Nuestra avidez por conocer ha ido adquiriendo múltiples formas a través de la historia. Progresivamente nos liberamos de supersticiones y creencias fantásticas –fundamento del conocimiento y la cosmovisión durante la Edad Media-, hasta erigir al saber científico como una práctica accesible a cada vez más cantidad de personas. No conocemos hoy lo que nos rodea -incluso lo que no nos rodea- de la misma forma en que lo hacíamos hace dos o tres milenios. Lo que parece una constante en nuestro proceso evolutivo es la insaciable necesidad por el conocimiento, una aventura que sin duda presenta un camino sinuoso con desafíos constantes.
En el siglo V a.C., en épocas de la democracia de Pericles, la sociedad iba –con marcada influencia de los sofistas- desplazando progresivamente el saber mítico y religioso hacia la razón como fundamento cognoscitivo del mundo. Si como decía Protágoras, “el hombre es la medida de todas las cosas”, de lo que se trataba era de pretender indagar las vicisitudes del mundo por cuenta propia. Este “clima de época” se vio plasmado en una de las obras icónica de la literatura. Sófocles, en su en su clásica tragedia, Edipo Rey, narra las peripecias que atraviesa el rey de Tebas, Edipo, quien para intentar erradicar el mal que asechaba a su ciudad decide emprender la búsqueda por un crimen aún irresuelto del Rey Layo, pero que finalmente daría con los propios orígenes del protagonista, su trágica historia familiar y el ulterior exilio de su reino. Así, las amenazas y las calamidades le esperaban a un simple mortal ateniense si pretendía conocer algo más de lo que le era dado por los dioses.
Dos mil quinientos años después, el objetivo de las ciencias no está tan alejado del que tenía Edipo: conocer, tener certezas, alcanzar la verdad. Esto no solo incumbe a las ciencias que se ocupan de los fenómenos naturales, como la física o la química, sino que también a las Ciencias Sociales. Como esgrime el célebre sociólogo Manuel Mora y Araujo en El poder de la conversación (Crujía - Parmenia), “la realidad está lejos de ser obvia -si lo fuera, no necesitaríamos de ciencia, ni método, ni siquiera demasiadas teorías-; aún la realidad social, que está más cerca de la experiencia sensible de los seres humanos, dista de ser obvia”.
Uno de los desafíos de las Ciencias Sociales es cómo construir certezas a partir de un sustrato común entre el científico y el ciudadano de a pie. Como señala la licenciada en Sociología y becaria doctoral de CONICET, María Luna Kelly, “en nuestra vida cotidiana, constantemente afirmamos cosas acerca del mundo que no siempre son verdad. Es lo que solemos llamar “sentido común”. En las ciencias, muchas veces nos servimos de esos sentidos comunes, de aquello que se dice en la calle, en las redes sociales, para ponerlo a prueba y ver cuánto de verdad hay en eso. A veces se da el camino inverso y un descubrimiento científico se da a conocer, difunde y hasta se viraliza, hasta convertirse en parte de la “cultura general” de una sociedad. Conceptos que usamos a diario como clases sociales, desigualdad de género, brecha salarial, violencia institucional son objeto de estudio de las ciencias sociales. Se trata de procesos históricos de las estructuras sociales y económicas en las que vivimos, de los fenómenos culturales en los que participamos, como podría ser el movimiento feminista o las relaciones sociales que se dan en una fábrica, en un sindicato, una familia o entre vecinxs.”
Haciendo científicos
Existe un sentido común más o menos extendido el cual les otorga mayor prestigio a carreras como ingeniería, economía, abogacía y medicina. Sin embargo, las carreras enmarcadas en las ciencias sociales convocan año a año -y cada vez más- a miles de jóvenes que inician sus vidas académicas.
Según datos de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) del Ministerio de Educación de la Nación, en el periodo que va de 2002 a 2016, de las tres carreras más convocantes en Ciencias Sociales, Ciencia Política es, a nivel país, la que mayor crecimiento experimentó. La cantidad de egresados en dicha asignatura pasó de 321 a 853, es decir, un 165% de aumento. Le sigue Sociología, la cual pasó de 240 a 607 egresados, lo que significa un 153% de aumento y, en tercer lugar -pero con mayor cantidad de egresados- quienes concluyeron sus estudios en la carrera de Ciencias de la Comunicación pasaron de 1.936 a 3.964, es decir, un 104%.
