El senador nacional por la Provincia de Formosa, Luis Naidenoff, participó de una conferencia de prensa organizada por estudiantes de periodismo de la Escuela de Comunicación de Perfil Educación. Allí, analizó la situación del que definió como un presidente “devaluado” que “claudicó y se ha sometido al populismo”. Señaló que el problema de Argentina es que este Gobierno, a mitad de camino, ya está derrotado y “no sabe qué hacer con el poder”. También criticó duramente la actitud del oficialismo: “Estábamos al borde del default como consecuencia de la enorme actitud adolescente de La Cámpora y los sectores duros que gobiernan la Argentina”. Y se mostró preocupado porque cree que “hay inmadurez y se juega con fuego desde el poder”.
El presidente del bloque de la UCR se refirió, a su vez, al rol de la oposición y de Juntos por el Cambio que “evitaron con su acompañamiento el default en la Argentina”. Sobre la posibilidad de ver al radicalismo como alternativa de poder dijo que “el partido tiene un gran activo, territorialidad, gestión con intendentes y con los gobernadores”, pero aclaró que es necesario “sumarle la construcción de un liderazgo” que pueda “dejar atrás la nostalgia”. Destacó la presencia de Gerardo Morales y de Alfredo Cornejo como “líderes de gestión con una vocación muy clara de poder” y también la figura de Facundo Manes como la “irrupción de un liderazgo social emergente”. Negó, además, que Javier Milei sea un fenómeno “producto de la crisis”, ya que “no pasa por un debate de Juntos por el Cambio sino de una decisión del propio Milei, que eligió el camino de autoexcluirse”, sostuvo, al referirse a la posibilidad de sumarlo al espacio de JXC, en el Ciclo de Entrevistas a cargo de Rodrigo Lloret, director de Perfil Educación.
—¿Qué lectura hace de las posibles repercusiones a nivel institucional, en un contexto de tensión y crisis cada vez más evidente entre el presidente Alberto Fernández y su vice Cristina Kirchner?
—Como primera lectura, nosotros tenemos un sistema político marcado en la Argentina por un hiper presidencialismo exacerbado. En la historia política argentina cada vez que le tocó gobernar al peronismo, fundamentalmente con un presidente del PJ, son muy pocos los momentos de la historia donde no se dio la convergencia de la conducción política con el poder formal, el ejecutivo. Y el problema que tenemos en la Argentina es que ésta es una situación inédita, se construyó el Frente de Todos donde por primera vez la conducción política está disociada del presidente de la República. Entonces, esto ya fue un desafío de arranque para la coalición que gobierna el país. El desafío, la pregunta, el interrogante es ¿cómo puede lograr el Frente de Todos compatibilizar esta dualidad? La verdad es que haciendo un poco de historia, quizá desde el primer mensaje presidencial uno podía hacer una sana apuesta, desde lo político, en Alberto Fernández como representante de una transición política en la Argentina. Después de los años del kirchnerismo, de lo que sucedió con Cambiemos, un representante como para tratar de encontrar un camino que pueda tender puentes para una sociedad y una política tan dividida, lo que se denomina la famosa grieta.
—¿Qué pasó entonces con ese voto de confianza depositado en Alberto Fernández?
Alberto Fernández claudicó, se ha sometido más que a una persona: al populismo, que es la marca registrada de los últimos años. Entonces en los dos primeros años tenemos un gobierno que está real y absolutamente disociado de la realidad, porque la agenda de la conducción política no tiene que ver con la realidad. Antes de esto hablábamos también de lo que significó la pandemia, y en plena pandemia los problemas de la sociedad pasaban por otro andarivel: los encierros, el hecho de impedirte trabajar, ni hablar del estudio. Sin embargo, la agenda de la vicepresidenta y del propio Gobierno, que fue impuesta precisamente por este sometimiento, pasaba por comisiones bicamerales, apretar a la Corte, reformar la Justicia; nada que ver la agenda con los problemas de la sociedad. Entonces cuando te disociás o alejás del problema cotidiano de la gente terminás de la peor manera. Por eso hoy tenés a un Alberto Fernández en un Gobierno que a mitad de camino ya está derrotado, porque perdieron las elecciones de medio término, perdieron la mayoría política y social y fundamentalmente la credibilidad. Entonces un Presidente devaluado, con pérdida de credibilidad y con un distanciamiento enorme de la sociedad.
