasto en esta época y si elige pasturas tropicales, lo que obtiene es un pasto de baja calidad en el pico del verano y nada durante el resto del año”. Si sobra pasto, con el pastizal también se pueden hacer rollos.
“Antes hacíamos un manejo más extensivo, con menor carga. Actualmente hacemos un entore de 15 meses y nos quedamos con las hembras más lindas desde el punto de vista fenotípico y de tamaño. A ellas les damos un manejo diferencial en alimentación, con raigrás promocionado porque para poder entorar esas terneras a los 15 meses deben llegar con no menos de 270 kilos, para lo cual necesito altas ganancias diarias de peso”, dijo Mc Loughlin