Es evidente el atractivo que las Ciencias Sociales representan, volviéndose una de las opciones educativas con mayor incremento en el número de sus graduados. En términos comparativos, masivas carreras como Derecho –la cual contó en 2016 con 15.238 graduados- o Medicina -la cual contó en el mencionado año con 5.512 graduados- no experimentaron en el trayecto 2002-2016 un crecimiento tan alto como el de las carreras de Ciencias Sociales. Así, la cantidad de egresados de Derecho a nivel nacional creció un 74,4% y en Medicina solo un 3,8%.
En la Universidad de Buenos Aires, una de las casas de estudios con mayor cantidad de egresados por año en la carrera de Ciencia Política, el aumento que se produjo entre 2002 y 2016 superó la media nacional (165%), alcanzando un incremento de egresados del 176%. Sobre este aumento, el Doctor en Ciencias Sociales, profesor e investigador en la UBA y en la Universidad del Salvador, Hernán Toppi, señala que “la ciencia política ha crecido mucho en los últimos años, no sólo en términos de graduados sino también en términos de espacios (públicos y privados) donde se encuentran politólogos y politólogas desarrollando su actividad profesional. Claro está, que una de las áreas donde se ha notado el impacto de este crecimiento es en la investigación. La participación y calidad de los congresos de la disciplina ha crecido, así como las publicaciones de politólogos y politólogas en diferentes ámbitos de divulgación: desde revistas, pasando por libros y hasta en los periódicos. También se ha expandido las áreas de investigación, llevando a la emergencia de nuevas líneas y grupos de trabajo. La ciencia política ha crecido y la investigación politológica también.”
Investigación científica: conocer con certezas
Como señala el filósofo argentino Adolfo Carpio, una de las diferencias fundamentales entre la filosofía y las ciencias es que esta última pretende poder saber algo con certeza. La filosofía, por lo contrario, tiene toda una corriente interna que duda, incluso, de lo que duda. Lo importante para ella no son las respuestas, sino las preguntas. Pero, lejos de esa dinámica, las ciencias buscan poder construir saberes que nos permitan decir algo sobre un fenómeno, un evento o una sociedad.
Así lo señala Emiliano Echeverría, estudiante avanzado de Sociología (UBA) e investigador auxiliar en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG): “Lo que me llevó a incursionar en la investigación es lo mismo que me llevó a estudiar sociología: la voluntad de comprender los problemas de la sociedad para contribuir a su transformación. Recientemente me incorporé al programa Cambio Estructural y Desigualdad Social, el cual está dirigido por Agustín Salvia y tiene base en el IIGG de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Es un programa que nuclea diferentes proyectos de investigación y que aborda las desigualdades económicas y sociales desde la perspectiva de la heterogeneidad estructural. En ese marco, estoy estudiando actualmente las inequidades de género en el mercado laboral para la población joven. Mi apuesta a largo plazo es desarrollarme profesionalmente como investigador en un espacio que me permita contribuir a dar respuesta a los grandes interrogantes que giran en torno a la desigualdad social de la Argentina actual”.
Por su parte, Toppi, director del Grupo de Investigación de Ciencia Política “Análisis comparado de la política europea”, señala que “las personas pueden ser maestros, ingenieros, médicos, físicos, taxistas o lo que fuera. Cada uno en su respectiva actividad. Sin embargo, algo los une y es que viven en sociedad. Ninguno de nosotros puede escapar a eso. Por lo tanto, la importancia de las Ciencias Sociales está en que nos permiten, a partir de sus diferentes ramas, conocernos como sociedad. Nos posibilita identificar las virtudes y aspectos en los que estamos bien pero también los defectos y situaciones que debemos mejorar para transformarnos en una mejor sociedad. La Ciencia Política nos permite conocer cómo es que se dan las relaciones de poder, qué tan democráticos somos, qué derechos tiene la sociedad y qué grado de satisfacción en su disfrute tiene la ciudadanía, qué actores políticos son los que nos representan en las instituciones políticos y cómo se comportan en su actividad, etc. El valor de la investigación en ciencia política está en que nos brinda evidencia sobre cómo funcionamos como sociedad política. Sin esa evidencia no podríamos saber qué hay que corregir”.
Ciencias Sociales: un desafío constante
El desafío está planteado. Fortalecer a las Ciencias Sociales impacta directamente, como señala Toppi, en el diseño de “las políticas públicas para ofrecer resoluciones a los problemas sociales existentes. Por lo tanto, las Ciencias Sociales deben seguir demostrando su importancia para la construcción de una mejor sociedad, más en un contexto como el actual en el que existen voces que de manera equivocada plantean lo contrario”.