—¿Cómo sobrellevar un gobierno con cierta estabilidad en este contexto?
Yo creo que en el “manual del peronismo” hay una página en blanco, y pienso que el peronismo siempre y el kirchnerismo en el ejercicio del poder han construido el mito de que con el kirchnerismo tenés asegurado el ascenso social, trabajar para luchar contra la pobreza, el empleo y la gobernabilidad. Esta cosa de que ante el peor panorama se gobierna y hay respuesta. Bueno, se quemaron los manuales, se quemó el manual del peronismo. No estaba en el manual del peronismo que a dos años o un año y pico de la elección, pierda las de medio término y resulte en un Gobierno que no sabe qué hacer con el poder, porque ese es el problema de Argentina. Entonces, así como hay un manual que está roto, creo que la contracara sería un manual de la responsabilidad, que es de Juntos por el Cambio.
—¿Concretamente a qué se refiere con “el manual de la responsabilidad”?
Concretamente la oposición y Juntos por el Cambio evitaron con su acompañamiento el default en la Argentina. Entonces hay tanta inmadurez y se juega con fuego desde el poder con estas diferencias entre la conducción política y el Gobierno, que prácticamente el 21 estábamos al borde del default en la Argentina como consecuencia de la enorme actitud adolescente de La Cámpora y los sectores duros que gobiernan la Argentina. El problema es serio, ahora ¿cómo tenemos que transitarlo? Hay que llegar al 2023. Pero no hay que mirar a Juntos por el Cambio, eh. A excepción de un presupuesto “invotable”, le votamos todo. Creo que la conducción política de la Argentina, así como se hizo cargo de los éxitos, lo eligió a Alberto, lo eligió después también la gente y hoy debe hacerse cargo de que la nave pueda llegar medianamente a buen puerto.
—Cuando dice que el kirchnerismo duro “jugó a la ruleta rusa con el default” ¿cree que Cristina y Máximo “juguetearon” con la posibilidad del default?
—Sí, jugaron fuerte al default porque eran conscientes de que el criterio de responsabilidad venía de la mano de quienes gobiernan las provincias argentinas y de Juntos por el Cambio. Ahí me parece que está el gran error político de Cristina y de Máximo. En primer lugar, es que miran a corto plazo. Pretenden quedarse con un relato épico de decir “no acompañamos al Fondo” cuando son conscientes de que el país tocó fondo. De alguna manera es un pensamiento político que atrasa, jugaron con fuego porque la historia política argentina nos demostró que cuando las crisis arrancan en el parlamento son complicadas. Recordemos el caso de Chacho Álvarez: con su renuncia se precipitó la crisis de un gobierno. Creo que la política está mucho más madura, pero convengamos que salvando la distancia, desde el momento en el que Máximo Kirchner renunció, hoy lo que uno ve es un Gobierno que todos los días profundiza sus diferencias y esta especie de vacío de poder que se siente minuto a minuto.
—¿Entonces Cristina y Máximo jugaron fuerte al default?
—Sí, sin dudas jugaron fuerte al default.
—Mencionó que desde el espacio de JxC votaron el financiamiento pero que a partir de ahora de “las locuras” se tiene que hacer cargo el Gobierno. ¿A qué tipo de locuras hizo referencia?
