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#Perfilelectoral

Que ahora no haya complacencia

Para escapar al círculo vicioso de la economía argentina es el tiempo de reformas de verdad.

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Un gráfico que explica los ciclos de la economía argentina | Cedoc Perfil

Luis Secco*

Originalmente, el ciclo Crisis-Reforma-Alivio-Complacencia-Crisis fue desarrollado en Japón como una herramienta para el análisis de la interacción entre reforma económica y crecimiento.  Dicho ciclo también puede utilizarse para describir el proceso por el cual la economía argentina se mueve de una crisis a otra.

Colocando la reforma en el eje horizontal y el crecimiento en el vertical, el cuadrante de Crisis (inferior izquierdo) queda definido como una combinación de crecimiento débil y reforma lenta.  Sin embargo, como resultado de la crisis, la reforma se acelera.  Resulta oportuno aclarar que “Reforma” debiera ser entendido como reacción o respuesta de política y no circunscribirlo sólo al concepto más reducido de reforma estructural, tal como se lo utiliza usualmente, sobre todo en los debates de política económica en economías emergentes o en la Argentina.

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La nueva combinación que se obtiene en el cuadrante de Reforma (inferior derecho), con una reforma rápida pero con crecimiento aún lento, representa el desfase temporal entre el cambio de políticas y la reacción económica.   Más aún, resulta probable que el efecto impacto de las medidas implementadas como respuesta a la crisis resulte negativo, pero las mismas se implementan porque sus beneficios de mediano/largo plazo superan los costos económicos y/o políticos de corto plazo.

Una vez que las políticas se consolidan, mejora el crecimiento y -generalmente- la reforma disminuye en intensidad; este sería el cuadrante de Alivio (superior derecho).  El ímpetu reformista inicial desaparece paulatinamente en la medida que: a) la recuperación económica trae alivio político y social; b) se entra en una fase en la cual deben enfrentarse problemas estructurales cuya solución requiere, generalmente, la adopción de políticas percibidas como “políticamente incorrectas”.

Se cae entonces en el Complacencia (cuadrante superior izquierdo).  Pero, a menos que la reforma sea extremadamente fuerte, su efecto eventualmente tiende a diluirse.  Sobre todo cuando la razón de la crisis es la presencia de desequilibrios estructurales cuya solución continúa pendiente.  Inevitablemente, la consecuencia de la complacencia es la conformación de una nueva crisis. 

Las crisis económicas han sido una constante en la historia económica argentina.  La mayoría de ellas, pero en especial dos de las últimas, la crisis hiperinflacionaria de fines de los ochenta y la crisis fiscal y financiera de fines de los noventa / principios de los cero, presentan claras similitudes con la descripción anterior. Ambas crisis fueron precedidas de un período de una razonable performance macroeconómica (estabilidad de precios y crecimiento del producto) gracias al éxito inicial de programas de reforma económica (Austral y Convertibilidad) que en ningún caso se ocuparon de la solución de los desequilibrios macroeconómicos previos y que colapsaron, precisamente, por causa de ellos.

La dinámica posterior a la gran crisis de 2002 tampoco escapa al ciclo crisis-reforma-alivio-complaciencia. Aún cuando las políticas económicas aplicadas en la primera mitad de 2002 fueron una respuesta desordenada a la aceleración de la crisis fiscal y financiera de 2001, la recuperación del nivel de actividad iniciada en el segundo semestre de 2002 trajo rápidamente alivio a una crisis cuya intensidad había debilitado en extremo todo el andamiaje político y social argentino. No sólo la recuperación estuvo por encima de lo esperado y nada tuvo que envidiarle a las mejores tasas de expansión de la historia argentina (el PBI creció al 8% anual promedio), también los precios se comportaron mejor de lo esperado y el conflicto social, que parecía no tener techo, encontró un límite.

El alivio se convirtió muy rápidamente en conformismo.  Y lejos de reducir los desequilibrios y las distorsiones estrucuturales de la Argentina, ellos se agravaron. PERO (y con MAYÚSCULAS), en esta oportunidad la crisis se presentó, sin el tipo de corrección descontrolada de episodios previos. No hubo hiperinflacion, ni corrida, ni crisis bancaria, ni default (en realidad no habíamos salido del último).  La ausencia de "una crisis a la argentina" en los últimos años de la Administración Kirchner no permitió licuar, como en otras oportunidades históricas, la herencia macro de quince años de pésima política económica.

Hoy, el gobierno enfrenta el canto de sirenas que produce el alivio que viene de la mano de buenos indicadores de actividad económica y de buenos resultados electorales. Y, para no caer en una peligrosa complacencia, y para que esos resultados perduren, tiene que definir y gestionar una agenda amplia e intensa de reformas estructurales y correcciones macro. El lunes 23 las elecciones de medio término habrán quedado atrás.  Y la atención estará puesta en conocer, con más detalle, las iniciativas del gobierno de Mauricio Macri que abrirían la etapa de lo que el mismo presidente habría llamado “la etapa de la reforma permanente”.  Claro que con reforma se pueden denominar iniciativas que no signifiquen, per se, un cambio de régimen o un antes y un después.  Así que debemos esperar y ver los alcances de los proyectos de las denominadas reforma tributaria, reforma laboral, reforma del mercado de capitales y reforma previsional, para juzgar si realmente honran el título de reformas. Y si, en definitiva, habremos dejado atrás el perverso ciclo que recurrentemente nos ha llevado de una crisis a otra y nos ha privado de los beneficios de un desarrollo económico sustentable.

Director – Perspectiv@s Económicas. (@luissecco).