“¡Quiero comenzar a pagar sueldos!”, decía un empresario esta semana durante un almuerzo en un restaurante italiano de Belgrano Chico o Bajo Belgrano, como se decía antes. Comentaba, atribulado, lo mucho que habían tenido que batallar sus contadores para obtener un mísero CUIT para un nuevo emprendimiento. Otro comensal comparaba esas peripecias con la rapidez de los trámites en Uruguay, donde con sus socios habían decido comprar una empresa para basar allí sus operaciones en la Argentina: “Nuestro país es maravilloso, pero hay muchas trabas y demasiada incertidumbre en el plano político”.