—Me refiero a reeditar recetas del pasado que han fracasado. El control de precios, por ejemplo, o imponer dos puntos de incremento en las retenciones cuando las facultades delegadas cayeron porque no se aprobó el presupuesto y por la propia ley las retenciones tienen que discutirse en el ámbito del Congreso de la Nación. Por ejemplo, lo que estamos discutiendo hoy en el Senado, que arrancó la discusión en tiempo de descuento, y una modificación del Consejo de la Magistratura cuando el Ministro de Justicia, Martín Soria, expuso durante una hora y dedicó cinco minutos al proyecto y prácticamente 55 minutos a despotricar contra la Corte. Entonces, de eso se tiene que hacer cargo el Gobierno, en primer lugar de la falta de plan y de rumbo. Y son todos parte, acá no puede el kirchnerismo generar una especie de distanciamiento con el presidente de la República, porque están de la mano. Vos mirás la composición del Gobierno y los sectores de La Cámpora están en el poder. Creo que están en el PAMI, o Wado de Pedro que es ministro del Interior. Si sos parte del poder hacete cargo del poder.
—¿En dicho contexto cuál sería el rol de la oposición?
Todo lo que tiene que ver de acá en más, nosotros votamos el financiamiento. Ahora, del programa, o mejor dicho de la ausencia de programa y la falta de rumbo de Argentina, que se haga cargo el Gobierno que tiene la conducción política. Nosotros no gobernamos, de eso se trata. Somos una oposición y actuamos con excesiva responsabilidad ante un Gobierno que anda a la deriva. Yo quiero dejarlo en claro, el Presidente anda a la deriva y lo digo con todo respeto pero creo que necesitan una brújula. El Presidente y también el Gobierno.
—Hizo mención a que los libros del peronismo se quemaron. ¿Qué pasa con “el manual de Formosa” y el rol de la oposición, cuando desde hace 28 años sigue en el poder Gildo Insfrán?
—Así como se quemó el manual del peronismo para gobernar en crisis cuando no saben qué hacer con el poder, en Formosa, desde la irrupción de Insfrán, se quemó el manual de la democracia y el sistema republicano. La democracia no solamente es un mecanismo formal de elegir cada dos años. La democracia es periodicidad. La democracia es garantizar el control de los organismos. La democracia es división de poderes. La democracia tiene reglas de juego para competir en materia electoral. Cuando vos tenés la pata del Estado que te asfixia y un sector privado aniquilado, la única respuesta es el Estado. Y si la respuesta es mayor empobrecimiento y control social, sin dudas tenés un problema en la esencia del sistema democrático. Entonces es el mejor ejemplo de gobiernos legitimados por el voto pero con una impronta antidemocrática y antirrepublicana. Se quemaron los manuales de la democracia en Formosa.
—¿Afirma usted que no hay democracia en Formosa?
—No, vos tenés democracia formal. Para mí la democracia es un estilo de vida que garantiza las libertades. Tenés la libertad de transitar restringida porque hay un estado policial que te controla. La libertad de la prensa que está, prácticamente, restringida y limitada por el condicionamiento de la pauta oficial. No hay libertad cuando hipotecás tu futuro. ¿Por qué no tenés libertad? Porque no hay expectativas para desarrollarte. Entonces cuando existe la posibilidad de tener un Estado de bienestar personal y la única respuesta te la da el Estado, un dirigente, con un puntero, con un intendente, realmente es una democracia vacía. Formosa es el mejor ejemplo de un populismo conservador que destruyó los pilares democráticos. No se trata de votar, es mucho más profundo y es la gran deuda que tenemos desde el año 83 a la fecha.
—Destacó que JxC evitó el default. ¿Considera que el gobierno de Mauricio Macri con su gestión económica tiene una cuota de responsabilidad para llegar al contexto actual?
—Obviamente que sí hay cuota de responsabilidad. Pero la cuota de responsabilidad viene de la mano de dos actores para mí. En primer lugar, cuando nosotros accedemos al poder se cometieron dos errores. El primero fue subestimar las hipotecas recibidas y sobrestimar la idea de que el cambio era una condición suficiente para transformar la Argentina. Como así también, un error no menor -y me parece central- es esta idea de la soberbia del éxito en el sector privado. Es decir, creer que desembarcar en el Estado te garantiza el éxito en la gestión. Cuando partís de esa base es complicado, más allá de los esfuerzos que se hayan hecho con resultados a la vista como la reducción del déficit. Imaginate que había provincias que no podían pagar el medio aguinaldo cuando nosotros asumimos y todas -menos dos- terminaron con superávit y la Nación, absolutamente desfinanciada.
—Entonces, ¿cuál es la falla de nuestros dirigentes a lo largo de tantos años?
Creo que hay una minimización de esta idea de la Argentina de analizar que tenemos un problema estructural de años. Cuando analizás un país que convive desde 1945 con más de dos puntos de inflación, catorce recesiones desde la década del ‘60 hasta el 2018 y tenés un déficit fiscal promedio del 4,4 del PBI, la cuestión es mucho más profunda. Ahora, ¿cuál es la gran falla del sistema político de la Argentina para mí, que excede a Cambiemos, y es el desafío mirando hacia el futuro? La dirigencia política argentina, y eso explica los emergentes de los extremos actuales. Es una dirigencia que no apuesta al mediano y largo plazo, que especula con la cuestión electoral con una mirada cortoplacista y que se siente cómoda en los extremos. Así como los pensamientos duros te facilitan la división de la sociedad y la división de la política, te impiden construir una visión compartida de país.
—¿Podría nombrar dos índices en donde a la Argentina le va bien?
—En primer lugar, la consolidación del sistema democrático. Estamos a pocos días del 24 de marzo y me parece que eso es un logro porque pasamos por momentos muy álgidos y muy críticos en Argentina. La crisis del 2001, y cuando el sistema político implosionó, fue el parlamento y el sistema político que hizo que esto se encauce y pueda salir a flote. No han existido interrupciones, eso es un valor. La internalización, más allá de los matices en la etapa del kirchnerismo, de poner en valor los derechos humanos. Me quedo con esos dos. Después del 83 a la fecha, en todos los índices estamos en falta: en lo que tiene que ver con la profundización de la pobreza, el desempleo, las expectativas laborales, los jóvenes que tienen un desencanto de la política y del propio sistema. Creo que es el desafío que tiene la Argentina. A nosotros, porque no quiero sacarme el saco, nos ha tocado gobernar y nos tenemos que hacer cargo.
—¿Quién cree debería ser el candidato de Juntos por el Cambio para las elecciones presidenciales?
—No quiero lavarme las manos pero voy a decir que nosotros tenemos una herramienta. Yo creo por el nivel de crisis de la Argentina más que un candidato se necesita un programa. Tenés muchos que están instalados y con perfiles. Bueno, obviamente milito en el radicalismo y creo que tenemos líderes de gestión que tienen una vocación clara de poder: Gerardo Morales es un hombre que tiene una vocación muy clara, es decir, podés o no compartir su estilo pero tiene una vocación clara del querer ser en la Argentina, que no es menor el querer ser y de construir en función de un proyecto presidencial. Lo tenemos también a Alfredo Cornejo que viene con una muy buena experiencia de gestión. Facundo Manes creo que es una irrupción de un liderazgo social emergente que también tiene un gran desafío por delante. Es que decir que así como enlaza el mundo del conocimiento con la economía, bueno, está esta idea de ser muchos más juntos que el propio radicalismo. También está el PRO, con Patricia Bullrich, con Horacio Rodríguez Larreta, ambos líderes parlamentarios.
—¿Qué tan lejos está Argentina de poder tener un plan real y un proyecto de gobierno?
—Creo que hay mucho activo en cuanto a candidatos pero no se trata únicamente de una competencia de nombres, también está el para qué. Nosotros de cuatro elecciones ganamos tres y perdimos una, la presidencial. Entonces ¿para qué querés gobernar la Argentina? ¿Para transformar la realidad? Bueno, vamos a un programa, y no repetir los errores del pasado te da un programa. Yo creo que hoy estamos mucho más sólidos, realmente más sólidos. Hoy tenés una verdadera coalición que discute, que tiene miradas distintas por ejemplo con respecto al tema de qué hacer con el tema del acuerdo con el Fondo. Algunos con posiciones más duras, pero al final del camino la Mesa de JxC tomó una decisión política. Entonces creo que esa fortaleza de una coalición cohesionada como Juntos por el Cambio es el gran activo que tiene la política hoy en Argentina.
—¿Cree entonces que la clave está en unirse y ampliar el espacio?
Es el gran activo, la responsabilidad y la cohesión de Juntos por el Cambio. De aquí en más, bueno, tendrás las Primarias. Yo creo que hay que ampliar la coalición. Los problemas de la Argentina no se solucionan desde nuestra coalición. Tampoco lo soluciona la receta del Frente de Todos. Yo creo que esto es directamente un desencanto colectivo fenomenal. Es un desencanto colectivo de los propios y ajenos, por eso “se quemaron los manuales”, pero me parece que ese es el gran activo y después bueno cada uno trabajará con su perfil. Si vos me preguntás a mí, quizás me identifico con ese liderazgo político, de emprender e ir hacia adelante que puede tener un Gerardo Morales en función de la realidad, de ser un hombre que apunta a una mirada federal, territorial pero también está Gustavo Valdés. Me parece que hoy hay una madurez también en el partido para trabajar en esa línea.
—Respecto de la foto tomada en el recinto del Senado, en la que puede vérselo en un abrazo con Mayans y Sagasti, el día en que se votó por la aprobación del acuerdo con el FMI. ¿Qué significó ese abrazo? ¿Es consciente que puede generar malestar o desconfianza en la gente?
—¿Cómo debo interpretar esa señal del malestar? Lo interpreto como que es tener un problema grave en la Argentina, tenemos un problema grave en la Argentina. ¿Cómo fue la foto? Me llama Fernández Sagasti para comentarme que se constituía el martes la comisión de Justicia y Asuntos Constitucionales. lógicamente que me comentan unas cuestiones de la sesión y nos abraza. Pero ¿cómo interpreto la señal? Interpreto que hay mucha hipocresía política también y que esto tiene que ver con la grieta que se ha instalado, porque parecería ser que es una mala palabra poder dialogar con un adversario político. Acá no tenés enemigos, tenés adversarios, yo sé dónde estoy plantado, yo estoy en las antípodas del kirchnerismo pero eso no quita que como presidente de bloque tenga que dialogar con el presidente de bloque o con la vicepresidenta del bloque del oficialismo.
—¿Sostiene que el descontento es producto de la famosa “grieta”?
—Creo que existe peligro en los extremos. Algunos se sienten cómodos en los extremos pero los extremos tensan tanto la cuerda que te impiden transitar el camino del acuerdo de la política en Argentina. No hay destino en este país sin acuerdo político, no hay destino en la Argentina sin acuerdo político, no hay destino. Mirá los indicadores de la Argentina: la contención social, el desempleo, el reclamo de los movimientos sociales de dejar atrás la asistencia para involucrarse en el mundo del trabajo. No hay destino sin un acuerdo básico en la Argentina de cuatro o cinco patas. que lo han hecho todos los países del mundo. Mirá la inflación en Israel en los años 80. ¿Cómo lo logró Israel con una política antiinflacionaria? bueno con un gran acuerdo político. Simón Pérez llamó a todos los sectores y les dijo “vengan acá” con una inflación del 100%, 150 % y gasto social; con un Estado descontrolado de las mismas características de la Argentina aunque no con ese nivel de inflación. Y así lograron un acuerdo de estabilización y en 15 o 20 años la política transformó esa cruda realidad. Entonces, si al final del camino no podés entender que la salida va por la racionalidad, estamos mal. Obviamente que muchos se sienten cómodos, porque es el caldo de cultivo de los extremos, que los tenemos y es un fenómeno para analizar.
—Nombró el peligro de los extremos y el desencanto de los jóvenes con la política. ¿Qué opinión tiene acerca del espacio que encabeza Milei? ¿Cree que podría llegar a ser presidente de la República?
—No creo que Milei sea un fenómeno, pienso que es un caso particular para analizar desde la política, sin la subestimación que lleva a algunos a decir que es producto de la crisis. ¿Por qué no? Porque a Milei lo han votado jóvenes, y que se entienda bien, antisistema con los bolsillos llenos y antisistema con los bolsillos vacíos. Ese voto de Milei expresa el desencanto de la política tradicional en la Argentina que en estos treinta y pico de años no dio respuestas. Entonces, más que subestimarlo, lo que tenemos que hacer en este caso, nuestra obligación desde Juntos por el Cambio -porque yo hablo de un programa- es tener la capacidad de seducir con sentido de racionalidad para que esos jóvenes vuelvan a recuperar la credibilidad. Mostrar que hay un camino que brinda cierta certidumbre y previsibilidad en sus vidas.
—¿Se dio el debate en Juntos por el Cambio sobre la posibilidad de sumar a Milei en el espacio?
—Todavía no. Hay distintas opiniones. Yo honestamente creo que Javier Milei eligió un camino de autoexcluirse, digamos, de cualquier acuerdo con Juntos por el Cambio porque desde un extremo de una posición, desde su lógica cimienta la construcción de una nueva fuerza en la Argentina. A mí me parece que no pasa por un debate de Juntos por el Cambio, sino de una decisión del propio Milei de sentirse muy cómodo en esta especie de “la casta” o ver que se “defaultee” la deuda y que termine y explote todo. Me parece que se siente cómodo en ese espacio más como consolidación de un proyecto de poder y está muy lejos de que esto sea un debate de Juntos por el Cambio. Es una definición que ya la tomó Milei.
—Respecto a las elecciones de 2023. ¿Cree que la Unión Cívica Radical tiene las suficientes herramientas para ganar las elecciones?
—El partido tiene un gran activo, territorialidad, gestión con intendentes y gestión con los gobernadores, muy buena gestión en Mendoza, en Jujuy y en Corrientes. Ahora, a esa gestión creo que hay que sumarle también la construcción de un liderazgo que tenga la capacidad de movilizar a la sociedad. Creo que el radicalismo hoy moviliza al radicalismo, los candidatos del radicalismo hoy generan apego en la familia del radicalismo y me parece que hay un mundo para seducir, un mundo para conquistar y que tiene que ver con un programa. Por eso es que digo que hay que estar cerca de la gente, no cerca del microclima político: cerca de la gente, construir con la gente en el problema del día a día. Los liderazgos emergentes tienen que percibir eso, percibir el fenómeno por ejemplo de Milei, y por qué se da ese fenómeno. También generar un proceso autocrítico y de renovación: tenemos un escenario de oportunidad, pero no con la nostalgia. El radicalismo tiene que dejar atrás la nostalgia y tener un programa moderno que tenga la capacidad de mostrar a la sociedad que hay un futuro distinto.
—Agradecemos su participación en el Ciclo de Entrevistas de Perfil Educación y lo invitamos a realizar un comentario final para cerrar el reportaje.
—Mi mensaje es que hay salida para la Argentina, hay salida. Creo que estamos en un punto de inflexión para construir una salida que venga de la mano de un gran acuerdo político; es la única salida que tiene la Argentina.
Por María Gabriela Maidana, Guillermina Rizzo y Gustavo Winkler
Estudiantes de Periodismo de Perfil Educación en la Escuela de Comunicación